miércoles, 25 de enero de 2017

Maria Ignacia - Vela (o la inspiración de Soriano)


Dos nombres tiene Maria Ignacia - Vela , uno de tantos pueblos en Argentina cuya creación está estrictamente relacionada con la llegada del ferrocarril, en este caso en particular, como continuación o prolongación del servicio del Ferrocarril Sud que concluía en la ciudad de Bahía Blanca.

Como en aquella oportunidad estaba de paseo por Tandil, me acerqué a ver que tiene para contarnos.
María Ignacia - Vela nació dos años antes de la llegada del ferrocarril, cuando Felipe y Pedro Vela, dos hermanos con muchos intereses en la zona, cedieron en 1885 los terrenos para la construcción de la estación de ferrocarril y del pueblo, nombrado Vela en su honor.
Los Vela contaban con grandes extensiones de tierra excelente para el cultivo de trigo. Fueron uno de los productores mas grandes del sur bonaerense y contaban con servicios de carretas en el área de Chapaleofú. Aquí mismo tenían funcionando una de sus pulperías.

La otra mitad, la de María Ignacia viene del lado de Vicente Casares, un estanciero responsable de la primer industria láctea del país, quien había comprado un gran pedazo de tierra a un lado de la nueva estación, nombrada así en honor a una de las hijas que había tenido con su mujer, doña María Hersilia Lynch Videla Dorna.
Si bien el crecimiento de María Ignacia - Vela no podía compararse al de Tandil (ciudad y cabecera del partido homónimo), los primeros años no fueron para nada malos y el optimismo por la llegada del ferrocarril duraría un buen tiempo.
Tan rápido como para 1912, María Ignacia - Vela ya contaba con su Juzgado de Paz, un Registro Civil, las siempre activas oficinas del correo, un telégrafo, las dependencias municipales, cuatro hoteles y un único club de fútbol (mas tarde se sumarían otras instituciones tanto deportivas como sociales). Los habitantes ya pensaban en su autonomía, y en su prometedor futuro.
En aquellos años Argentina experimentaba un gran crecimiento económico por el alto precio internacional de los cereales. Una bonanza que terminaría con los coletazos de la Crisis de 1929 (o Gran Depresión), que sumía a los pueblos del mundo en una profunda cris económica que duraría hasta la Segunda Guerra Mundial.

El pueblo de María Ignacia - Vela tuvo que reinventarse de la noche a la mañana. Así fue como los productores agropecuarios volcaron sus capitales a una nueva y desconocida actividad: La piedra.

Tan pronto como 1930 comienzan con los trabajos de picapiedras en la cantera Troncoso y Varela, en las Sierras Altas de Vela. Estas sierras son parte del sistema de Tandilia, que además de ser el mas antiguo del planeta, nos recuerda que hace 2.500 millones de años aún estábamos unidos al continente africano.

La mayoría de los casi 7000 habitantes habían abandonado el pueblo para no volver. El Registro Civil así lo confirma. Desde entonces Vela no ha vuelto a crecer de la manera que lo venía haciendo, sin embargo esta nueva actividad redobla la esperanza de los pobladores, en especial tras la visita en 1934 del por aquel entonces Presidente de la Nación, Agustín P. Justo.

