Dicen que El Castillo de Egaña es un "castillo embrujado", y algo de su historia conocía. Visitarlo era una oportunidad de sacarle mas provecho a una visita de tres días a Tandil en la que fuimos por ruta y volvimos recorriendo unos 400 kilómetros por caminos rurales, visitando pequeños pueblos y otros que ya no lo son. Nostalgia pura a cada paso y el castillo como "plato fuerte" de este insólito camino de vuelta.
De lejos, cuando uno traspasa la tranquera y entra a una propiedad que desde afuera, (si uno no sabe la historia, no queda claro si es pública o privada) muestra su cara mas fantasmagórica. Si uno quiere dejarse sugestionar un rato, claro.
La soledad en el entorno es total. El castillo está en un área rural apartada y la manutención del parque, si existe solo se reduce a unos pocos animales pastando que suelen meterse en la casa.
La historia cuenta que a este lugar lo mando a edificar don Eugenio Diaz Vélez, nieto del prócer e hijo del homónimo, cuando heredo estas tierras. Para la obra se hizo de los materiales mas finos de Europa. La construcción se desarrollo entre 1919 y 1930 e involucró a mas de dos centenares de personas que llegaron en ferrocarril desde Buenos Aires. Un tren que ya funcionaba a finales del 1800, y como tantos otros dejaría de pasar desapareciendo pueblos a lo ancho y largo de la geografía argentina.
La casa no tiene un frente definido y cualquiera de sus lados podría ser el principal. Carece de un estilo definido, pero sus rasgos no pueden ser mas europeos (italianos, normandos, franceses, medievales).
Fue concebida en una época en donde la premisa de la burguesía era el "Show off", y muchas grandes estancias de imponentes cascos surgieron durante este período. Años en donde Argentina era uno de los países mas ricos y promisorios del mundo y muchas de sus familias vivían mejor que en Europa.
Los estancieros se mudaban por temporadas a sus palacetes de la pampa, y con ellos varias generaciones de toda su familia y la extensa servidumbre que era necesaria para atender a tantos.
Dicen que el mismo día en que muchos ilustres miembros de la aristocracia porteña habían llegado tras dos o tres días de viaje para la inauguración de el Castillo de Egaña, y en pleno festejo por este acontecimiento, la peor de las noticias se dio a conocer: Eugenio Diaz Vélez, el dueño, arquitecto y anfitrión de la casa había muerto en Buenos Aires. Todos los huéspedes, quienes iban a ocupar tras el festejo alguna de las 77 habitaciones de la casa, aceleraron su vuelta a la gran ciudad. No había borrachera o baile válido en esa noche de campo que había dejado de ser festiva.
Dicen que por eso, su única hija que había heredado la estancia, nunca pudo volver. Era un lugar que no podían asociar con la felicidad. Quizás tenía otras razones, pero lo cierto es que arrendó las tierras y no pudo volver durante los próximos 30 años, y cuando lo hizo, ya era tarde.
La estancia, que dicho sea de paso era extensa y se llamaba "San Francisco", estaba en franca decadencia. Todos los materiales caros, como la grifería, los mármoles, y el mobiliario completo fue subastado por el Ministerio de Asuntos Agrarios de la provincia de Buenos Aires. Nada para la señora que no tenía animales propios ni conocimiento alguno sobre la actividad.
Doblemente malo, para la heredera digo, la estancia fue expropiada en épocas de la Reforma Agraria de Juan Perón, junto a muchas tierras de otros terratenientes.
Desde 1958 pertenece al Ministerio de Asuntos Agrarios de la Provincia de Buenos Aires, que no parece aportar mucho a la propiedad o su memoria.
Si no te molesta el fuerte olor a excremento de ratas y murciélagos, y prestando mucha atención al estado deteriorado de la escalera, se puede subir a parte de la planta alta.
La leyenda de fantasmas que moran la propiedad surge seguramente del colectivo imaginario de los vecinos, por que ya desde los primeros años de abandono se hablaba de pasillos que crujían y voces que se oían en las noches. Voces de Indios Pampa, que hasta la reciente conquista del hombre blanco, era dueño de estos fértiles territorios.
Pocos años después de ser expropiado el castillo y la propiedad, el edificio funcionó durante algunos años como un Orfanato para todos los niños sin padres de las colonias formadas de la escisión. Uno de los internos era un joven ya entrado en años que no quería abandonar las instalaciones pese a su edad. Molesto por la expulsión, el joven se escondió entre los bosques de Eucalipto y espero a la máxima autoridad del orfanato para rematarlo de 8 disparos y huir con su auto.
El sector mas abandonado del casco y el único que me dio un poco de "miedo" al recorrer, es lo que antiguamente era la casa de los administradores, a unos 200 o 200 metros de la casa, y en donde se encuentra este galpón de esquila, que es muy bello por cierto.
