Inmerso entre las yungas de la provincia de Jujuy se encuentra el Parque Nacional Calilegua, que forma parte de la Reserva de Biosfera de las Yungas, un corredor verde de 1.350.000 hectáreas ubicadas entre las provincias de Jujuy y Salta, la que cruza en forma total y transversal hasta el límite mismo con Bolivia. Fue creada en 2002 por la UNESCO, para preservar este tipo de ambiente.
El Parque Nacional Calilegua constituye junto a la Selva Misionera el mayor espacio de biodiversidad de la Argentina. Entre su fauna, destaca la presencia del casi extinto yaguareté, del tapir y del puma.
Un gran porcentaje de las aves del país, conviven en las casi 80.000 hectáreas protegidas del P.N Calilegua, que donase la empresa Ledesma, quien además, mantiene otras 100.000 hectáreas protegidas que son linderas a Calilegua, en el sudeste jujeño.
Para llegar se recorren unos pocos kilómetros desde la Ruta 34, en donde se toma un camino consolidado hacia el área protegida. Son 106 kilómetros desde San Salvador de Jujuy, la capital provincial, o 1.650 kilómetros desde la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.Tras recorrer esos pocos kilómetros desde Libertador General San Martín, se cruza el puente sobre el Arroyo Aguas Negras, que oficia como límite del Parque Nacional Calilegua.
Ahí es donde comienza, propiamente hablando, el Parque Nacional Calilegua, el único del país que aún preserva un sector de Selva Pedemontana en estado virgen, en donde conviven gran cantidad de laureles, cebíles y tipas. Esto se ve durante los primeros kilómetros del recorrido, cuando nos movemos entre los 500 y los 700 metros de altura.
Los caminos serpenteantes del Parque Nacional Calilegua nos van llevando por tres etapas bien diferenciadas de la nubo selva de montaña (o yungas), y que ayudan a comprender al visitante los cambios en la flora que vamos viendo a medida que ascendemos.
En una aguada del camino, se ve alguno de los muchos cañadones que cruzan las Serranías de Calilegua. En verano arrastran un importante caudal de agua. Paramos a buscar huellas de animales salvajes, pero solo dimos con algunas de perros y vacas.
En esta etapa del recorrido transitamos otro sector del parque, esta vez de Selva Montana. Aquí transitamos entre los 700 y los 1.500 m.s.n.m.
Los altos cedros, los ceibos y los laureles se hacen presentes en gran número, siempre conviviendo con algunas de las 77 especies de helechos que se registran en el Parque Nacional Calilegua.
Dentro del Parque Nacional Calilegua hay 9 senderos para todos los gustos. Los caminitos van desde muy fáciles a muy difíciles. Algunos se hacen en 10 minutos, y otros demandan mas de 5 horas, sin contar que los visitantes pueden hacer recorridos a caballo, que demandan un mínimo de dos días.
En la parte mas alta del camino, y siempre transitando por sobre los 1.500 msnm, está el último área destacable, que es el Bosque Montano, en donde los alisos son mayoría, acompañados por los pinos.
Calilegua podría significar "Mirador de Piedra", en lengua Aymara. Dentro de las yungas se han encontrado restos de la Cultura San Francisco, de los Kollas (la Quebrada de Humahuaca está del otro lado de estas sierras), y hasta de los Guaraníes, quienes dominaban estos tipos de terrenos.
Luego de cruzar el Parque Nacional Calilegua continuamos camino por la "Ruta Provincial 83", hacia el pequeño poblado de San Francisco, en donde teníamos reservas para pasar la noche. No me acuerdo cual era el objetivo principal de dormir aquí. Quizás la sola curiosidad de ver hasta donde podíamos llegar con nuestros vehículos, en esas serranías que nos separan por menos de 8 kilómetros de la Quebrada de Humahuaca, pero que ningún vehículo pudo jamás cruzar.
Como nos sobraban unas pocas horas, buscamos campo traviesa algún lugar para descansar. El día estaba fresco, pero el sol de la montaña nos acariciaba el alma.
Por sobre el pasto corto, y con vistas aéreas a los valles, parámos a hacer uno de nuestros clásicos pic nicks gourmet, con productos importados desde la lejana Capital Federal. Como para comer algo caliente, mi siempre equipado amigo Andy, cocinó una de esas bolsas de pasta a la que solo hay que agregarle agua caliente, pero no encontró esta vez la posibilidad de ostentar sus dotes culinarias (horribles, mi amigo), así que zafamos con los fiambres ahumados.
Buscamos nuevamente la huella hacia San Francisco, y hasta tuvimos tiempo de hablar con una hermana, que con correa sacaba a pasear a su perro en el medio de la nada. Mis generosos amigos le dejaron unas donaciones que por lo general siempre llevamos en nuestros viajes.
Habíamos acordado llegar a las 5 de la tarde, ya que alguien iba a acercarse desde Ledesma (Libertador General San Martín) para abrirnos la puerta del rústico hotel de San Francisco.
Esperamos hasta que se hizo de noche, pero nadie se presentó. Costaba encontrar señal de teléfono, pero nadie había llamado para avisar de algún retraso, o algo. Tampoco nos atendían, por lo que desandamos nuevamente el camino hacia la ciudad de Libertador General San Martín, al mismo hotel que nos había alojado la noche anterior, cerca de los ingenios azucareros, en donde algunos días (y tales eran esos), hay un olor a vómito que domina el aire húmedo y subtropical, y hacen poco agradable el fin de la jornada.
El Parque Nacional Calilegua resultó de mi agrado. Es muy verde, panorámico e interesante. En mi próxima visita trataré de recorrer mas senderos, o de hacer una cabalgata por los lugares a donde no puedo acceder en mi 4x4.
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