No podía parar de reírme solo en la cama . Yo tampoco podía conciliar el sueño entre los efectos de la altura y tantos roncadores a mi alrededor, pero la indignación de las 10 personas que compartieron esa noche el único cuarto de hombres de la hostería Alfapuna de Tolar Grande con nosotros me causaba una gracia pícara. Veía como se levantaban a maldecir, como se tapaban con sus almohadas, como le pegaban a los colchones con sus puños cerrados apretando sus mandíbulas. Seguro que todos se acuerdan de esa noche en Tolar.
El agua del corredor de duchas salía caliente pero en poca cantidad. Tuve que vestirme casi mojado para no morir de hipotermia. Faltaban diez minutos para que suene el despertador del Tano Baldi que a las 6:30 AM iba a marcar el inicio de una larga jornada.
Tras un breve desayuno en el mismo parador en donde habíamos comido la noche anterior nos dispusimos a arrancar. Todos tenían sus vehículos listos y ansiedad por seguir el camino.
Nos acercamos entonces con las camionetas a la Estación Tolar Grande, otra del Ramal C-14 (también conocido como Ferrocarril Huaytiquina, Tren de las Nubes o Trasandino del Norte), la obra mas importante que jamás existió en el Territorio de los Andes, y una de las obras de ingeniería vial mas fascinantes del mundo.
Menuda sorpresa nos llevamos cuando vimos que ya hay obreros ferroviarios trabajando en la reactivación del servicio del Belgrano Cargas para la zona que comprende al Salar de Arizaro (obra que fuese anunciada en varias oportunidades quedando siempre trunca) y que en el futuro permitirá recuperar la salida a Chile (y por consiguiente a Bolivia) y al Pacífico por vía ferrea.
Cuando estábamos prontos a partir, personal de Gendarmería Nacional se acerca hasta nosotros entre consternados y curiosos a preguntar por nuestro itinerario. Cuando les contamos de nuestra intención de llegar a Mina Julia y hacer noche en algunas de las casas abandonadas de su pueblo satélite, conocido como Mina La Casualidad, nos dieron el alerta de NO hacerlo.
La noche anterior habían encontrado una camioneta abandonada con un cargamento de cocaína en su interior. Los narcotraficantes (aparentemente dos hombres de nacionalidad boliviana) estarían escondidos en los alrededores, lo que (según ellos) nos suponía un peligro ya que podrían atracarnos para robar alguno de nuestros vehículos, siendo esa la única manera de salir vivos de un lugar tan hostil e inhóspito como lo es la Puna, donde además las distancias son siempre demasiado grandes como para hacer caminando sin caer en los peligros de la noche.
Desde la estación bajamos en un prolijo y lento tandem para encontrarnos con Sandra y Omar, quienes también se iban a sumar a nosotros para hacer el camino a Socompa. Juntos nos fuimos a ver los Ojos de Mar que se encuentran a dos o tres kilómetros del pueblo Tolar Grande, pero antes (parecía joda) arranqué el día pinchando otra vez mi rueda trasera izquierda. Gastón hace gala de su juventud y experiencia y demuestra que sus palabras no eran vanas cuando dijo que el cambiaba una goma en siete minutos.
En estos Ojos de Mar viven los Estromatolitos, que son fósiles vivientes que se han adaptado a las condiciones extremas de la Puna, de altísima radiación solar y extrema salinidad.
Estos microbios y bacterias (los estramatolitos) viven en las mismas condiciones que tenía el planeta tierra hace 3.500 millones de años. Forman un ecosistema único en el mundo, y si bien eran comunes en el pasado, con el paso del tiempo fueron desapareciendo de la faz de la tierra y hoy solo se pueden encontrar en pocos lugares de la Puna, donde el ambiente que persiste es lo mas parecido al pasado.
Al costado del camino hay tumbas de personas que no lo lograron. La mas famosa y fotografiada es "La Tumba del Aleman". En el salar yacen restos momificados de miles de animales muertos. Allí íbamos internando, cada vez mas lejos de una salida coherente, al simpático matrimonio tucumano que quería llegar al poco conocido Paso Socompa. ¿Podría llegar esta pareja hasta esos recónditos confines?
Si, podían, y nos íbamos a asegurar de ello.
Tras superar el traqueteo constante del camino que cruza el salar, y para cuando habíamos llegado a la Estacion Taca-Taca, que lleva ese nombre por las sierras homónimas que la protegen del viento, la Suzuki DRZ 400 de Gastón comenzó a hacer un ruido horrible. El motor emitía un poco esperanzador "taca-taca-taca" frustrando el sueño del hijo del Tano de ser nuestra punta de lanza, abriendo camino para el convoy, ahí donde no lo hubiera, ya que domina sus corsarios de dos ruedas.
