Estaba feliz de estar nuevamente en territorio africano. Me esperaba un viaje rico en cultura, aventura y sensaciones, esta vez acompañado por mis compañeros del 4x4 con quienes recorreríamos 5.000 kilómetros por varios tipos de paisajes.
Día 1: Vuelo de Buenos Aires a Sao Paulo. Unas cuatro horas de escala en Guarulhos y posterior vuelo al O.R. Tambo de Johannesburg, el aeropuerto más grande de África, donde por alguna razón había una multitud en la cola de migraciones.
Lamentablemente, Argentina perdió el vuelo directo con el que hasta hace unos años se podía llegar a la capital financiera de Sudáfrica.
Día 2: Teníamos ocho horas de escala en Johannesburgo previo a nuestro viaje a Namibia. No habíamos pegado un ojo en nuestros vuelos diurnos, pero queríamos aprovechar el día, así que arreglamos un minibus con su correspondiente chofer, para que nos lleve a dar una rápida vuelta por algunos lugares de la ciudad.
Johannesburgo es una ciudad grande. Tiene unos 10 millones de habitantes y un tamaño considerable que la ubica entre las 40 ciudades de mayor tamaño en el mundo, y la tercera de África atrás de El Cairo y Lagos. Elegimos el sitio (creo yo) mas trascendente a nivel histórico, y nos fuimos al barrio de Soweto. Caminamos unas cuadras hasta la vivienda de Desmond Tutu, pero comprobamos que no reciben visitas.
Este hombre fue un gran luchador contra el Apartheid, lo que le valió un Premio Nobel de la Paz en 1984. Fue el primer arzobispo negro de Sudáfrica y supo vivir alguna vez en la misma calle donde tenía su casa Nelson Mandela, que dicho sea de paso, también fue galardonado con el Premio Nobel de la Paz.
En mi visita anterior me había conmovido el Museo Hector Pieterson, así que decidí llevar a mis amigos a este lugar, ideal para repasar la historia convulsa y reciente de esta "nueva" nación del sur del continente.
En mi visita anterior al Museo de Hector Pieterson contaba La historia de la foto de un niño que cambió el mundo . El sitio está muy bien armado y es frecuentemente visitado por alumnos de cualquier edad y de todo el país.
Desde el museo nos acercamos a la que fuera la primer casa de Nelson Mandela (ver mi visita anterior a La casa de Nelson Mandela ). Aquí se guarda la historia de un personaje central en la creación de la "Rainbow Nation", rodeado de objetos que le pertenecieron.
Cansados pero contentos hicimos una parada y dedicamos un momento de reflexión sobre la vida de este importante hombre, antes de juntar fuerzas y seguir con el recorrido.
Desde la casa de Mandela proseguimos camino a otro barrio cercano en donde se encuentra el ex presidio que tuvo detenido en sus años mas oscuros a tres Premios Nobel de la Paz, y donde actualmente funciona Constitution Hill.
Anteriormente había funcionado como un fuerte mandado a construir por
Paul Kruger, quien fuese líder de la resistencia Bóer, ante un inminente ataque de la
Marina Británica.
En mi artículo de Constitution Hill, un ícono de la libertad de Sudáfrica había contado la historia acerca de este lugar tan particular que eligieron los sudafricanos para emplazar su corte de justicia.
Algunos se quedaron durmiendo en el minibus mientras otros recorríamos las entrañas del renovado edificio. Desde allí nos acercamos a almorzar al barrio de Melville, una zona que no había conocido en mi visita anterior. Con una serie de platillos locales y varias cervezas dimos por terminada esta breve visita a Jozi, como la llaman cariñosamente los sudaficanos.
Volvimos al O.R. Tambo para tomar nuestro vuelo hacia Windhoek. Bajamos en la pista. No había nadie en el aeropuerto Hosea Kutako. Tardamos una hora o mas en comprar chips telefónicos y solucionar por USD7 por semana el tema de las comunicaciones (te dan 700 mensajes de Whatsup , algunos Mega y varias llamadas).
El chofer del hotel Safari nos esperaba con su minibus. Premiamos su paciencia con los primeros Rand de Namibia que habíamos conseguido.
