La idea de este sexto día era seguir recorriendo estas porciones tan poco célebres de la provincia de La Rioja, hasta alcanzar el desconocido Paso Lamar, un abra entre los cerros Rajado y el Morado, por donde discurría en antaño parte de la extensa red vial de los Incas conocida como Chapaq Ñam o el Camino del Inca, y por donde re ingresaríamos a la vecina provincia de San Juan.
En lo que creíamos que sería nuestro "último" día de esta travesía, intentaríamos probar lo que nadie había hecho antes en un vehículo de cuatro ruedas, si es que lográbamos sortear con éxito los múltiples escollos que presenta el hostil terreno. Tendríamos un día duro por delante.
Tras cargar combustible y hacernos de unos pocos víveres dimos inicio a la jornada, saliéndonos hacia esos costados que uno siempre mira desde la Ruta 40.
Ya habíamos tenido suficientes ramas dibujando rayas en nuestras camionetas durante varios días de esta travesía, pero la primer parte de este recorrido nos obligaba nuevamente a circular por sobre la espinosa maleza, aunque (sólo) de momento por un terreno mas gentil pero que atravesó las telas de mas de una goma.
(Viene de acá)
Comenzar ese día en un hotel de esos con buenas camas, duchas con presión y un calórico desayuno fue un placer necesario. Llevábamos algunas jornadas sin bañarnos y le debíamos a nuestros cuerpos varias horas de sueño.
Bien relajados, llenos de energía y gozando del paisaje Marciano a mas no poder fuimos avanzando a buen ritmo por una traza geodésica (mínima longitud entre dos puntos) intentando acercarnos al cerro Rajado (uno de los mas altos del área) y también al río Bermejo.
Si pensaban que ya habíamos tenido suficiente, se equivocan. Las próximas jornadas iban a presentar obstáculos de los mas variopintos , incluso antes de llegar al río Bermejo, el único escollo que temíamos por lo cenagoso de su piso, con información de primera mano de nuestros amigos, el arqueólogo Aldo Lombardi y el motero Néstor Queralt, quienes tuvieron que luchar "a brazo partido" contra el suelo del río, que nunca tiene un momento "ideal" para cruzarlo.
El día anterior habíamos tenido un "cruce" de final feliz con los guarda parques del vecino Parque Nacional Talampaya, y sabíamos que a falta de algo mejor que hacer iban a estar tras nuestros pasos, comprobando si habíamos seguido sus consejos abandonando la zona. Es mas. Los escuchábamos por la radio y sabíamos perfectamente en donde estaban.
En la serie de consejos del día anterior veían como un acto estúpido e insensato el intentar el cruce del río Bermejo y/o algunos de sus varios brazos, a riesgo de perder nuestros vehículos "chupados" por su cenagosa y traicionera superficie. Sabíamos del riesgo e íbamos preparados para lo peor.
Para no meternos gratuitamente en quilombos fuimos haciendo un esfuerzo considerable para circular siempre por fuera de los dominios que están bajo su protección, alejándonos mas y mas de ellos.
Los primeros vadeos de la mañana sucedieron sin mayores sobresaltos tal como debía ocurrir. Si encontrábamos problemas con estos cruces ya no tendría sentido intentarlo mas adelante cuando el cauce del río es tanto mas ancho, peligroso y profundo.
La verdad es que en ese momento no quería estar en ningún otro lugar. Nuevamente Argentina nos regalaba paisajes como salidos de otro planeta.
Algunas horas mas adelante, y de a poco, empezaría a cambiar de opinión. Si bien el paisaje me seguía gustando, ya no quería estar ahí. Vamos por partes.
En este momento del recorrido íbamos avanzando a buen ritmo por un terreno muy divertido de transitar, lleno de pequeños obstáculos que no revestían de mayor dificultad, mas que las ocasionales subidas con suelo poco firme que debíamos superar para ir uniendo los diferentes bolsones.
Cada tanto no quedaba otra que internárnos nuevamente entre la ya odiada maleza de estos bolsones buscando el modo mas efectivo de salir de tan intrínseca geografía
Cada tanto hacíamos una parada para leer el terreno (nadie quería dar vueltas "al pedo") y de paso robar unas galletitas dulces que nunca faltan en el kit de supervivencia del profe Cinicola.
Con la temperatura en ascenso casi llegando al medio día nos topamos a sabiendas con unas barrancas altas. Desde allí tendríamos que buscar el modo menos arriesgado para intentar un nuevo cruce, esta vez del Río Seco de la Petiza, otro de los ríos de la zona del que no se tiene registro de vida alguna, pues su curso de agua sumamente irregular nunca es permanente.
El terreno se iba abriendo mientras avanzábamos hacia el oeste yendo en paralelo al río. En esta instancia hacen su aparición los primeros escalones difíciles de sortear del día, de esos que irremediablemente harán tope contra nuestros paragolpes traseros o bumpers.