¡Que desolación! Duele apreciar el enorme esfuerzo que han hecho quienes construyeron estas vías y moraron por estas latitudes ayudando a integrar regiones.
Desde ahí proseguimos nuestro camino siempre en dirección al Volcan Socompa, haciendo una nueva, necesaria e interesante parada en Estación Caipe, en donde el tren pasaba dos veces por semana y que funcionó hasta 1991. Hoy también está abandonada, pero que es de las mas importantes en la zona. Desde aquí partía un camino asfaltado a Mina La Casualidad por el cual se transportaba azufre durante las décadas del 50,60 y 70, y que no recibe mantenimiento desde entonces. No lo tomamos. Ese sería el camino fácil, y además ese día "no podíamos" dormir en La Casualidad.
En Caipe hay una bomba hasta donde seis veces por día llegan camiones cisternas para cargar el agua que abastece a los pobladores de Tolar Grande (200 habitantes) el pueblo mas grande del área.
Desde la interminable heladera sin fondo de Andy salieron quesos, longanizas, mortadelas, varias docenas de cervezas y la mayonesa necesaria para condimentar una de sus vanagloriadas ensaladas jardineras mit tuna que preparó en una mesita ganada con puntos de su tarjeta de crédito.
Con un bocadito de acá y otro de allá escuchaba a don Eduardo decir - "Ah…esta es mi única perdición" mientras una mueca cómplice se le formaba en la barba. Yo acompañaba a Gastón ahogando nuestras penas en Fernet con Coca-Cola con gigantes bloques de hielo. Sabía a gloria.
Desde ahí proseguimos nuestro avance hacia la Estacion Chuculaqui (4.322) , probablemente la estación de trenes mas alta de Sudamérica, siguiendo el rumbo lógico siempre con el Salar de Arizaro grande como un mar de anchas playas a nuestra izquierda, y ya varios de cientos de metros mas abajo de donde nos encontrábamos.
Por ese camino de faldeo que no es otro que la "ruta internacional" que va al Paso Socompa llegamos al sector del camino que Gendarmería Nacional nos había advertido. La traza del camino se había angostado mucho, y ellos ya no podían pasar en sus Unimog´s.
El agua del corredor de duchas salía caliente pero en poca cantidad. Tuve que vestirme casi mojado para no morir de hipotermia. Faltaban diez minutos para que suene el despertador del Tano Baldi que a las 6:30 AM iba a marcar el inicio de una larga jornada.
Tras un breve desayuno en el mismo parador en donde habíamos comido la noche anterior nos dispusimos a arrancar. Todos tenían sus vehículos listos y ansiedad por seguir el camino.
Nos acercamos entonces con las camionetas a la Estación Tolar Grande, otra del Ramal C-14 (también conocido como Ferrocarril Huaytiquina, Tren de las Nubes o Trasandino del Norte), la obra mas importante que jamás existió en el Territorio de los Andes, y una de las obras de ingeniería vial mas fascinantes del mundo.
Foto Horacio "El Tano" Baldi |
No podíamos bajar a Elsa de su trencito |
La noche anterior habían encontrado una camioneta abandonada con un cargamento de cocaína en su interior. Los narcotraficantes (aparentemente dos hombres de nacionalidad boliviana) estarían escondidos en los alrededores, lo que (según ellos) nos suponía un peligro ya que podrían atracarnos para robar alguno de nuestros vehículos, siendo esa la única manera de salir vivos de un lugar tan hostil e inhóspito como lo es la Puna, donde además las distancias son siempre demasiado grandes como para hacer caminando sin caer en los peligros de la noche.
Desde la estación bajamos en un prolijo y lento tandem para encontrarnos con Sandra y Omar, quienes también se iban a sumar a nosotros para hacer el camino a Socompa. Juntos nos fuimos a ver los Ojos de Mar que se encuentran a dos o tres kilómetros del pueblo Tolar Grande, pero antes (parecía joda) arranqué el día pinchando otra vez mi rueda trasera izquierda. Gastón hace gala de su juventud y experiencia y demuestra que sus palabras no eran vanas cuando dijo que el cambiaba una goma en siete minutos.
En estos Ojos de Mar viven los Estromatolitos, que son fósiles vivientes que se han adaptado a las condiciones extremas de la Puna, de altísima radiación solar y extrema salinidad.
