lunes, 26 de agosto de 2013

Por el día en Bratislava

Una vez estaba pasando unos días en Viena y se me ocurrió hacerme una escapada hasta Bratislava, la cercana capital de Eslovaquia como para buscar un poco de contraste entre tanta prolijidad e imperialidad, por decirlo de algún modo. Los países del este de Europa se estaban abriendo al mundo hacía poco y nada e invitaban a recorrerlos.
Eslovaquia acababa de convertirse en miembro de la Unión Europea y Bratislava (me) sugería una ciudad gris, soviética, llena de espías con sobretodos grises, arquitectura de bloques horribles (en esto no me equivoque) y gente de rostros taciturnos. Bratislava. Vaya que suena bien!

Hasta aquí habían llegado los mongoles, y fue durante mucho tiempo capital del reino de Hungría.
Tras la caída del comunismo en 1989 comenzaron las gestiones, y pocos años mas tarde, en 1993, Checoslovaquia se partía en dos nuevamente, y de común acuerdo entre las partes.

La gente me recomendaba ir en tren, pero no podía no aprovechar la oportunidad de llegar por agua, tardando apenas unos minutos mas. Al fin y al cabo, la distancia entre las dos capitales es poca.

Me acerque hasta los muelles de Viena y tome un barco  que me acercaría en poco mas de una hora hasta Bratislava en un recorrido por las aguas del río Danubio.
Estaba chocho. Siempre en Europa, si tengo la oportunidad, trato de subirme a algún tipo de embarcación para hacer estos mini cruceros fluviales.

El barco estaba bien. El recorrido no me sorprendió. Saliendo de una ciudad como Viena y navegando por uno de los ríos mas importantes de Europa pensé ver  construcciones interesantes a la orilla del Danubio, pero me decepcioné. Solo vi aldeas pobres de pescadores.
Este río que cruza por mas de diez países de Europa, aunque tiene varias capitales en su recorrido, como Viena, Bratislava, Belgrado y Budapest, en esta parte del recorrido es el río el mayor atractivo, y el relax que siempre supone el viajar por agua.

Cuando llegue a Bratislava, la primera sensación que tuve fue la de una ciudad que recién estaba naciendo pero tenía huesos viejos. No solo por los nuevos "Aires de cambio" si no por lo que percibí como una ciudad chica, muy ajena a lo que uno a veces supone como capital de un país. Aunque medio millón de habitantes, la mayoría llegados en la época comunista, no es poco, aquí poco se notan.

Venía con un pre concepto negativo de la ciudad en cuanto a su seguridad, en cambio me encontré con una ciudad muy amigable, segura y fresca.

El muelle estaba a pocos minutos caminando de la parte vieja (Staré Mesto), la mas interesante y vívida de la ciudad. Al cabo de unas horas ya había pasado varias veces por sus principales calles en las que se respira esa arquitectura neo gótica y callejuelas típicas de las ciudades centro europeas.

Aunque la vista al castillo domina la ciudad, fui primero hacia sus calles en donde me tope con la simpática plaza central (Hlavne Namestie) en donde esta la Catedral de San Martín, la mas grande y en donde se coronaron muchos de los reyes de Hungría. Allí se emplaza el ayuntamiento compuesto por tres edificios contiguos construidos entre los siglos XIV y XV, y desde donde se obtiene una gran vista sobre la plaza y la parte vieja de la ciudad, tanto desde la torre, como en sus dos museos.

Entre otros atractivos se encuentra el teatro nacional con su fuente, la iglesia de Santa Isabel, que creo los locales llaman "La iglesia azul", pintada toda de colores pastel. Lo mas original, y lo que mas me gusto es la puerta tipo Torre de San Miguel,  con sus restaurantes y vida turística alrededor. Al lado esta la casa mas estrecha de Eslovaquia.

Otra curiosidad son las esculturas que se encuentran en gran número. Muchas parecen ser verdaderas atracciones turísticas, como la del Paparazzi contra la pared tomando una foto, o la de Cumil, un obrero que esta saliendo de una alcantarilla al que todos acusaban de quedarse ahí, mirándoles las bombachas a las chicas.
Frente a la embajada de Francia encontramos la estatua de un soldado Francés, parecido a Napoleón, reclinado contra un banco de plaza. Napoléon entro dos veces en Bratislava, y la leyenda cuenta que uno de sus soldados se enamoró de una enfermera Eslovaca y se quedó a vivir en Bratislava, en donde produjo vino espumante.
Además de estas célebres esculturas, hay muchas otras diseminadas en los mas curiosos lugares. Solo hay que saber mirar para arriba y para abajo.

Solo entonces apunté hacia el Castillo de Bratislava, la atracción mas obvia. El castillo, ha decir verdad, no me pareció la gran cosa. No nos enseña nada interesante, por lo menos en aquel entonces no me llamó la atención. Antiguamente fue una posta romana emplazada en el mismo lugar donde hoy esta el castillo. Este fue reconstruido muchas veces en su historia.  Las vistas en cambio son buenas, pero en  mi caso ya había tenido suficiente de vistas sobre el río Danubio y los techos de la parte antigua de Bratislava. La entrada no era nada cara. Adentro se encuentra el Museo Nacional de Eslovaquia

También hay un puente que resulta ser el mas viejo de todos los que cruzan el río Danubio.

Como otras ciudades, también esta dividida por el río Danubio. Un tercio de su población vive del lado contrario a la ciudad vieja. El barrio, o suburbio, se llama Petrzalka. Aquí hay una buena cantidad de monoblocks soviéticos, algunos de varios centenares de metros de largo. Todos horribles, aunque la gente que vive allí hoy sea mas feliz que en el momento en el que fueron construidos.

Los cascos históricos de muchas ciudades centro europeas difieren muchas veces con como vive la gente en realidad. De este lado se siente mas real, aunque todo lo importante suceda del otro.

Han pasado muchos años. Imagino que Bratislava esta cada vez mas linda y cuidada. Una buena excusa para quienes recorren el "Triángulo de oro" (Viena, Praga, Budapest).






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