En ese mismo lugar donde hoy se encuentran los restos de la cantera de Troncoso & Varela existen también restos de antiguos asentamientos Mapuches.
Las calles de Vela son anchas, como las de casi todos los pueblos modernos de Buenos Aires. Hasta hace no mucho, casi todas las calles eran de tierra. En la esquina de Belgrano y Pellegrini me detuve ante el arco de entrada al Prado Español, un lugar que nucleaba a la Colectividad Hispana de María Ignacia - Vela y Tandil.
Todos aquí se acuerdan de aquellas "buenas y viejas épocas" de Vela. Medio pueblo se juntaba por las noches para las famosas Romerías españolas.
Juan Domingo Perón había llegado a su primer presidencia polarizando y dividiendo a la sociedad (época de Braden o Perón). Como parte de la Ley de Arrendamiento, las tierras alrededor de Vela y varios de sus pueblos circundantes fueron expropiadas como parte de un plan fracasado de colonización. Eran los primeros curros a gran escala.
En el sector mas céntrico del pueblo se encuentra la moderna parroquia, inaugurada en 1904. Está dedicada a Nuestra Señora del Rosario, que es la patrona de Vela. El edificio actual es de 1964.
Caminando llegué a un cuidado boulevard en donde hay una suerte de Monumento al Bombero. Los Bomberos Voluntarios de Vela funcionan como institución desde el 14 de septiembre de 1982, luego de un incendio que reduciera a cenizas la casa de un vecino velense.
Dejando lo mejor para el final proseguí camino hasta la delegación municipal con sus anchas veredas. Es sin duda uno de los edificios mas destacados del pueblo. Data de 1932.
No muy lejos de allí me senté en uno de sus bancos a fumar un cigarrillo y dejarme influenciar por el ambiente del lugar. Cuentan en Vela que por las noches se lo veía a Osvaldo Soriano caminando perdido por las calles de este pueblo que sirvió como escenario de Colonia Vela, aquella localidad salida de la imaginación del escritor, y presente en tres de sus novelas mas memorables.
La primera de ellas fue "No habrá mas penas ni olvido" (1978), donde se narra el momento de un enfrentamiento entre peronistas de izquierda y peronistas de derecha que termina con sucesos trágicos para la vida de los pobladores. Ocurre durante la tercer presidencia de Perón (otoño del 74).
Esta novela fue llevada al cine de la mano del director Héctor Olivera.
 Era la hora de la siesta y no vagaba un alma por Vela. Cuando finalmente di con alquien pregunté por el bar de Soriano, y no me supieron decir.
El Bar Tito tiene sus puertas abiertas desde 1926, aunque antes tenía otro nombre. Aunque nunca cerró sus puertas, lo cierto es que Tito murió en 1996 y el bar sólo abre cuando los dueños actuales andan sobrados de tiempo.
Gustan decir por acá que adentro solía sentarse el escritor Osvaldo Soriano en esa silla blanca que destaca del resto. Le gustaba la caña Ombu y estudiar a los parroquianos en quienes se inspiraba para algunos de sus personajes.
Al frente del Bar Tito se encuentra la estación de ferrocarril, un punto con mucho mas movimiento que el que presenta hoy, dando la sensación de fin de pueblo.
En "Cuarteles de invierno" (1980), el escritor centra su obra en un boxeador con algún laurel bajo el brazo y un cantante que oficia como narrador de la historia que los tiene como protagonistas. Se conocen aquí, en esta estación hoy descuidada. La novela es una continuación de la anterior, que ocurre en el mismo lugar en tiempos turbulentos. También fue llevada al cine.

El autor vuelve a usar Colonia Vela para uno de sus libros. En "Una sombra ya pronto serás" (1990) cuenta la historia los personajes que va conociendo un informático recién llegado de Europa y sin un mango en su deambular por los pueblos de la pampa bonaerense.
Muchos llegan hasta aquí siguiendo los pasos del escritor. Otros (como en mi caso) lo hacen desde Tandil. Descubrir Vela resultó interesante. Los parajes cercanos son de lo mas agradable.

jueves, 12 de enero de 2017

El Museo de Arte Islámico de Berlin

En el mismo edificio del Museo del Pérgamo, mas precisamente en su ala sur, funciona desde 1932 el Museo de Arte Islámico, uno de esos sitios que nadie debiera perderse en su visita a la capital de Alemania. Verdad que son muchos los museos de calidad en Berlin.
Aquella mañana en el Museum für Islamische Kunst resultaba una extraordinaria oportunidad de visitar nuevamente una excelente colección permanente de arte islámico de entre los siglos VII y XIX proveniente en su mayoría de Asia Central, pero en pleno centro de Berlin.
Ya bajo las arcadas podía divisar la fachada de la Puerta de Mshatta, una de las joyas del museo. Se trata de las partes mas detacadas de la fachada con la que iba a contar el Qasr Al-Mshatta (    (قصرالمشتى
El "Palacio de Invierno", como era conocido en el siglo VIII, nunca llegó a ser concluido tras el asesinato del Califa Al- Walid II (período Umayyad), quien lo había mandado a construir.