Estos microbios y bacterias (los estramatolitos) viven en las mismas condiciones que tenía el planeta tierra hace 3.500 millones de años. Forman un ecosistema único en el mundo, y si bien eran comunes en el pasado, con el paso del tiempo fueron desapareciendo de la faz de la tierra y hoy solo se pueden encontrar en pocos lugares de la Puna, donde el ambiente que persiste es lo mas parecido al pasado.
Estas bacterias pudieron ser muy importantes para la formación de la vida en la tierra, pues captaban el Dióxido de Carbono (co2) de la atmósfera convirtiéndolo en oxígeno (o2), en un momento en el que el oxígeno no existía, ni tampoco la capa de ozono que estos microrganismos ayudaron a conformar.
Cruzamos unos 80 kilómetros de una ruta que cruza una porción de El Salar de Arizaro, uno de los mas grandes del mundo. Es el mismo camino que usaban los pastores llevando el ganado a Chile (y viceversa) durante los siglos XVIII y XIX.Al costado del camino hay tumbas de personas que no lo lograron. La mas famosa y fotografiada es "La Tumba del Aleman". En el salar yacen restos momificados de miles de animales muertos. Allí íbamos internando, cada vez mas lejos de una salida coherente, al simpático matrimonio tucumano que quería llegar al poco conocido Paso Socompa. ¿Podría llegar esta pareja hasta esos recónditos confines?
Si, podían, y nos íbamos a asegurar de ello.
Tras superar el traqueteo constante del camino que cruza el salar, y para cuando habíamos llegado a la Estacion Taca-Taca, que lleva ese nombre por las sierras homónimas que la protegen del viento, la Suzuki DRZ 400 de Gastón comenzó a hacer un ruido horrible. El motor emitía un poco esperanzador "taca-taca-taca" frustrando el sueño del hijo del Tano de ser nuestra punta de lanza, abriendo camino para el convoy, ahí donde no lo hubiera, ya que domina sus corsarios de dos ruedas.
¡Que desolación! Duele apreciar el enorme esfuerzo que han hecho quienes construyeron estas vías y moraron por estas latitudes ayudando a integrar regiones.
Desde ahí proseguimos nuestro camino siempre en dirección al Volcan Socompa, haciendo una nueva, necesaria e interesante parada en Estación Caipe, en donde el tren pasaba dos veces por semana y que funcionó hasta 1991. Hoy también está abandonada, pero que es de las mas importantes en la zona. Desde aquí partía un camino asfaltado a Mina La Casualidad por el cual se transportaba azufre durante las décadas del 50,60 y 70, y que no recibe mantenimiento desde entonces. No lo tomamos. Ese sería el camino fácil, y además ese día "no podíamos" dormir en La Casualidad.
En Caipe hay una bomba hasta donde seis veces por día llegan camiones cisternas para cargar el agua que abastece a los pobladores de Tolar Grande (200 habitantes) el pueblo mas grande del área.
Desde la interminable heladera sin fondo de Andy salieron quesos, longanizas, mortadelas, varias docenas de cervezas y la mayonesa necesaria para condimentar una de sus vanagloriadas ensaladas jardineras mit tuna que preparó en una mesita ganada con puntos de su tarjeta de crédito.
Con un bocadito de acá y otro de allá escuchaba a don Eduardo decir - "Ah…esta es mi única perdición" mientras una mueca cómplice se le formaba en la barba. Yo acompañaba a Gastón ahogando nuestras penas en Fernet con Coca-Cola con gigantes bloques de hielo. Sabía a gloria.
Desde ahí proseguimos nuestro avance hacia la Estacion Chuculaqui (4.322) , probablemente la estación de trenes mas alta de Sudamérica, siguiendo el rumbo lógico siempre con el Salar de Arizaro grande como un mar de anchas playas a nuestra izquierda, y ya varios de cientos de metros mas abajo de donde nos encontrábamos.
Por ese camino de faldeo que no es otro que la "ruta internacional" que va al Paso Socompa llegamos al sector del camino que Gendarmería Nacional nos había advertido. La traza del camino se había angostado mucho, y ellos ya no podían pasar en sus Unimog´s.
Foto Eduardo Cinicola |
Cuando llegamos a la mencionada curva, el Renault Duster (Dacia en otros mercados) de Omar encontró las primeras dificultades del día en esa huella arenosa que quería expulsar del camino al vehículo de origen rumano. En uno de esos deslizamientos, Sandra (la mujer de Omar) lo abandono en pleno esfuerzo por no acabar rodando barranca abajo. No volvió ella a mirar hacia atrás.
Omar, quien resultó un gran piloto, seguía su instinto de defensa de doblar sus ruedas hacia la montaña, cosa que no hay que hacer pues ocasionaba que las ruedas traseras de su bólido buscasen el precipicio.