Las casas abandonadas siempre dejan lugar a fantasmagóricas elucubraciones y a leyendas insólitas. El Castillo de Egaña no tiene por que ser la excepción, y cuando uno lo mira desde afuera, con tantas ventanas mirando se siente observado. Cuando uno lo camina por dentro percibe que lo hace por un lugar derrotado al que nunca le van a poder recuperar el espíritu con el cual fue concebido.
De lejos, cuando uno traspasa la tranquera y entra a una propiedad que desde afuera, (si uno no sabe la historia, no queda claro si es pública o privada) muestra su cara mas fantasmagórica. Si uno quiere dejarse sugestionar un rato, claro.
La soledad en el entorno es total. El castillo está en un área rural apartada y la manutención del parque, si existe solo se reduce a unos pocos animales pastando que suelen meterse en la casa.
La historia cuenta que a este lugar lo mando a edificar don Eugenio Diaz Vélez, nieto del prócer e hijo del homónimo, cuando heredo estas tierras. Para la obra se hizo de los materiales mas finos de Europa. La construcción se desarrollo entre 1919 y 1930 e involucró a mas de dos centenares de personas que llegaron en ferrocarril desde Buenos Aires. Un tren que ya funcionaba a finales del 1800, y como tantos otros dejaría de pasar desapareciendo pueblos a lo ancho y largo de la geografía argentina.
La casa no tiene un frente definido y cualquiera de sus lados podría ser el principal. Carece de un estilo definido, pero sus rasgos no pueden ser mas europeos (italianos, normandos, franceses, medievales).
Fue concebida en una época en donde la premisa de la burguesía era el "Show off", y muchas grandes estancias de imponentes cascos surgieron durante este período. Años en donde Argentina era uno de los países mas ricos y promisorios del mundo y muchas de sus familias vivían mejor que en Europa.
Los estancieros se mudaban por temporadas a sus palacetes de la pampa, y con ellos varias generaciones de toda su familia y la extensa servidumbre que era necesaria para atender a tantos.
Dicen que el mismo día en que muchos ilustres miembros de la aristocracia porteña habían llegado tras dos o tres días de viaje para la inauguración de el Castillo de Egaña, y en pleno festejo por este acontecimiento, la peor de las noticias se dio a conocer: Eugenio Diaz Vélez, el dueño, arquitecto y anfitrión de la casa había muerto en Buenos Aires. Todos los huéspedes, quienes iban a ocupar tras el festejo alguna de las 77 habitaciones de la casa, aceleraron su vuelta a la gran ciudad. No había borrachera o baile válido en esa noche de campo que había dejado de ser festiva.
Dicen que por eso, su única hija que había heredado la estancia, nunca pudo volver. Era un lugar que no podían asociar con la felicidad. Quizás tenía otras razones, pero lo cierto es que arrendó las tierras y no pudo volver durante los próximos 30 años, y cuando lo hizo, ya era tarde.
La estancia, que dicho sea de paso era extensa y se llamaba "San Francisco", estaba en franca decadencia. Todos los materiales caros, como la grifería, los mármoles, y el mobiliario completo fue subastado por el Ministerio de Asuntos Agrarios de la provincia de Buenos Aires. Nada para la señora que no tenía animales propios ni conocimiento alguno sobre la actividad.
Doblemente malo, para la heredera digo, la estancia fue expropiada en épocas de la Reforma Agraria de Juan Perón, junto a muchas tierras de otros terratenientes.
Desde 1958 pertenece al Ministerio de Asuntos Agrarios de la Provincia de Buenos Aires, que no parece aportar mucho a la propiedad o su memoria.
Si no te molesta el fuerte olor a excremento de ratas y murciélagos, y prestando mucha atención al estado deteriorado de la escalera, se puede subir a parte de la planta alta.
La leyenda de fantasmas que moran la propiedad surge seguramente del colectivo imaginario de los vecinos, por que ya desde los primeros años de abandono se hablaba de pasillos que crujían y voces que se oían en las noches. Voces de Indios Pampa, que hasta la reciente conquista del hombre blanco, era dueño de estos fértiles territorios.
Pocos años después de ser expropiado el castillo y la propiedad, el edificio funcionó durante algunos años como un Orfanato para todos los niños sin padres de las colonias formadas de la escisión. Uno de los internos era un joven ya entrado en años que no quería abandonar las instalaciones pese a su edad. Molesto por la expulsión, el joven se escondió entre los bosques de Eucalipto y espero a la máxima autoridad del orfanato para rematarlo de 8 disparos y huir con su auto.
El sector mas abandonado del casco y el único que me dio un poco de "miedo" al recorrer, es lo que antiguamente era la casa de los administradores, a unos 200 o 200 metros de la casa, y en donde se encuentra este galpón de esquila, que es muy bello por cierto.
Las casas abandonadas siempre dejan lugar a fantasmagóricas elucubraciones y a leyendas insólitas. El Castillo de Egaña no tiene por que ser la excepción, y cuando uno lo mira desde afuera, con tantas ventanas mirando se siente observado. Cuando uno lo camina por dentro percibe que lo hace por un lugar derrotado al que nunca le van a poder recuperar el espíritu con el cual fue concebido.
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