viernes, 29 de abril de 2022

Boludeando en el patio trasero de los Valles Calchaquíes

En esta oportunidad teníamos el ambicioso proyecto de unir los Valles Calchaquíes de Salta con la región de la Puna de Catamarca, mas precisamente con mi querida Antofagasta de la Sierra, por dónde nadie lo había hecho antes. Al menos en un vehículo motor. 
La noticia me sentaba de maravillas pues había deslizado al grupo esa misma idea unos meses antes. Comenzamos con el intercambio de e-mails, armamos un grupo de Whatsup, y en el pico de la historia parecía que iban a ser de la partida como 20 camionetas, pero como sucede siempre, a la postre la gente se empezó a ir bajando por diferentes compromisos, y terminamos yendo en 7 vehículos, lo que también es un número bastante elevado.
Salí con un poco de retraso un viernes a las 15.30 horas desde Buenos Aires. El mecánico llamó para avisar que mi malacate (o winche) roto en la última travesía (Mina El Quirquincho y una serie de lagunas en Tinogasta ) estaba pronto para ser retirado. Toda la semana estuve a la espera de tan útil herramienta que a las apuradas sólo pude cargar en mi camioneta a la espera de un rato para ser colocado.

Dos de las camionetas, la Nissan Patrol de Tobhias y la Jeep Cherokee de Eduardo habían salido desde Buenos Aires dos horas antes, y si bien fui con pie pesado, no fue posible alcanzarlos si no hasta la entrada a Córdoba Capital, a unos 800 kilómetros de distancia.
Como la Cherokee tenía algunos problemas de alternador decidimos continuar camino unos kilómetros más hasta Colonia Caroya en donde logramos hacernos de las últimas camas de un modesto hotel y comer unas pizzas antes de dormir.

Pasadas las 9 arranqué en solitario hacia Cafayate (Salta) con la idea de llegar cerca de las 16 horas en donde tenía turno en un taller mecánico (gracias Gastón) para colocarle a la camioneta un nuevo radiador, que también había arruinado en otra salida anterior en la provincia de San Luis, dónde una rama de árbol lo había atravesado cual flecha, y el malacate recientemente arreglado.
Las corridas típicas de fin de año no me habían dado tiempo de solucionar estos dos detalles no menores.

Todo el día en la ruta lo pasé circulando bajo una constante lluvia que incluso tomo forma de agua nieve cuando superaba el "Abra del Infiernillo" en la provincia de Tucumán. Del otro lado, en Amaicha del Valle también llovía, lo cual es una rareza en esta ciudad que se jacta de tener mas días de sol por año que cualquier otra en la Argentina.

A pocos kilómetros de Cafayate, el agua de los ríos bajaba con fuerza desde las montañas, ocasionando varios cortes viales de esos que obligan a esperar a una retro escavadora para quitar el barro y las ramas sobre la ruta.

El mecánico (conocido como "El Buda") de muy buena onda, tuvo la gentileza de colocar el nuevo radiador mientras nos poníamos al día con todos los miembros de la travesía que habían llegado desde diferentes puntos del país, cerveza y chivos de por medio.
Al final de la partida los integrantes que formamos parte de este logro de unir los Valles Calchaquíes con la localidad de Antofagasta de la Sierra, en la Puna de Catamarca, fuimos los siguientes:

Eduardo Cinicola sin copiloto en una de sus Jeep Cherokee 4.0
Tobhias y su novia Anabela en una Nissan Patrol , conocida como "El Potro"
Elsa en solitario con su Toyota Hilux blanca
Denis y su mujer Maricel en una Toyota Land Cruiser HDJ80
Ignacio y su copi Walter en una Toyota SW4 (Fortuner en otros mercados)
Pablo y su copi Maxi en una Land Rover Defender 110
y quien escribe en otra Toyota SW4 (o Fortuner) con Gastón Baldi de copiloto.
En fin.
Este primer día era muy corto, ya que dormiríamos a muy pocos kilómetros del punto de inicio de la travesía, más precisamente en el pueblo de Angastaco, un pueblo de 800 habitantes en los Valles Calchaquíes de la provincia de Salta. 

Como para no desaprovechar la jornada, y salirnos del camino lo mas pronto posible, nos fuimos a buscar unas "XX" (*) que Tobhias veía como posibles en las fotos satelitales. No costaba nada relevar también esa zona. Como éramos varios nos dividimos en dos grupos. Con Eduardo y los Tucumanos salimos a la caza de esas "XX" por el lecho del río Tonga.
Lo que teníamos a favor es que aún estábamos a baja altura, a unos 2.000 metros sobre el nivel del mar, pero pronto comenzamos a encontrar grietas en el terreno que había que superar con cuidado, si es que podíamos sortearlas. Con atención y las indicaciones de alguien debajo del vehículo fuimos superando uno a uno los obstáculos que nos presentaba el patio trasero de los Valles Calchaquíes.
No pasaban suficientes minutos en paz antes de vernos obligados a bajar a trabajar un rato con los picos y las palas para bajar "responsablemente" los escalones que nos iba presentando este terreno típico y parecido al del resto de los Valles Calchaquíes.
Cuando ya no pudimos avanzar más por nuestro sector de exploración, bajamos nuevamente hasta la Ruta 40 para tomar la posición satelital de nuestros amigos, y poder unirnos con ellos, que era el otro grupo formado por Tobhias, Elsa, Denis y Nacho en sus respectivas camionetas.
Del otro lado de los cerros el terreno parecía una suerte de "autopista". Ya los sospechábamos pues, mientras nosotros nos la pasábamos renegando para sortear escalones y esquivar a los cactus, a ellos por momentos los dejábamos de escuchar por la radio, señal de que no tenían problema alguno, y avanzaban a paso raudo por un terreno mucho más gentil.
Estuvimos un rato más de ese lado del valle viendo que tenía para ofrecer este bonito entorno, pero la alegría de juntarnos nuevamente entre amigos hizo que apuremos los pasos hacia la civilización, aquel lugar dónde uno consigue una ronda de cervezas frías para terminar el día en algún lugar reparado del polvo que carga el viento en algunas horas.
A poco de andar y aprovechando la facilidad de avance que permite un camino enripiado llegamos a la típica postal de la Quebrada de las Flechas, un accidente geográfico que se extiende durante unos 20 kilómetros y que se encuentra entre Cafayate y Cachi , y siempre sobre la Ruta Nacional 40, esa ruta querida y famosa que es como una columna vertebral para la República Argentina.
Una vez llegados a Angastaco nos juntamos en la plaza principal, y posiblemente la única, para refrescarnos con unas birras. La noche se nos vino encima. Comimos en algún lado, reímos a carcajadas como cada vez, y repartidos entre los hoteles y cabañas del pueblo pasamos esa segunda noche.