Años mas tarde un terremoto se encargó de destruir gran parte del conjunto antes de que éste quede completamente abandonado en pleno desierto jordano.
La fachada expuesta tiene unos 30 metros de largo y 5 de altura. Se mantiene en excepcional estado de conservación, a diferencia del resto del conjunto derrumbado que aún permanece in situ, y que no tiene ni por asomo el trabajo decorativo grabado en la piedra caliza, en donde se aprecian aves, mamíferos y algunos animales mitológicos.
Occidente le debe la Fachada de Mshatta a Josef Strygowski, un austríaco de ascendencia polaca que la había "descubierto" en uno de sus tantos viajes a Jordania. De inmediato le dió aviso a su colega y amigo Wilhem von Bode, responsable de los museos reales de Berlin. Entusiasmado y ansioso, von Bode persuadió al emperador Guillermo II de traer esos restos arqueológicos para engrosar la colección de arte islámico de la corte.
Al enterarse Abdul Hamid II (Sultán de Turquía) del interés del emperador Guillermo II por estos restos, decidió elegir los mas vistosos y ragalárselos al regente de Alemania, con la que Turquía tenía muy buenas relaciones . No sólo quedaba bien, sino que se "sacaba de encima" estas paredes revocadas con con un tipo de arte de la época de Persia con la que ya no se sentía a gusto.
A partir de ese gesto se da inicio a la colección de arte islámico del museo.

Durante la Segunda Guerra Mundial cayeron casi medio millón de toneladas de bombas en Berlin, destruyendo mas del 80% de la ciudad. Pese a que los museos hicieron un esfuerzo sobre humano para proteger su acerbo, una de las torres de la Fachada de Mshatta fue dañada.
En 1954, varios años mas tarde de finalizado el conflicto bélico, el museo fue re abierto al público en una nueva Alemania del Este (Deutsche Demokratische Republik- DDR)
Mucho tiempo antes, a orillas del río Tigris en lo que hoy es Iraq, Samarra, una ciudad cercana a Bagdad capaz de rivalizar con las mas poderosas de la época, vivía su mejor momento bajo el califato Abasí. En el Museo de Arte Islámico hay una buena cantidad de piezas obtenidas durante las excavaciones llevadas a cabo por el arqueólogo alemán Ernst Herzfeld entre 1911 y 1913.
En aquellos tiempos el Imperio Otomano todavía regía por sobre todo el norte de África, Asia Menor y la península de los Balcanes al sur del río Danubio. Nada mal para un imperio que ya tenía los días contados.
Cien años atrás, cuando ocurrían las excavasiones existía un tratado entre las partes en las que se dividían el patrimonio encontrado.

Samarra, fundada en el 835 fue una ciudad suntuosa, capital del califato Abasí durante poco mas de medio siglo, tiempo suficiente para construir la mezquita mas grande del mundo árabe, un hipódromo y mogollón de palacios desde donde trajieron algunos paneles con relieve que datan de esos días.
Tras vitrinas de acrílico hay utensillos como cajas o arquetas y cuernos de marfil de gran belleza y trabajo procedentes del emirato islámico de Sicilia, que datan del siglo XI.
Otra sala que me gustó es la que tiene la colección de alfombras, kilims y tapices, con esos diseños tan elaborados plasmados sobre sedas e hilos.
Alfombras y tapices del Imperio Otomano (1300 - 1520) con diseños menos convencionales.

