sábado, 31 de diciembre de 2022

La famosa sedería de San Leucio

 San Leucio es un importante pueblo histórico de la Región de Campania, en el sur de Italia. Se encuentra situado a los pies del monte homónimo, y a poco más de tres kilómetros del centro de la ciudad de Caserta, y a unos 40 de Nápoles, aunque en otra provincia.

Había pasado por la ciudad de Caserta en mi camino a Napoli y la Costa Amalfitana, ocasión en la que recorrí el Palacio Real de Caserta antes de continuar mi ruta, razón por la cuál esta nueva vuelta a este sector un tanto alejado de la ciudad, fue como descubrirla nuevamente, ya que además es mucho más pintoresca que la ciudad en sí.
No había un sólo turista esa tarde nublada en San Leucio. Me dispuse a recorrer las instalaciones pero parecía haber poco y nada para el curioso turista. En ese momento las autoridades del lugar llaman mi atención por estar pululando sin permiso, y me invitan a sacar una entrada para recorrer el interior del palacio. Lo poco que había visto no parecía prometedor, pero el sitio tenía algunas joyas para revelar, razón por la cual esperé media hora sentado en un cómodo sillón a que llegase la guía obligatoria para contarme todo acerca del sitio.
Antiguamente este lugar funcionaba como un coto de caza dónde los Duques de Acquaviva, procedentes de la República de San Marino pasaban algunas semanas al año. Ya en aquellos tiempos al lugar se lo conocía como Palazzo de Belvedere.
En 1750 los dominios pasan a los Borbones de Nápoles, y es ahí cuando San Leucio se empieza a convertir en un lugar de relevancia histórica, social y económica.

El Rey Carlos III "El Político" tenía un plan ambicioso. Antes de comenzar mandó a un grupo de jóvenes a Francia para que aprendieran todo acerca de las artes del tejido, y luego dio rienda suelta a su imaginación y comenzó con la construcción de lo que tiempo más tarde sería el epicentro de las sederías reales.
Corría la época de la Ilustración, movimiento cultural e intelectual que trajo profundos cambios sociales en algunos países de Europa Occidental. Carlos III planeó entonces crear en San Leucio una comunidad con leyes y reglas únicas, dónde cada familia tendría su casa de buena manufactura y con agua corriente (una novedad para los tiempos). Los habitantes accederían a educación libre, gratuita y obligatoria, tanto para hombres como para las mujeres, que en esos años no solían educarse más que para los menesteres del hogar.
En la comunidad de San Leucio los hombres y las mujeres tenían los mismos derechos. Ambos disfrutaban de paridad y de los regalos del trabajo y el mérito. Los ancianos contaban hasta el día de su muerte con los cuidados necesarios para una vida digna, y estaba allí abolida la propiedad privada.
En paralelo a este experimento social que fue la comunidad de San Leucio, fue creciendo una sedería que no tardaría en convertirse en la más importante de Europa toda. Desde allí salieron exquisitos diseños de seda para decorar las paredes del Vaticano, decenas de palacios y hasta el Salón Oval de la Casa Blanca en Washington.
La guía me iba llevando por las diferentes áreas de esta tan particular sedería. Había estado en Turquía en una de tipo moderno, pero aquí estaba fascinado con la calidad de la maquinaria antigua, aunque en este caso la mayor parte de las máquinas son réplicas exactas de las originales.
Los salones son enormes y se adivina la evolución de las salas a medida que el proyecto iba creciendo y se iban sumando trabajadores a las filas de esta sedería sin igual. También se recorren sectores del palacio en dónde se muestra como vivían y vestían los habitantes de esa comunidad.

Durante el recorrido se puede ver en funcionamiento las diferentes etapas de hilado y teñido de la seda, y como es que se hace para volcar los diseños a las finísimas telas. El ingenio del hombre una vez más.
La fábrica de seda funcionó durante más de 200 años. Tuvo su mejor momento en 1910 cuando las sedas de aquí abastecieron los mercados internacionales. En 1970, debido a la crisis en la que estaba sumida Italia, es que la fábrica cierra definitivamente sus puertas.

Algunas décadas tuvieron que pasar para que se le vuelva a prestar atención a este singular lugar que estaba venido en ruinas. En 1997 la UNESCO puso plata y le confirió el status de Patrimonio de la Humanidad junto al vecino acueducto de Vanvitelli, que también forma parte del Complejo Monumental de Belvedere en San Leucio.
Fue una visita interesante y enriquecedora. La he disfrutado, y esa vez si me quedé en Caserta para seguir descubriendo otros secretos en los alrededores de esta ciudad.