La ciudad de Bakú siempre estuvo parada sobre enormes reservas de petróleo. Desde que dejó de formar parte de la ex URSS, la capital de Azerbaiyán no ha parado de crecer, por momentos a un ritmo vertiginoso, al punto de convertirse en la ciudad mas poblada y rica de todo el Cáucaso. Hay que decirlo: en poco se parece a las otras capitales de la región.
Los Petrodólares se dejan ver. A partir de un comentario publicado en la Lonely Planet a los locales les gusta decir que la arquitectura en Bakú es la hija ilegítima entre Paris y Dubai. Una mélange entre las dos ciudades. La capital tiene gracia y cierto estilo. Mientras escribo brotan modernos edificios de atrevidos estilos en los alrededores de su centro financiero. En una década puede que sea irreconocible para quienes alguna vez la visitamos.
La realidad es que a la postre la arquitectura de Bakú es mucho más compleja que esa mélange entre Paris y Dubai, ya que en la capital azerí hay monumentos medievales como el palacio, de cuando la ciudad era una parada en la Ruta de la Seda, ejemplos de arquitectura islámica como el caso de la Torre de la Doncella o en sus murallas y mezquitas. En sus anchos bulevares se aprecian regios ejemplos de la Arquitectura Imperial Rusa (período en el cuál la patria de Pedro se acerca a occidente) brotados a partir del primer boom del petróleo en 1870.
Dicen que la vida nocturna de Bakú se encuentra entre las mejores del mundo. Evidentemente no han viajado, pero de todos modos la noche de la capital es muy escénica, y tal como sucede en Paris está muy bien iluminada. Tiene incluso un cierto aire a Belle Époque el cruzar por los pasajes peatonales bajo las avenidas, pero las coincidencias acaban ahí.
La ciudad es mucho más abierta que las del resto del país. La única abierta o no tradicional. Se ven mujeres solas. Son muy bellas y visten de manera occidental, algo que no volveremos a ver en nuestro periplo por la tierra del fuego, como también se conoce a Azerbaiyán.
De noche la gente gusta de salir a las calles. Esas mismas calles que durante el día parecen estar ocupadas solo por vehículos de última generación dotados de enormes y potentes motores. Nadie camina.
Pasear por el Park Bulvar o la larga costanera mientras sopla la brisa fresca del Mar Caspio (el lago más grande del mundo), resulta una delicia de programa.
Las Flame Towers son los tres rascacielos más altos de Bakú. Por su modernismo acercan a Bakú al siglo XXI. Los edificios albergan un hotel, oficinas y viviendas. Los edificios con forma de llamas constituyen un espectáculo en si mismo. Especialmente durante las noches ya que los 10.000 paneles vidriados de los edificios están iluminados con millones de lamparas LED que forman diferentes y coloridas figuras alegóricas al país.
Uno puede quedarse un buen rato mirando el juego de luces sobre los edificios que pueden verse desde gran parte de la ciudad. Según sitios especializados se trata de la mejor iluminación nocturna en el mundo, y puede que sea verdad, pues en la capital azerí las luces me han sorprendido en más de una ocasión.
Comer en la ciudad vieja buscando los sabores del cilantro o la menta es mejor que hacerlo con el vino local. A diferencia de sus vecinos, y obviamente por tratarse de un país musulmán (que aquí se muestra más laico que nunca), los vinos que producen no son logrados. Se sabe en cambio que su caviar es el mejor del mundo y hay toda una cultura para descubrir.
La ciudad ofrece un montón de opciones, algunas de las cuales son muy sofisticadas.
Los Petrodólares se dejan ver. A partir de un comentario publicado en la Lonely Planet a los locales les gusta decir que la arquitectura en Bakú es la hija ilegítima entre Paris y Dubai. Una mélange entre las dos ciudades. La capital tiene gracia y cierto estilo. Mientras escribo brotan modernos edificios de atrevidos estilos en los alrededores de su centro financiero. En una década puede que sea irreconocible para quienes alguna vez la visitamos.
La realidad es que a la postre la arquitectura de Bakú es mucho más compleja que esa mélange entre Paris y Dubai, ya que en la capital azerí hay monumentos medievales como el palacio, de cuando la ciudad era una parada en la Ruta de la Seda, ejemplos de arquitectura islámica como el caso de la Torre de la Doncella o en sus murallas y mezquitas. En sus anchos bulevares se aprecian regios ejemplos de la Arquitectura Imperial Rusa (período en el cuál la patria de Pedro se acerca a occidente) brotados a partir del primer boom del petróleo en 1870.
Dicen que la vida nocturna de Bakú se encuentra entre las mejores del mundo. Evidentemente no han viajado, pero de todos modos la noche de la capital es muy escénica, y tal como sucede en Paris está muy bien iluminada. Tiene incluso un cierto aire a Belle Époque el cruzar por los pasajes peatonales bajo las avenidas, pero las coincidencias acaban ahí.
La ciudad es mucho más abierta que las del resto del país. La única abierta o no tradicional. Se ven mujeres solas. Son muy bellas y visten de manera occidental, algo que no volveremos a ver en nuestro periplo por la tierra del fuego, como también se conoce a Azerbaiyán.
De noche la gente gusta de salir a las calles. Esas mismas calles que durante el día parecen estar ocupadas solo por vehículos de última generación dotados de enormes y potentes motores. Nadie camina.
Pasear por el Park Bulvar o la larga costanera mientras sopla la brisa fresca del Mar Caspio (el lago más grande del mundo), resulta una delicia de programa.
Las Flame Towers son los tres rascacielos más altos de Bakú. Por su modernismo acercan a Bakú al siglo XXI. Los edificios albergan un hotel, oficinas y viviendas. Los edificios con forma de llamas constituyen un espectáculo en si mismo. Especialmente durante las noches ya que los 10.000 paneles vidriados de los edificios están iluminados con millones de lamparas LED que forman diferentes y coloridas figuras alegóricas al país.
Uno puede quedarse un buen rato mirando el juego de luces sobre los edificios que pueden verse desde gran parte de la ciudad. Según sitios especializados se trata de la mejor iluminación nocturna en el mundo, y puede que sea verdad, pues en la capital azerí las luces me han sorprendido en más de una ocasión.
Comer en la ciudad vieja buscando los sabores del cilantro o la menta es mejor que hacerlo con el vino local. A diferencia de sus vecinos, y obviamente por tratarse de un país musulmán (que aquí se muestra más laico que nunca), los vinos que producen no son logrados. Se sabe en cambio que su caviar es el mejor del mundo y hay toda una cultura para descubrir.
La ciudad ofrece un montón de opciones, algunas de las cuales son muy sofisticadas.
Exquisito y nutritivo relato de un viaje digno de recordar... y cuánto falta aún...
ResponderBorrarEDUARDO
Así es Eduardo. Un viaje digno de recordar y colmado de vivencias, que espero vayan saliendo a la luz de a poco.
BorrarUn gran abarzo.
hacete un canal de youtube!!!
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