Otro de los grandes atractivos del Museo de Arte Islámico es el Cuarto de Alepo
  
Este cuarto de lo mas representativo muestra como era el interior de una sala o lugar de recibimiento típicamente rectangular de un hogar de Alepo, la ciudad mas poblada de Siria. Era de los Wakil, una familia cristiana que se lo vendió al museo en 1912.
Lo fantástico de esta pieza tallada con maestría entre el 1600 y 1603 es que es la mas antigua que se conserva en el mundo.
El revestimiento de madera tiene 35 metros de largo y dos metros y medio de altura sólamente interrumpidos por las 14 puertas y ventanas del conjunto.
Los motivos del diseño dejan entrever la cooperación entre cristianos y musulmanes con escenas del Antiguo Testamento.
En una gama de celestes y tenues relieves de vemos a un costado el Mihrab de la mezquita de Beykehim en Konya de la región de Anatolía en Turquía, que data del siglo XIII. Este nicho semi circular indica la Alquibla (القبلة) o dirección en la que hay que rezar.
Paneles de madera esmaltada con textos árabes provenientes de la Madrasa de Sircali, región de Anatolía, Turquía.
Nicho proveniente de Damasco siglo XV se encontraba dentro de una casa samaritana.
Otra joyita es la cúpula de madera de cedro de principios del siglo XIV y que alguna vez formara parte de la Torre de las Damas dentro del Palacio del Partal en la Alhambra de Granada. La cúpula finamente trabajada y parcialmente pintada representa un gran ejemplo del arte árabe en la Península Ibérica.

domingo, 1 de enero de 2017

Sanssouci, el palacio que debía morir con Federico el Grande

Potsdam es una ciudad en el Estado de Brandenburgo que se encuentra a unos 20 o 25 kilómetros del centro de Berlin.
Aunque sus orígenes datan del siglo VII (cuando aún era un pueblo eslavo que llevaba Poztupimi por nombre) Potsdam no había tenido mayor relevancia histórica si no hasta 1660, cuando Federico Guillermo de Prusia puso un ojo en ella para hacer un coto de caza, deporte que el rey practicaba con gran destreza.
Aquella mañana de lluvias abandonamos nuestra cómoda suite en el piso 14 de un hotel de Berlin. En mis seis visitas anteriores a esta ciudad  nunca se me había dado la peculiaridad de dormir en un piso tan alto.
Tras cargar el GPS con nuestros datos de interés y retirar el vehículo alquilado de la playa de estacionamiento descubierta del edificio, apuntamos sin mas hacia Potsdam, para sentir mas de cerca aquellos lugares importantes en la vida de Federico "El Grande", como lo es Sanssouci.

En aquellos tiempos eran pocos los que disfrutaban de los extensos bosques y de la calidad de la caza en Potsdam. Con el paso del tiempo la ciudad creció y hoy son 150.000 personas que las que viven en un entorno que sigue estando compuesto por una mayoría (el 70%) de espacios verdes.
Algunas costumbres como la de la caza aún están permitidas en cotos habilitados varios siglos atrás.
Cuando llegamos a Potsdam había salido el sol por un rato así que aprovechamos para recorrer brevemente su sereno centro y algunos de los atractivos en los alrededores de los palacios, como son la interesante colonia rusa Alexandrowka, el Holändisches Viertel (una pequeña Holanda) y el Molino Histórico de Sanssouci, que alguna vez estuvo "entre ceja y ceja" de Federico "El Grande", y es que su padre, Federico I de Prusia le había dado permiso a un tal Johann Wilhem Gravenitz para erigir en ese sitio un molino, ocho años antes de la construcción del Palacio de Sanssouci.

En 1787, cuarenta años mas tarde de la conclusión del palacio y sus jardines,  Federico II "El Grande" arregló el deteriorado molino cerealero con fondos de la corte, pero luego amenazó a su dueño con quitárselo, molesto por el sonido que ocasionaba cuando giraban sus aspas.
Gravenitz mandó una carta a Berlin, y la justicia dictaminó que podía quedárselo.

Durante los últimos días de la Segunda Guerra Mundial, el Molino Histórico de Sanssouci fue completamente destruido. Días mas tarde y no muy lejos de aquí, se llevaba a cabo una reunión entre los aliados Stalin, Churchill y Truman (entre otros). Tras la "Conferencia de Potsdam" se sellaron varios acuerdos como la devolución de todos los territorios anexionados por Alemania a partir de 1938, la separación de Austria como parte de Alemania, y los detalles para la rendición de Japón, entre otras decisiones que derivarían años mas tarde en la Guerra Fría, pero eso es otra historia que nada tiene que ver con Potsdam.

