lunes, 21 de julio de 2014

El funeral de un proxeneta

Había conocido a Mikel cuatro cervezas atrás, en la barra de un bar de otro lugar. Yo estaba solo, bebiendo, y entramos en conversaciones. Preguntó en donde paraba, y resultó que su novia trabajaba en el hotel en donde yo me quedaba. Al cabo de un rato me dijo:"Yo donhav to pay for beeer here in Jamaicaman" (tu no tienes que pagar por cerveza aquí en Jamaica). Redoblando la apuesta, e inflando su pecho me dijo: "Let me show yo´".
Aceptando la invitación y por curiosidad fue que termine aquí. El tipo me caía bien.


Cuando vi su foto, un enorme retrato iluminado de un metro de altura, que simulaba un altar, supe que me habían traído a un funeral.

Estábamos en Montego Bay en un descampado que funciona de día como estacionamiento a la vuelta de una calle que se conoce como "The Strip". Un amplio lote. Allí había unos cuantos autos caros. Música alegre salía de un buen par de parlantes que sonaban mal.
Cerca de la reja de entrada había una casita de 15 m con la ventana cobradora en uno de sus costados. La casita estaba sobre un deck elevado en donde también había una mesa de pool con una animada hinchada propia en cada juego, y algunas chicas golosas manoseándose con sus parejas de turno.
Abajo, en el lote vacío, muchos barriles generosos con bebidas varias de marcas locales.
El ambiente que se respiraba era enrarecido entre festivo y depresivo.
Constantemente entraba gente a dar sus respetos y se iban. Unos cientos pasaron. El elenco estable en el lugar era de 50 personas, casi todos hombres.

Todos conocían al tipo este Mikel. Venían a saludarlo y por defecto a mi. Un saludo largo y pegajozo que consistía en un apretón de manos seguido por un deslizamiento ahuecando las palmas y un golpe de puño al finalizar. Se movía como si fuera el dueño del lugar. Quizás lo era, por que cuando nos acercamos a la mesa de pool dejaron de jugar para dejárnosla, ante la atenta mirada de todos los presentes. Jugamos un mano a mano. Fueron dos y a la postre me deje ganar, pues el tipo este se lo tomaba muy en serio, y no me gustaba dejar a todos, al resto de la gente sin jugar. Además sentía sus miradas y gestos de desaprobación no explícita para conmigo.

El difunto era un proxeneta importante, y participaba en otros "negocios", me contaba Mikel. Había tenido un accidente en una motocicleta de alta cilindrada ocho días antes.

¿Por que tanto tiempo para enterrarlo? - pregunté a un consternado y cabizbajo Mikel.
"Sabes - me dijo- compramos juntos las motos. Hace ocho días que no me subo a la mía".

Volcaba al piso el primer chorro de cada botella de cerveza que abrió. Esta era una costumbre "de la calle" que también conocía de Argentina. Un trago para el que ya no está entre nosotros.

Los parlantes seguían brindando su sonido latoso y saturado. Escuchábamos canciones de Hip-Hop. Eran todos artistas nacionales, y aunque no me gustaba su música, me resultaba muy auténtica y original. Que bien Jamaica. Cuanto han influenciado al mundo con sonidos que salieron por primera vez de esta isla, como son el Ska, el Reggae, el Dub…
El humo grueso del cannabis se veía como cortinas en donde había luz, y el alcohol y la música ya habían hecho de este acontecimiento una verdadera fiesta.

Una hora mas tarde arribo un coche fúnebre al lugar. A primera hora de la mañana se llevaban al difunto a su pueblo natal, en donde se oficiaría una misa, y tras nueve días de celebraciones, tal como mandan las tradiciones, lo iban a enterrar.
Esta costumbre se hace para permitirle al difunto terminar cualquier asunto pendiente en su vida terrenal, y tras los nueve días y las nueve noches, y después de enterrar al muerto, los familiares apoyan el colchón del difunto contra la pared, alentando al espíritu a no volver jamás, y se da por concluida la ceremonia y los ritos religiosos.

Había llegado la hora de continuar la noche, nuestra noche, en otras esferas.
Jamaica es un lugar peligroso, y no se aconseja salir después de la caída del sol. La gente es resentida y muy agresiva, especialmente las mujeres. Aunque viven del turismo, detestan al extranjero, y te lo hacen saber. Solo algunas calles están pobremente iluminadas, y si no hay luna, la oscuridad es total.
No por nada la mayoría de los hoteles en Jamaica son resorts cerrados. Nadie quiere exponer a la gente a "lo que pasa allá afuera". Toda vacación se vive paredes adentro, pero yo no había venido para estar encerrado. Sabía a lo que me exponía, pero me sentía protegido por Mikel, que a esa altura ya sabía que era un tipo bravo, de pocas pulgas.

Ofrecí lugar en mi auto alquilado, y nos fuimos con tres o cuatro neandertales mas a una disco sita a 200 o 300 ridículos metros. Movimos el esqueleto por siete minutos, y en cuanto terminamos nuestros "Cuba Libre" (que ellos llaman "Little lie" o "Mentirita"), volvimos a subir al auto para ir al próximo antro. El asiento trasero estaba lleno otra vez, y nunca me fijé si eran los mismos neandertales, pues el tipo este Mikel, conocía a todos en M´obay.

Me hizo frenar en un carrito en donde preparaban Jerk Chicken (pollo a la parrilla), la especialidad de la isla, y tras comer unos pedazos, se llevó un gordo fajo de Dólares Jamaiquinos que le fue entregado. Solo entonces nos autorizó a continuar el periplo.

