Ravello es uno de los destinos turísticos más visitados de Italia, principalmente por ser parte de la eternamente famosa Costa Amalfitana, aquella que, acariciada por las aguas del Mar Tirreno y bendecida por el clima mediterráneo de inviernos cálidos y veranos que lo son mucho más, suele atraer a cientos de miles de personas cada año.
Ravello cuenta con una población estable de 2.600 personas pero cada año recibe a más de 200.000 visitantes, que como millones antes, llegan atraídos a estas costas por lo menos desde los tiempos del Imperio Romano. Verdad que cobró más fama a partir de la segunda mitad del siglo veinte, cuando estas costas comenzaron a ser elegidas para sus vacaciones de verano por el jet set internacional, especialmente el de USA.Para que negarlo. La Strada Statale 63 (o Amalfi drive) es la principal y única vía de la Costa Amalfitana. Su trazado sinuoso y la cantidad desmedida de vehículos de todo tipo, pueden convertir este paseo de excelentes vistas sobre la mar y bonitos pueblos de costa y montaña en una verdadera pesadilla, y si es un sábado de temporada, a prepararse para pasar un puñado de horas para hacer esos pocos kilómetros entre los golfos de Salerno y Sorrento.
Luego viene la epopeya de conseguir lugar en el ínico sitio en dónde se puede aparcar el auto, pero una vez logrado, uno se encuentra con un pueblo atractivo que, junto al resto de la zona fue declarado por la UNESCO como Patrimonio de la Humanidad por su arquitectura y obras de arte notables.
Aunque fundada en el siglo V, Ravello es otro de tantos pueblos cuyo pasado fue más glorioso que el presente, tiempos en dónde después existió una República Amalfitana (o Ducado de Amalfi), que dominaban las aguas y costas del Mar Mediterráneo, hasta que fue destruida y derrocada por otra desaparecida, la República de Pisa en 1137.
Recorrer las atracciones del pueblo de Ravello no lleva mucho tiempo. En la entrada al mismo se encuentra una plazoleta, y en la parte más alta de la misma la Basílica de Santa María Assunta y San Pantaleone, conocida por los locales simplemente como el Duomo. Dentro de su nave central se encuentra el púlpito de canto, obra de Nicolo de Bartolomeo, y que data del 1276.
Desde la torre mayor o Torre Maggiore se puede descender a la parte más pequeña de Ravello sin dejar nunca de disfrutar de un pueblo cuidado al extremo, dónde nada parece desentonar con la época en que fue construido. Un pueblo que no es poco, pero forma parte de un todo más importante.
y hay flores por todos lados a dónde uno mire, y después aprenderemos que esto sucede en cualquier época del año, haciendo de Ravello y de los pueblos de la Costa Amalfitana una suerte de región dónde la primavera parece ser eterna.
Diría que el sitio más relevante de Ravello es Villa Rufolo. No sólo por tratarse de una de las propiedades más importantes de la región, sino por las vistas que regalan sus terrazas sobre las aguas del Mar Tirreno.
La espléndida Villa Rufolo pertenecía a una de las familias más poderosas de Italia. Uno de ellos, Landolfo, queda inmortalizado en el Decameron de Boccaccio.
Los vaivenes de la historia hicieron que la familia Rufolo pierda esta propiedad siglos atrás, por lo que Villa Rufolo a pasó de mano en mano por varias familias menos poderosas, e incluso sufrió un largo abandono que causó serios daños en la propiedad.
Estas mismas vistas en esta misma vila inspiraron a Richard Wagner para hacer Parsifal, su última obra dramática. Quizás estas historias o la brisa marina o quien sabe qué, animaron a un escocés llamado Francis Neville Reid, a comprar Villa Rufolo y dedicarle el tiempo, el cariño y las toneladas de dinero suficientes para devolverle el brillo a esta propiedad única, en dónde dicho sea de paso, funciona un museo en su interior que nos deposita en lo más alto de la casona.
Al final del recorrido estaba de lo más contento. Había disfrutado de sus calles, sus escaleras, la iglesia, Villa Rufolo, sus pequeños locales, y a decir verdad, hasta me hubiera quedado a dormir con tal de no perder mi espacio de estacionamiento.
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