Al cabo de un rato dimos con el único lugar por donde podríamos cruzar este río en particular, nuevamente a sabiendas que mas adelante sólo podía ser peor el panorama.
¿Podremos cruzar y salir de aquí?
Supongo que era la pregunta generalizada. Ganas de salir no me faltaban. Cada cruce de río era mas exigente e iba acentuando y complicando nuestra situación en caso de no poder superarlos. Cualquier rescate a esta altura iba a demandar de muchas horas, si no días, y como bien nos habían advertido, hasta corríamos el riesgo de perder nuestros vehículos.
Por otro lado, esas ansias de "conquista" y superación nos daban la fuerza y el estímulo necesario para seguir tentando a la suerte.
Buscamos una vez mas la forma mas amena de re ingresar a la provincia de San juan, localizando subidas superables y lugares en donde el lecho del río se presente lo mas firme posible a modo de cruzar con la mayor de las seguridades.
Con suerte y si todo seguía al relativo buen ritmo que llevábamos, podíamos encarar la vuelta hacia Buenos Aires el sábado a la noche llenos de rayas y buenas anécdotas.
Como el nuevo cruce de río fue exitoso, nos tomamos un rato para parar y comer algo bajo los rayos del sol. Necesitábamos un poco de energía para continuar por la parte mas difícil de nuestro periplo.
Tras un almuerzo con pan del día y bebidas casi frías continuamos nuestro camino viendo a nuestro paso paisajes con figuras muy parecidas a las que se pueden encontrar en el vecino y popular Parque Nacional Talampaya, sintiéndonos cada vez mas cerca de cumplir nuestros objetivos del día y del viaje.
Como dije antes, lo mas difícil aún estaba por llegar, pero "a cuenta gotas". En el cuarto o quinto cruce de ríos, el cumpa Panastas pierde tracción y queda encajado en el río. No le queda otra que mojarse las "patitas" para enganchar el malacate de Denis que ya lo está esperando en la otra orilla del río junto al resto del grupo.
Por varios kilómetros un ruido molesto lo acompañaría, hasta que paramos a sacar un buen número de pequeñas piedras atrapadas entre los discos de freno de la Toyota Hilux.
Mas tarde quedamos encajonados entre grandes paredes. El sol a esta hora está pegando muy fuerte.
Estamos buscando la manera de re ingresar a la provincia de San Juan para encarar el bendito y merecido Paso de Lamar.
El grupo se separa en tres buscando alternativas. En un momento parecía que íbamos a tener que volver por sobre nuestras huellas, pero es Panastas el que nos saca de aquí, moviendo unas piedras y creando una huella superable que nos permite avanzar un poco por los filos, desde donde lográbamos una mejor visión del área.
Tras unas breves idas y vueltas volvemos a penetrar la provincia de San Juan. Vamos trepando las faldas del Cerro Rajado, por momentos dándole la espalda a la Cordillera de los Andes, pero siempre apuntando hacia el oeste.
Ahora íbamos en busca de una antigua Tambería Inca que se encuentra a los pies de la Sierra Morada (límite con La Rioja). Para llegar tuvimos que cruzar el río mas ancho del día. Esta vez fui yo el que quedó encajado en las aguas, pudiendo salir a fuerza de malacate usando la Nissan Patrol como a ancla.
Los restos de esta Tambería hoy son apenas visibles. Para algunos historiadores se trata nada menos que de "La ciudad perdida de Lamar", un lugar del que no se tiene certeza alguna de que alguna vez haya siquiera existido.
Quizas en el futuro sepamos mas, ya que desde 2013 es un sitio arqueológico "protegido" por los entes provinciales de San Juan. Veremos si algo cambia.
Tras cruzar por el Paso de Lamar volvimos a encontrarnos con una vegetación muy tupida que iba cerrando nuestro paso. Estábamos a sólo 3 kilómetros (en línea recta) del famoso y aguardado río Bemejo, el último y gran escollo de esta travesía.
Perdidos entre la espesura del monte nos agarró la noche. Ya no tenía sentido seguir intentando avanzar. Era imposible encontrar por donde salir, o siquiera ganar unos metros. Al menos ese día.
En cuanto encontramos un lugar despejado paramos para hacer una nueva noche de campamento. Había leña seca en los alrededores, y lo mas curioso es que cada tanto aparecía señal de teléfono proveniente de las instalaciones de la cercana Mina Gualcamayo (oro y plata).
Estábamos "a un pelito" de salir pero ya no tenía sentido seguir probando. Con un rico Risotto by Elsa y varios vasos de rico vino Sanjuanino nos fuimos acostumbrando al frío, con una rara sensación de estar acampando tan cerca de la ruta, pero aún nos quedaba hacer el cruce grande de río Bermejo.