El camino está consolidado y en buen estado, pero este tramo presentaba suelo arenoso y suficiente inclinación lateral como para hacer deslizar los vehículos.
- "Cuidado, Omar, con cuidado. Frenaaa" - Gritaba alguien por la radio. El Duster se acercaba peligrosamente a la pendiente.
Estábamos a 4.160 m.s.n.m. Desinflamos las cubiertas de la maquinola, y mientras Gastón hacía fuerza desde el lateral que daba al vacío, Omar logró pasar victorioso por esa curva de peralte negativo, que además lo obligaba a pisar el acelerador.
Supongo que 100 metros mas adelante se "amigó" con su mujer, pues juntos continuaron el camino.
Superada la curva y con todos sobre la calzada no tardamos mucho mas en quedar embobecidos con el paisaje. No puede la Puna tener tantos lugares que le quitan a uno el aliento.
Ya en lo que parecía una línea recta en dirección al Volcán Socompa, y en las cercanías de la que en antaño era la Estación Quebrada del Agua pudimos observar los restos del tren descarrilado que veníamos intentando ubicar en las laderas por algunos minutos.
Se desconocen los motivos ciertos de este accidente ferroviario. Pudo haber sido un derrumbe, una distracción de los maquinistas o el sistema de frenos congelado lo que hizo que esa madrugada, la locomotora GT22 9702 siguiese de largo por la curva cayendo 300 metros al vacío, ocasionándoles la muerte a los dos operarios y la destrucción de varios de los vagones de la formación. Por su ubicación, nunca intentaron recuperar la locomotora que yace a unos dos kilómetros en línea recta desde el lugar en donde sacamos las fotos.
Cuando el tren pasaba, la formación se detenía por varios minutos a rendirles homenaje a esos operarios que habían perdido la vida en este fatídico accidente. Quizás "la gota que rebalsó el vaso" y desactivo este servicio de cargas y pasajeros.
Ahora si teníamos de frente y mas cerca que nunca al majestuoso Volcán Socompa, que marca uno de los límites con Chile. Al pie su laguna homónima, que como en los Ojos de Mar de Tolar Grande, se han encontrado Estromatolitos (los mas altos del mundo) lo que le valió el título de área protegida.
Pretendimos llegar "desde abajo" a la Estación Quebrada del Agua, y aunque logramos ascender a medio recorrido, no nos fue posible el avance por lo que tuvimos que pegar la vuelta. Con el Tano nos contentábamos en ver mas de cerca a la Laguna Socompa, con su color producto de la cantidad de Carbonato de Calcio y Arsénico, y al gigante volcán que pudo ser tanto mas grande de no haber perdido gran parte de su cuerpo en el último gran movimiento de placas litosféricas.
El día estaba llegando a su fin. Ya no podíamos llegar a la mina abandonada "La Casualidad" en donde además nos habían instado a no ir. Nuestra única carta posible era pedir asilo en el puesto de Gendarmería Nacional de Socompa. Era eso o dormir adentro de las camionetas.
Creo que ni nos oyeron llegar, o si le hicieron dijeron "No debe ser nadie". Pasaron 5 minutos hasta que uno de los gendarmes abrió tímidamente la puerta para encontrar a ocho viajeros que iban a terminar con la paz de su tarde/noche.
Nos abrieron la "casita" en donde dormiríamos, y hasta nos prestaron algunos colchones para tirar en el piso. Aunque las instalaciones están, no hay ni agua ni luz, pero es una construcción preparada para las temperaturas extremas, y no pasamos frío durante la noche.
Armamos una gran picada regada por nuestros mejores vinos mientras nos íbamos haciendo amigos y nos enterábamos de como es la vida de un gendarme de frontera en un puesto tan remoto y poco visitado como lo es el de Socompa. Están prácticamente abandonados a la buena de Dios, y a la ayuda de los Carabineros chilenos que mas de una vez "les salvaron las papas".
A veces cuesta entender el accionar de Gendarmería Nacional para con sus gendarmes, que todo lo dejan haciendo patria en los confines mas remotos.
Le siguió a la picada un plato de macarrones que prepararon las chicas, y hasta hubo algo de postre.
Aprendí mucho de los gendarmes y de mis compañeros durante esta jornada.
Para el tercer tiempo me sume a un campeonato de Ping-Pong con los gendarmes. El derroche de talento era tal que hasta conformamos el "Socompa Ping-Pong Club".
Gracias a Hermes, Gabriela, José y Ariana quienes nos recibieron de brazos abiertos. El grupo agradecido por todo cuanto nos brindan.
Eran pasadas las 12 de la noche. Hora de apagar el grupo electrógeno que les da energía durante algunas horas de la noche a los gendarmes de Socompa, la frontera olvidada.