Para ese entonces el molino era todo un símbolo para la ciudad de Potsdam. Un símbolo que era un Monumento Nacional desde hace por lo menos 150 años y que recién pudo ser reconstruido entre 1983 y 1993, con Alemania ya unificada.
Cerca del molino histórico estacionamos el auto en un playón semi desierto a unas pocas cuadras del palacio. He de suponer que durante los meses de verano los espacios aquí son codiciados. Quizás lo mas práctico entonces sea venir en tren desde Berlin, y tomar un ómnibus desde la estación.
Había visitado el Palacio de Sanssouci una sola vez en algún momento de los años noventa, un día muy caluroso de verano en el que quede impactado por la belleza del lugar mientras mi padre, que además de prusiano era un tipo muy culto, me contaba historias y hazañas de Federico "El Grande". Recuerdo ese día como uno en el que nos la pasamos caminando.
En invierno la cosa es diferente, con sus cuidados jardines esta vez opacados por las bajas temperaturas. No importaba mucho si estaban cerradas (y en obras) las dependencias reales, pues un paseo por los jardines y bosques circundantes al Palacio de Sanssouci (que gozan el status de ser Patrimonio UNESCO de la Humanidad desde 1990) ya ameritan de por si una visita a este sitio. 
El Schloss Sanssouci fue mandado a construir por Federico "El Grande" como un lugar alejado del ajetreo propio de una ciudad grande como Berlin y de sus respondablidades, y es por eso que lleva el nombre de "Sans souci"  ("sin preocupaciones" en francés). Allí gustaba de caminar por los jardines mientras meditaba en soledad o en compañía de su amigo Voltaire a quien terminó expulsando de Alemania luego de hospedarlo durante casi dos años. 
Originalmente el palacio contaba solamente con 10 habitaciones en donde Federico y sus huéspedes vivían con cierta austeridad, y es que a Federico no le sentaba bien la idea de ser rey por derecho divino, así que siempre trató de comportarse como un eficiente administrador. De hecho se hizo llamar rey sólo después de conquistar todos aquellos territorios que habían pertenecido en algún momento a Prusia.
El mismo año que asume le arrebata Silesia a Austria, gran potencia del momento. Mas tarde se volverían a enfrentar en la Guerra de los Siete Años (Prusia y Gran Bretaña contra Austria, Rusia, Francia, Sajonia y Suecia). Fue muy duro para Prusia, que si bien no sumó nuevos territorios, pudo quedarse con Silesia, lo que le valió gran popularidad al rey.
Federico, quien había invertido cientos de horas en el diseño de Sanssouci quería que el palacio, su palacio, muriese con él, por eso siempre mostraba resistencia a la hora de hacer arreglos.
El palacio fue construido sobre una loma pero al ras del piso (o sea sin aprovechar las ventajas arquitectónicas) a petición del propio Federico, quien buscaba dimensiones mas humanas. 

Si bien funcionaba la corte, prefería no tratar asuntos de estado en Sanssouci, dejando espacio para su vida de escritor o de consumado flautista. Federico era amante de la literatura francesa y gozaba de la música de Johann Sebastian Bach, asiduo visitante de Sanssouci.