El hotel estaba "de camino" al aeropuerto, pero nos llevó 40 minutos llegar a destino por rutas apenas transitadas. Los de recepción (los mismos que nos habían mandado al chofer) no tenían registros de nuestras reservas hechas por Booking.com. La inoperancia de los empleados, sumado a nuestro cansancio generalizado por el trajín del último día y medio, convirtieron a ese momento en uno no muy agradable a la hora de comenzar un viaje. Apenas solucionado el tema nos zambullimos al restaurante del lugar, corriendo el riesgo de quedarnos sin comida. Dos o tres botellas de vino y la posterior entrega de un cuarto mas grande cambiaron nuestro humor.
Día 1: Vuelo de Buenos Aires a Sao Paulo. Unas cuatro horas de escala en Guarulhos y posterior vuelo al O.R. Tambo de Johannesburg, el aeropuerto más grande de África, donde por alguna razón había una multitud en la cola de migraciones.
Lamentablemente, Argentina perdió el vuelo directo con el que hasta hace unos años se podía llegar a la capital financiera de Sudáfrica.
Día 2: Teníamos ocho horas de escala en Johannesburgo previo a nuestro viaje a Namibia. No habíamos pegado un ojo en nuestros vuelos diurnos, pero queríamos aprovechar el día, así que arreglamos un minibus con su correspondiente chofer, para que nos lleve a dar una rápida vuelta por algunos lugares de la ciudad.
Johannesburgo es una ciudad grande. Tiene unos 10 millones de habitantes y un tamaño considerable que la ubica entre las 40 ciudades de mayor tamaño en el mundo, y la tercera de África atrás de El Cairo y Lagos. Elegimos el sitio (creo yo) mas trascendente a nivel histórico, y nos fuimos al barrio de Soweto. Caminamos unas cuadras hasta la vivienda de Desmond Tutu, pero comprobamos que no reciben visitas.
Este hombre fue un gran luchador contra el Apartheid, lo que le valió un Premio Nobel de la Paz en 1984. Fue el primer arzobispo negro de Sudáfrica y supo vivir alguna vez en la misma calle donde tenía su casa Nelson Mandela, que dicho sea de paso, también fue galardonado con el Premio Nobel de la Paz.
En mi visita anterior me había conmovido el Museo Hector Pieterson, así que decidí llevar a mis amigos a este lugar, ideal para repasar la historia convulsa y reciente de esta "nueva" nación del sur del continente.
En mi visita anterior al Museo de Hector Pieterson contaba La historia de la foto de un niño que cambió el mundo . El sitio está muy bien armado y es frecuentemente visitado por alumnos de cualquier edad y de todo el país.
Desde el museo nos acercamos a la que fuera la primer casa de Nelson Mandela (ver mi visita anterior a La casa de Nelson Mandela ). Aquí se guarda la historia de un personaje central en la creación de la "Rainbow Nation", rodeado de objetos que le pertenecieron.
Cansados pero contentos hicimos una parada y dedicamos un momento de reflexión sobre la vida de este importante hombre, antes de juntar fuerzas y seguir con el recorrido.
En mi artículo de Constitution Hill, un ícono de la libertad de Sudáfrica había contado la historia acerca de este lugar tan particular que eligieron los sudafricanos para emplazar su corte de justicia.
Algunos se quedaron durmiendo en el minibus mientras otros recorríamos las entrañas del renovado edificio. Desde allí nos acercamos a almorzar al barrio de Melville, una zona que no había conocido en mi visita anterior. Con una serie de platillos locales y varias cervezas dimos por terminada esta breve visita a Jozi, como la llaman cariñosamente los sudaficanos.
Volvimos al O.R. Tambo para tomar nuestro vuelo hacia Windhoek. Bajamos en la pista. No había nadie en el aeropuerto Hosea Kutako. Tardamos una hora o mas en comprar chips telefónicos y solucionar por USD7 por semana el tema de las comunicaciones (te dan 700 mensajes de Whatsup , algunos Mega y varias llamadas).
El chofer del hotel Safari nos esperaba con su minibus. Premiamos su paciencia con los primeros Rand de Namibia que habíamos conseguido.
El hotel estaba "de camino" al aeropuerto, pero nos llevó 40 minutos llegar a destino por rutas apenas transitadas. Los de recepción (los mismos que nos habían mandado al chofer) no tenían registros de nuestras reservas hechas por Booking.com. La inoperancia de los empleados, sumado a nuestro cansancio generalizado por el trajín del último día y medio, convirtieron a ese momento en uno no muy agradable a la hora de comenzar un viaje. Apenas solucionado el tema nos zambullimos al restaurante del lugar, corriendo el riesgo de quedarnos sin comida. Dos o tres botellas de vino y la posterior entrega de un cuarto mas grande cambiaron nuestro humor.
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