En el próximo lugar juntámos algunos Dólares, y nos trajeron a la pista varias fraperas con un champagne inmundo y algunas latas de Red Bull. Seis minutos mas tarde estábamos de vuelta en mi carro, con las fraperas y los vasos camino a un nuevo lugar. Este se veía mas grande, y contaba con un buena playa de estacionamiento. Dejamos el auto y las bebidas atrás, y entramos a este nuevo lugar.
Tras sortear la seguridad, subimos unas escaleras y en cuanto entramos me di cuenta que era un strip-club. Ni siquiera. Un burdel glorificado con un escenario en donde ninguna chica bailaba, una barra pobre, y mucha luz negra con la que solo se veían los dientes de los presentes, y poco mas.

En segundos viene una chica hacía mi y al mismo tiempo en que me preguntaba mi nombre, me agarró el paquete y apretó mis huevos entre sus manos.

Le dije con cortesía que solo había venido a tomar una cerveza, y en cuanto se retiró vino una segunda chica con idéntico proceder. La mano directamente a mis huevos antes de preguntarme el nombre. Estábamos parados, y en la mitad de la pista.
Trato de sacármela de encima, a lo que me dice: "Don´t you like girls?"
Si. Me encantan las chicas, pero no pago para tener sexo. Se ofendió y se retiró a hablar con alguien.

Mi Red Stripe todavía tenía tres dedos de cerveza cuando Mikel, mi "amigo" me increpó:
"What the fuck is your problem? Don´t you like girls?".
Antes que pudiera yo contestarle, dio dos saltos hacia atrás, me apuntó con su dedo índice y me dijo que no podía abandonar el lugar si no me llevaba una chica arriba. Miró a dos de los neandertales con los que habíamos llegado, y me señaló, como para que se aseguren de que contrate los servicios de alguna de esas chicas.
Cuando desapareció escaleras arriba comprendí que este lugar le pertenecía,  el también era un proxeneta y vaya uno a saber que mas.

Marcado de cerca por los otros jóvenes supe que no iba a ser fácil salir de ahí.
Había unas cuarenta personas en el lugar. La mitad de ellas prostitutas baratas de cuerpos descuidados.
Uno de estos hombres, con quien ya me había medido con la mirada en algún momento de la noche se aproximó a mí y me pidió USD 10 Dólares de los buenos para presentarme una de sus chicas. Me negué pero me la trajo igual. No la hubiera tocado ni con un chorro de soda. Pesaba 20 kilos mas que yo, y sus brazos doblaban los míos en tamaño.
Los dos tipos y creo algunos mas, seguían de cerca mi comportamiento, por lo que decidí ganar tiempo y me puse hablar con el adefesio que me habían traído. Yo seguía parado en el medio del lugar.
Como las cervezas las cobraban a bajo precio y no como "copa de compañía", me pedí otra Red Stripe y una para la flácida señorita.
Dejé pasar algunos largos minutos mientras Ruby, el esperpento, apretaba mi miembro por sobre el pantalón, bajo mi atenta mirada, pues en cada bolsillo llevaba el equivalente a unos USD100.
Para ese entonces estábamos sentados en un sofá, y ella cruzaba por sobre mi pierna su muslo celulítico que se me hacía muy pesado.
La foto es tomada de la web a modo de ejemplo

En cuanto noté que había solo uno de los jóvenes vigilándome, le dije a Ruby al oído: "Déjame buscar un poco de Marihuana y un Viagra, y ahora vuelvo a fornicarte hasta mañana. Princesa". "Prepárate que te echo 4 polvos al hilo y uno después del cigarro".

Apenas hube traspasado la puerta del puticlub, y cuando ya me sentía acariciado por la libertad, uno de los neandertales me tomó de uno de mis hombros, preguntándome a donde mierda pensaba irme.

Pensé en boxearlo ahí mismo a sabiendas de que iba a perder, cuando la adrenalina me subió de golpe. No iba a ser la primera vez que salía a las piñas de algún lugar. Opté en cambio por decirle que estaba enamorado de Ruby, y que solo iba hasta el auto a buscar un Viagra, temiendo que si le decía que iba a buscar marihuana, el me iba a dar de la suya.
Desconfió de mí y comenzó a seguirme hacia el auto que estaba estacionado a unos 50 mts de la puerta, en lo que sería el "pulmón de manzana".
Cabe aclarar que no tenía ningún Viagra en el auto, y no pensaba volver al lugar a  complacer a Ruby.

Comencé arremangándome la manga izquierda de mi camisa hasta la altura del codo, y lo mismo hice con la del otro lado. El patán estaba atrás mío pero era uno solo, y ya estaba afuera del lugar.
Me detengo súbitamente, me tomo dos segundos antes de darme vuelta y decirle:

"No quiero pensar que me estás siguiendo", y acercándome a el y tratando de atravesarlo con mi mirada  le pregunto "Do we have a problem, my friend?" (¿tenemos algún problema, mi amigo?), y para mi suerte dijo que no y retrocedió cruzando sus manos.
"I´ll be back in ten minutes or so" (Volveré en aproximádamente 10 minutos), eso le dije, y me subí a mi auto para escapar a la seguridad de mi hotel, y aunque me descubrió en la salida, y golpeó dos veces mi techo con su mano abierta, ya estaba afuera, a salvo, y con toda mi plata en los bolsillos.

Al día siguiente me tocan la puerta del cuarto para anunciarme que tenía visitas. Que raro, pensé, y cuando bajé las escaleras lo vi a Mikel. Había olvidado que su novia trabajaba en mi hotel. Había olvidado las peripecias de la noche anterior.




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