domingo, 26 de abril de 2020

Trekking por aldeas remotas de Azerbaiyán

Las minorías étnicas que viven en Azerbaiyán no llegan a componer el 10% de la población de la nación. El resto, la amplia mayoría, es de origen Azerí. Entre estos grupos algunos son sumamente desconocidos y posiblemente estén prontos a desaparecer.
Pensamos como hacer para conocer estos pueblos y no tardamos en darnos cuenta de que no había otra manera que hacerlo contratando un guía, ya que resultaba obligatorio para conocer esta parte del país. Decidimos entonces organizar un trekking de tres días y dos noches uniendo varias aldeas en las montañas del Gran Cáucaso, durmiendo en casas de familia, y permitiendo una conexión más profunda con la gente de las montañas.
Nos encontramos con nuestro guía Tural y un conductor de pocas palabras que tenía aspecto de vasco. Partimos desde allí seis personas en un vehículo de doble tracción, un simpatico UAZ de origen ruso, y en este caso con un motor Peugeot de segunda mano.
La primera parte del recorrido, aún por rutas de pavimento o tierra mejorada, discurrió entre paisajes verdes con un cierto aire tropical, y largos boulevares con árboles cuyas copas se tocaban.
Tras alguna curva el camino cambia y se convierte en uno típico de montaña. A partir de allí fuimos
ascendiendo literalmente a los saltos hasta nuestros primeros destinos, observando las montañas que hacen frontera con Dagestán, la frontera más austral de Rusia.
La puerta del conductor se abría cada tanto y había que tener cuidado de no golpear las cabezas contra los parantes o el techo, que para mi suerte era de lona.
Paisajes de la Cordillera del Gran Cáucaso en Azerbaiyán
Durante nuestra visita en primavera tocaron unos días con bastante sol, y la temperatura fue de lo más amena. No soplaba una brisa de viento y por lo general la senda estaba despejada de todo obstáculo. En invierno las temperaturas pueden descender unos 30 grados bajo cero, y los asentamientos quedan aislados durante largos meses.
Con el correr de los kilómetros los paisajes iban mejorando. Cada curva podía significar un cambio abrupto para lo que nuestros ojos veían. Un elixir para quienes amamos la montaña. Estar en este lugar del mundo sin duda es algo especial.
Nuestro UAZ
En algún punto del Xinaliq Youm, el camino a la aldea de Galeykhudat, solo se puede continuar en vehículos con caja reductora, o 4x4 baja, ya que los senderos se tornan empinados y serpenteantes. Hicimos una breve parada para acoplar los cubos de bloqueo del UAZ para enfrentar con mayor eficiencia lo que seguía de una senda hasta el momento amena.
Almuerzo en Gadeykhudat o Galakhudat o Galey Khudat
Así llegamos felices y exultantes con nuestras primeras impresiones a Gadeykhudat. Una familia local nos esperaba en una casa de piedras y ramas en dónde compartiríamos un almuerzo. Bebimos varias tazas de té con esta gente de origen túrquico que están "desde siempre" en la zona. De hecho dicen ser descendientes de Noé y sobrevivientes del Gran Diluvio Universal.
La interacción no es del todo fácil ya que hablan un idioma propio. Son pocos los que hablan una  segunda lengua, y cuando sucede, por lo general es el Azerí.

Esta era también nuestra primer experiencia con la cocina de Azerbaiyán fuera de lo que sucede en Bakú, dónde la oferta gastronómica tiene todo lo que el mundo sibarita tiene para ofrecer. En la casa, sentados en una mesa al ras del suelo comimos Kyufta bozbash, una sopa tradicional de las montañas del Cáucaso hecha con cordero, papa, tomate y menta, entre otros condimentos. Esto acompañado con pan (churek), el queso típico de Eurasia y el infaltable vaso de té.
Durante la tarde hicimos caminatas por la zona y de noche comimos los restos del mediodía.