Como quien ve la suerte sellada en su destino, Federico "El Grande" muere sentado en un sillón de su Sanssouci un 17 de agosto de 1786.
Federico II "El Grande" fue uno de los monarcas mas queridos y respetados de la historia moderna. Fue un eficiente administrador y un genio militar, admirado por sus tácticas y estrategias en el campo de batalla a cargo del Ejército de Prusia, un reino pobre al que convirtió en la quinta potencia económica de Europa. Dos ejemplos bastan. El primero ocurre en 1762 con la muerte de la zarina Isabel I de Rusia. Tras seis años de guerra, apenas asume Pedro III al trono, decide sacar a Rusia de la contienda por ser éste un gran admirador de Federico.
El segundo hecho ocurre en 1807, cuando Napoleón Bonaparte vence a la Cuarta Coalición y pide permiso al gobernador de Potsdam  para visitar la tumba de Federico en Sanssouci. Una vez allí hace saber su admiración por el monarca prusiano y pronuncia: "Si Federico estuviera vivo, nosotros no estaríamos aquí" .
El palacio estuvo abandonado por casi 100 años antes de ser agrandado por Federico IV, sobrino nieto de Federico "El Grande", quien lo convirtió en lo que hoy conocemos, haciendo de este lugar el preferido de la dinastía Hohenzollern hasta los días previos a su caída en 1918.

Fue en estos tiempos cuando se contrató la mano experta del arquitecto Ludwig Ferdinand Hesse, se agrandan las dependencias agregando una parte para el uso de las mujeres, se agregan muchos templetes y pabellones diseminados por el parque y Sanssouci empezó a ser conocido por muchos como "El Versalles Alemán".
A unos pocos metros del Shloss Sanssouci se encuentra el Palacio de la Orangerie (Orangerie Schloss), bonito edificio de estilo Renacentista Italiano que fue plasmado a la realidad entre 1851 y 1864 a partir de bocetos originales de Federico Guillermo IV de Prusia.
En el límite norte de Sanssouci se encuentran los invernaderos o la "Neue Orangerie". Tienen 106 metros de largo, 16 de ancho y  fueron pensados originalmente para el cultivo de naranjas. Su sistema de calefacción era todo un adelanto para la época y sigue funcionando a la perfección.
En este sector de Sanssouci se replica la arquitectura del Renacimiento Italiano y el arte típico que se puede encontrar en grandes conjuntos arquitectónicos como en Villa Medici en Roma o en la Galleria degli Uffizi de Florencia.
Afuera del sector en donde estaban los apartamentos reales y de su personal hay Atlantes en una serie de figuras alegóricas a las diferentes estaciones del año, que muestran de alguna manera el proceso de las vides plantadas en los jardines de Sanssouci.
El Palacio de Sanssouci iba a ser mas grande, pero los acontecimientos de 1848 ("La Primavera de los Pueblos"), año de revoluciones como nunca antes había sucedido en Europa que ocurrieron desde Francia hasta Hungría, no dejando afuera a Prusia. Eso mantuvo ocupado durante algunos meses a Federico IV, conocido como "El Romántico al trono", quien de alguna manera había sido responsable y participado bien de cerca de la erección de varios edificios memorables en Berlin y Potsdam, así como la finalización tras largo siglos de construcción de la catedral de Colonia.
Al momento de mi visita a Sanssouci (febrero 2016), el palacio se encuentraba en plena remodelación, con todos los espacios cerrados y las clásicas torres cubiertas por andamios.
Firme y en el mismo lugar el monumento post mortem de un Federico II contemplativo, que fuera mandado a colocar por su mujer,  Isabel Cristina de Brunswick-Bevern, con quien Federico se había casado en 1733 y no volvió a compartir hogar desde su ascenso al trono.
Quizás lo mejor de una visita a Sanssouci sea poder caminar por sus jardines y los bosques de los alrededores con el debido tiempo, como para encontrar decenas de rincones pensados alguna vez para el goce o la meditación.
El 17 de agosto de 1991, cuando se cumplían 205 años de su muerte, Federico pudo al fin concretar su deseo de ser enterrado en los jardines de Sanssouci, su lugar en el mundo. Previamente había estado enterrado junto a su padre en la Iglesia de la Guarnición de Potsdam (Garnisonkirche), la cual fue destruida durante el último año de la guerra. Hitler había tomado la precausión de esconder el cuerpo de Federico II en una mina de sal al endurecerse la contienda.
No siguieron las indicaciones al pie de la letra, pero finalmente descansa al ras del suelo sin otro adorno u ornamento en su tumba mas que su nombre: Friedrich der Große.