Estábamos A un pelo de salir
En lo que creíamos que sería nuestro "último" día de esta travesía, intentaríamos probar lo que nadie había hecho antes en un vehículo de cuatro ruedas, si es que lográbamos sortear con éxito los múltiples escollos que presenta el hostil terreno. Tendríamos un día duro por delante.
Hacia el Paso Lamar |
Ya habíamos tenido suficientes ramas dibujando rayas en nuestras camionetas durante varios días de esta travesía, pero la primer parte de este recorrido nos obligaba nuevamente a circular por sobre la espinosa maleza, aunque (sólo) de momento por un terreno mas gentil pero que atravesó las telas de mas de una goma.
Paisaje Marciano |
Comenzar ese día en un hotel de esos con buenas camas, duchas con presión y un calórico desayuno fue un placer necesario. Llevábamos algunas jornadas sin bañarnos y le debíamos a nuestros cuerpos varias horas de sueño.
Bien relajados, llenos de energía y gozando del paisaje Marciano a mas no poder fuimos avanzando a buen ritmo por una traza geodésica (mínima longitud entre dos puntos) intentando acercarnos al cerro Rajado (uno de los mas altos del área) y también al río Bermejo.
Si pensaban que ya habíamos tenido suficiente, se equivocan. Las próximas jornadas iban a presentar obstáculos de los mas variopintos , incluso antes de llegar al río Bermejo, el único escollo que temíamos por lo cenagoso de su piso, con información de primera mano de nuestros amigos, el arqueólogo Aldo Lombardi y el motero Néstor Queralt, quienes tuvieron que luchar "a brazo partido" contra el suelo del río, que nunca tiene un momento "ideal" para cruzarlo.
El día anterior habíamos tenido un "cruce" de final feliz con los guarda parques del vecino Parque Nacional Talampaya, y sabíamos que a falta de algo mejor que hacer iban a estar tras nuestros pasos, comprobando si habíamos seguido sus consejos abandonando la zona. Es mas. Los escuchábamos por la radio y sabíamos perfectamente en donde estaban.
En la serie de consejos del día anterior veían como un acto estúpido e insensato el intentar el cruce del río Bermejo y/o algunos de sus varios brazos, a riesgo de perder nuestros vehículos "chupados" por su cenagosa y traicionera superficie. Sabíamos del riesgo e íbamos preparados para lo peor.
Para no meternos gratuitamente en quilombos fuimos haciendo un esfuerzo considerable para circular siempre por fuera de los dominios que están bajo su protección, alejándonos mas y mas de ellos.
Los primeros vadeos de la mañana sucedieron sin mayores sobresaltos tal como debía ocurrir. Si encontrábamos problemas con estos cruces ya no tendría sentido intentarlo mas adelante cuando el cauce del río es tanto mas ancho, peligroso y profundo.
La verdad es que en ese momento no quería estar en ningún otro lugar. Nuevamente Argentina nos regalaba paisajes como salidos de otro planeta.
Algunas horas mas adelante, y de a poco, empezaría a cambiar de opinión. Si bien el paisaje me seguía gustando, ya no quería estar ahí. Vamos por partes.
En este momento del recorrido íbamos avanzando a buen ritmo por un terreno muy divertido de transitar, lleno de pequeños obstáculos que no revestían de mayor dificultad, mas que las ocasionales subidas con suelo poco firme que debíamos superar para ir uniendo los diferentes bolsones.
Cada tanto no quedaba otra que internárnos nuevamente entre la ya odiada maleza de estos bolsones buscando el modo mas efectivo de salir de tan intrínseca geografía
Cada tanto hacíamos una parada para leer el terreno (nadie quería dar vueltas "al pedo") y de paso robar unas galletitas dulces que nunca faltan en el kit de supervivencia del profe Cinicola.
Con la temperatura en ascenso casi llegando al medio día nos topamos a sabiendas con unas barrancas altas. Desde allí tendríamos que buscar el modo menos arriesgado para intentar un nuevo cruce, esta vez del Río Seco de la Petiza, otro de los ríos de la zona del que no se tiene registro de vida alguna, pues su curso de agua sumamente irregular nunca es permanente.
El terreno se iba abriendo mientras avanzábamos hacia el oeste yendo en paralelo al río. En esta instancia hacen su aparición los primeros escalones difíciles de sortear del día, de esos que irremediablemente harán tope contra nuestros paragolpes traseros o bumpers.
Al cabo de un rato dimos con el único lugar por donde podríamos cruzar este río en particular, nuevamente a sabiendas que mas adelante sólo podía ser peor el panorama.
Río Seco de la Petiza, en La Rioja |
Supongo que era la pregunta generalizada. Ganas de salir no me faltaban. Cada cruce de río era mas exigente e iba acentuando y complicando nuestra situación en caso de no poder superarlos. Cualquier rescate a esta altura iba a demandar de muchas horas, si no días, y como bien nos habían advertido, hasta corríamos el riesgo de perder nuestros vehículos.