Al día siguiente nos despedimos de nuestros amables anfitriones y proseguimos con nuestro itinerario.
Las montañas del Cáucaso
Seguimos el camino es ascenso sobre la Cordillera del Gran Cáucaso por senderos de gran belleza en dónde aparecen verdes valles a diestra y siniestra que son aprovechados por los pastores siguiendo las mismas costumbres de sus ante pasados a través de los siglos. Pudimos durante la larga caminata hasta la siguiente aldea, observar nutridos rebaños de ovejas, vacas que sorprendían por lo gordas y algunos ejemplares del Pastor Caucásico, un tipo de perro moloso y de gran porte que puede pesar 100 kilos y nunca había tenido la oportunidad de ver en vivo.
Calles de Khinaluz o Xinaliq
Con el último aliento llegamos a la aldea de Khinalug, el pueblo más alto de Europa (si es que se considera como parte del continente), pero de seguro lo es en Azerbaiyán y también el más remoto, y una de las poblaciones más altas de las que existen entre las montañas del Cáucaso. Un pueblo de unos 2.000 habitantes que lograron mantener su identidad y cultura básicamente por el aislamiento que se produce en el largo invierno en dónde las aldeas quedan incomunicadas durante meses, y a muchas de ellas solo se puede llegar a caballo cuando la nieve finalmente de derrite.