(Viene de acá)
Omar, quien resultó un gran piloto, seguía su instinto de defensa de doblar sus ruedas hacia la montaña, cosa que no hay que hacer pues ocasionaba que las ruedas traseras de su bólido buscasen el precipicio.
El camino está consolidado y en buen estado, pero este tramo presentaba suelo arenoso y suficiente inclinación lateral como para hacer deslizar los vehículos.
- "Cuidado, Omar, con cuidado. Frenaaa" - Gritaba alguien por la radio. El Duster se acercaba peligrosamente a la pendiente.
Estábamos a 4.160 m.s.n.m. Desinflamos las cubiertas de la maquinola, y mientras Gastón hacía fuerza desde el lateral que daba al vacío, Omar logró pasar victorioso por esa curva de peralte negativo, que además lo obligaba a pisar el acelerador.
Supongo que 100 metros mas adelante se "amigó" con su mujer, pues juntos continuaron el camino.
Superada la curva y con todos sobre la calzada no tardamos mucho mas en quedar embobecidos con el paisaje. No puede la Puna tener tantos lugares que le quitan a uno el aliento.
Ya en lo que parecía una línea recta en dirección al Volcán Socompa, y en las cercanías de la que en antaño era la Estación Quebrada del Agua pudimos observar los restos del tren descarrilado que veníamos intentando ubicar en las laderas por algunos minutos.
Se desconocen los motivos ciertos de este accidente ferroviario. Pudo haber sido un derrumbe, una distracción de los maquinistas o el sistema de frenos congelado lo que hizo que esa madrugada, la locomotora GT22 9702 siguiese de largo por la curva cayendo 300 metros al vacío, ocasionándoles la muerte a los dos operarios y la destrucción de varios de los vagones de la formación. Por su ubicación, nunca intentaron recuperar la locomotora que yace a unos dos kilómetros en línea recta desde el lugar en donde sacamos las fotos.
Cuando el tren pasaba, la formación se detenía por varios minutos a rendirles homenaje a esos operarios que habían perdido la vida en este fatídico accidente. Quizás "la gota que rebalsó el vaso" y desactivo este servicio de cargas y pasajeros.
Ahora si teníamos de frente y mas cerca que nunca al majestuoso Volcán Socompa, que marca uno de los límites con Chile. Al pie su laguna homónima, que como en los Ojos de Mar de Tolar Grande, se han encontrado Estromatolitos (los mas altos del mundo) lo que le valió el título de área protegida.
Pretendimos llegar "desde abajo" a la Estación Quebrada del Agua, y aunque logramos ascender a medio recorrido, no nos fue posible el avance por lo que tuvimos que pegar la vuelta. Con el Tano nos contentábamos en ver mas de cerca a la Laguna Socompa, con su color producto de la cantidad de Carbonato de Calcio y Arsénico, y al gigante volcán que pudo ser tanto mas grande de no haber perdido gran parte de su cuerpo en el último gran movimiento de placas litosféricas.
El día estaba llegando a su fin. Ya no podíamos llegar a la mina abandonada "La Casualidad" en donde además nos habían instado a no ir. Nuestra única carta posible era pedir asilo en el puesto de Gendarmería Nacional de Socompa. Era eso o dormir adentro de las camionetas.
Creo que ni nos oyeron llegar, o si le hicieron dijeron "No debe ser nadie". Pasaron 5 minutos hasta que uno de los gendarmes abrió tímidamente la puerta para encontrar a ocho viajeros que iban a terminar con la paz de su tarde/noche.
Nos abrieron la "casita" en donde dormiríamos, y hasta nos prestaron algunos colchones para tirar en el piso. Aunque las instalaciones están, no hay ni agua ni luz, pero es una construcción preparada para las temperaturas extremas, y no pasamos frío durante la noche.
A la derecha la casita en donde dormimos |
A veces cuesta entender el accionar de Gendarmería Nacional para con sus gendarmes, que todo lo dejan haciendo patria en los confines mas remotos.
Le siguió a la picada un plato de macarrones que prepararon las chicas, y hasta hubo algo de postre.
Aprendí mucho de los gendarmes y de mis compañeros durante esta jornada.
Recién llegados al puesto de gendarmería |
Gracias a Hermes, Gabriela, José y Ariana quienes nos recibieron de brazos abiertos. El grupo agradecido por todo cuanto nos brindan.
Eran pasadas las 12 de la noche. Hora de apagar el grupo electrógeno que les da energía durante algunas horas de la noche a los gendarmes de Socompa, la frontera olvidada.
(Viene de acá)
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