Por otro lado, esas ansias de "conquista" y superación nos daban la fuerza y el estímulo necesario para seguir tentando a la suerte.
Buscamos una vez mas la forma mas amena de re ingresar a la provincia de San juan, localizando subidas superables y lugares en donde el lecho del río se presente lo mas firme posible a modo de cruzar con la mayor de las seguridades.
Con suerte y si todo seguía al relativo buen ritmo que llevábamos, podíamos encarar la vuelta hacia Buenos Aires el sábado a la noche llenos de rayas y buenas anécdotas.
Como el nuevo cruce de río fue exitoso, nos tomamos un rato para parar y comer algo bajo los rayos del sol. Necesitábamos un poco de energía para continuar por la parte mas difícil de nuestro periplo.
Tras un almuerzo con pan del día y bebidas casi frías continuamos nuestro camino viendo a nuestro paso paisajes con figuras muy parecidas a las que se pueden encontrar en el vecino y popular Parque Nacional Talampaya, sintiéndonos cada vez mas cerca de cumplir nuestros objetivos del día y del viaje.
Como dije antes, lo mas difícil aún estaba por llegar, pero "a cuenta gotas". En el cuarto o quinto cruce de ríos, el cumpa Panastas pierde tracción y queda encajado en el río. No le queda otra que mojarse las "patitas" para enganchar el malacate de Denis que ya lo está esperando en la otra orilla del río junto al resto del grupo.
Por varios kilómetros un ruido molesto lo acompañaría, hasta que paramos a sacar un buen número de pequeñas piedras atrapadas entre los discos de freno de la Toyota Hilux.
Mas tarde quedamos encajonados entre grandes paredes. El sol a esta hora está pegando muy fuerte.
Estamos buscando la manera de re ingresar a la provincia de San Juan para encarar el bendito y merecido Paso de Lamar.
El grupo se separa en tres buscando alternativas. En un momento parecía que íbamos a tener que volver por sobre nuestras huellas, pero es Panastas el que nos saca de aquí, moviendo unas piedras y creando una huella superable que nos permite avanzar un poco por los filos, desde donde lográbamos una mejor visión del área.
El objetivo ahora es bajar nuevamente al valle para encontrar un lugar óptimo y con el suelo lo mas firme posible, de modo de poder cruzar el gran escollo del día. Un río Bermejo que hacia estos lares es cada vez mas ancho, profundo y traicionero.
Desde esta suerte de valles fuimos dando muchas vueltas buscando las subidas que sean superables, guardando todos los tracks (el recorrido) para todos los que usan Viajeros Mapas.Tras unas breves idas y vueltas volvemos a penetrar la provincia de San Juan. Vamos trepando las faldas del Cerro Rajado, por momentos dándole la espalda a la Cordillera de los Andes, pero siempre apuntando hacia el oeste.
Ahora íbamos en busca de una antigua Tambería Inca que se encuentra a los pies de la Sierra Morada (límite con La Rioja). Para llegar tuvimos que cruzar el río mas ancho del día. Esta vez fui yo el que quedó encajado en las aguas, pudiendo salir a fuerza de malacate usando la Nissan Patrol como a ancla.
Los restos de esta Tambería hoy son apenas visibles. Para algunos historiadores se trata nada menos que de "La ciudad perdida de Lamar", un lugar del que no se tiene certeza alguna de que alguna vez haya siquiera existido.
Quizas en el futuro sepamos mas, ya que desde 2013 es un sitio arqueológico "protegido" por los entes provinciales de San Juan. Veremos si algo cambia.
Tras cruzar por el Paso de Lamar volvimos a encontrarnos con una vegetación muy tupida que iba cerrando nuestro paso. Estábamos a sólo 3 kilómetros (en línea recta) del famoso y aguardado río Bemejo, el último y gran escollo de esta travesía.
Perdidos entre la espesura del monte nos agarró la noche. Ya no tenía sentido seguir intentando avanzar. Era imposible encontrar por donde salir, o siquiera ganar unos metros. Al menos ese día.
En cuanto encontramos un lugar despejado paramos para hacer una nueva noche de campamento. Había leña seca en los alrededores, y lo mas curioso es que cada tanto aparecía señal de teléfono proveniente de las instalaciones de la cercana Mina Gualcamayo (oro y plata).
Estábamos "a un pelito" de salir pero ya no tenía sentido seguir probando. Con un rico Risotto by Elsa y varios vasos de rico vino Sanjuanino nos fuimos acostumbrando al frío, con una rara sensación de estar acampando tan cerca de la ruta, pero aún nos quedaba hacer el cruce grande de río Bermejo.
Estábamos A un pelo de salir
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