Las viviendas, unas 380, están construidas a mano con piedras tipo laja. Un sistema que se llama Tiknes y que resulta ser el método de construcción más antiguo de este país con forma de águila. No obstante la antigüedad de las casas rondan entre los 200 y 300 años.
Vehículo militar en Xinaliq, Azerbaiyán
Quien escribe era el único del grupo con un poco de energía para recorrer los confines del pueblo y aprender un poco de esta gente que habita estas tierras al menos desde la época de la Albania Caucásica, un pueblo fundado en el siglo III a.C. cuyos límites se extendían entre Daguestán y Azerbaiján y con quienes los habitantes de Khinalug (o Xinaliq) están étnicamente relacionados.
Los zapatos afuera
En esta aldea son musulmanes sunitas, y muy religiosos, como sucede en las poblaciones afuera de Bakú, pero así y todo siguen siendo muy tradicionales a la hora de las ceremonias o ritos anteriores que las familias han logrado mantener inalterados a lo largo de más de 2.000 años de historia, ya que en antaño eran zoroastrianos. Esta religión monoteísta era la religión de estado de Irán y otros países de influencia Persa. Seguían las enseñanzas de Zarathustra, un profeta iraní que vivió en algún momento entre 1.500 y 1.000 a.C.
Algún templo pagano todavía sobrevive en el área, así como cuevas y una docena de mezquitas, las más antiguas de los siglos XI y XII.
Pila de estiércol
Ante la ausencia de árboles en la zona, los locales recurren al estiércol vacuno como combustible. Las mujeres, los niños y los pastores lo recolectan durante todo el año a fin de poder cocinar todos los días y almacenar una considerable cantidad para calentar las viviendas durante los duros y eternos meses de invierno. 
Previamente secan el estiércol al sol para luego confeccionar compactos blosques.
Las casas suelen reservar la planta baja como establo para ovejas o como gallineros. En la planta superior se encuentran las cocinas y los dormitorios. Los pisos están cubiertos con decenas de alfombras de su etnia, y con algún diseño particular al clan al cuál pertenecen.
Khinalug o Xinaliq
Todo el pueblo tiene menos de 2.000 habitante y está dividido en 4 clanes. Cada uno de esos clanes tiene su mezquita, sus propios cementerios de tamaños mayores al del pueblo, dado su antiguedad en la zona. Estos clanes tienen su propia manera de vestir e incluso sus propios diseños de alfombras. Dicho sea de paso, sus medias de lana gozan de cierta fama en el Cáucaso y pueden ser fácilmente reconocidas por contar con un diseño muy similar al de las alfombras que confeccionan
Domino en Azerbaiyán
En Khinalug hablan el Ketsh, un idioma con ciertas similitudes a las de algunas regiones del Daguestán, pero con muchas particularidades que no se encuentran entre otras lenguas del Cáucaso, y que ciertamente no tiene nada que ver con las de origen Túrquico que se hablan en Azerbaiján.
Gramaticalmente es una lengua completa con género masculino y femenino y dos tipos de neutro.
Había sido un día lindo pero apenas se escondió el sol tras las montañas, unos fríos vientos nos corrieron hacia el interior de la vivienda a la espera de una rica taza de té para esperar la comida.
Comimos unos dumplings de con hojas de repollo muy rico, más té con cubos de azúcar rubia y unas pocas costillitas de cabra que evidentemente habían sobrado, algunos caramelos para rellenar y un vino de regalo que trajo nuestro guía de montaña, que como casi todos aquí era musulmán y poco entendía de vinos. Había elegido para nosotros un vino local de cerezas que fruncía el upite
Dormimos en esa misma casa en un gran cuarto en dónde había 5 colchones en fila y algunos más apilados. Varias mantas pesadas que fueron necesarias para paliar el frío, pero nada se podía hacer contra el olor a amoniaco del ambiente. Era como estar dentro de un mingitorio en una estación central de trenes
La noche iba a ser muy larga y los baños se encontraban fuera de la vivienda del otro lado de la calle bajo un cobertizo de chapas. Ya me estaba arrepintiendo de las 18 tazas de té.
Montañas del Cáucaso. Shahdagh
Dormimos poco y mal debido al frío y al olor amoníaco al que curiosamente nunca pudimos acostumbrarnos. El día comenzó temprano con el ruido de las ovejas saliendo del establo y el de los gallos antes de la primer luz del día.
Tomamos unos vasos de té caliente para sacarnos el frío y comimos unos trozos de pan antes de continuar camino por estos bellísimos paisajes salpicados con aldeas centenarias.
Trekking en el Cáucaso
Nuestro guía Tural, muy conocido en la zona, nos hizo caminar bastante ese día. El sendero en general no tenía grandes desniveles y no resultaba para nada difícil. Cada tanto nos contaba algo del lugar o nos enseñaba alguna flor de las muchas que crecen salvajes en las montañas del Cáucaso.
Cascada en Azerbaiján
Esta última parte si requería atención y cierto esfuerzo físico. Tras descender varios cientos de metros llegamos a esta cascada oculta. Al regresar fue difícil dar con uno de nuestros compañeros que no se había sumado al periplo. Un vago.
Cañadones del Cáucaso
Desde allí continuamos en el UAZ que por suerte nos estaba esperando, primero yendo por una senda empinada y otro segmento del recorrido a campo traviesa, ocasión en la que nuestro conductor aprovechó para echar a unos pastores que alimentaban a sus animales en tierras que pertenecían a su clan. Un momento de suspenso ya que los gritos de las partes iban escalando.
Cementerio de Kryz o Qriz
Al rato de andar comenzamos a ver tumbas en el camino. Cada vez más seguido hasta que llegamos a los primeros cementerios. En ellos había tumbas de varios siglos de antigüedad que se mesclaban con otras del período árabe.
La aldea de Qriz (Giriz o Kryz) se encuentra en una fértil llanura a 1.200 metros de altura. El estar tanto más bajo que las poblaciones anteriores les permite a sus habitantes tener frutales y criar ganado. En el pueblo viven unas 300 personas que también tiene su propio idioma hablado por casi 6.000 personas, y mantienen sus costumbres como buenos musulmanes sunitas.
Si bien pequeña, esta aldea se nota más próspera. Las construcciones son de mayor calidad, gran parte de las casas tienen un vehículo en sus puertas y las calles son anchas.
Kryz AZ
En la escuela del pueblo hoy se imparten clases de su idioma, pero también del ruso, lengua que en esta parte de Azerbaiján nunca se habló, ni siquiera durante las largas décadas en las que esta zona estuvo bajo control del Imperio Ruso y más tarde de la URSS.
Comida de Azerbaiyán
Nuevamente hicimos contacto con una de las familias locales quienes nos recibieron en su casa para un rico almuerzo que ya tenían prácticamente preparado en una mesa a la altura del piso.
Con la cosecha de frutos propios había mucho jugo de algo que se parece a un tomate Cherry pero tiene la consistencia de una aceituna, mermelada de la familia de las grosellas, dos tipos de pan, uno neutro y el otro tipo árabe.
El almuerzo fue ameno y abundante. Algunos se dieron el lujo de dormir una pequeña siesta.
Paisajes de leyenda en el Cáucaso
Luego del almuerzo proseguimos un camino cada vez más verde hasta un profundo cañadón en dónde nos detuvimos a meditar y deleitarnos con estas maravillosas vistas sentados sobre grandes rocas con nuestros pies colgando por sobre el precipicio.

El camino de vuelta fue diferente al de ida y ninguno decepcionó . En un puente sobre un río muy caudaloso nos despedimos de nuestro guía y el conductor del UAZ, y tras esperar una hora una coqueta Mercedes Benz digna de los servicios secretos nos vino a buscar para llevarnos de regreso a Bakú, dónde nos esperaba una vibrante noche en la capital del país.