jueves, 19 de septiembre de 2019

Stalin vive

Es increíble que existan en el mundo museos que glorifican vida y obra de sujetos tan nefastos como Stalin. Eso sucede en Gori, dónde sus habitantes no tienen pudor en recaudar con la memoria del que fuera el mayor criminal de todos los tiempos y un hombre que se portó especialmente mal con los georgianos. No obstante el Museo estatal Iósef Stalin resulta el mayor atractivo de una ciudad gris. 
Para llegar no hay más que seguir la avenida Stalin derecho hasta la plaza Stalin, la principal de la ciudad de Stalin. La plaza Stalin no existía y fue proyectada especialmente para que pueda destacar un gran palacio dónde funciona desde 1957 la casa-museo de Stalin.
Gori es una ciudad de unos 50.000 habitantes sin otro mayor atractivo que ser el lugar de nacimiento de Iósif Vissariónovich Dzhugashvili, más conocido como Stalin ("Hombre de acero"). La urbe se encuentra a unos 90 kilómetros de distancia de Tbilisi, la capital y ciudad más grande, y conecta el este y el oeste de Georgia, razón por la cuál fue ocupada por las tropas rusas durante la reciente Guerra de Osetia del Sur, en 2008. 
Este gran palacio fue construido con el fin de albergar un museo que diera a conocer la historia del socialismo, pero terminó siendo un gran memorial tras la muerte del dictador en 1953. Lo sospechoso es que justo se ubica allí su casa natal. Sea como sea, el museo se divide en seis salas que muestran memorabilia de Iósef Stalin en orden cronológico. El museo está lleno de mármol, como les gusta a los comunistas. Mantiene las características soviéticas de cuando abrió sus puertas.
El museo estatal Iósif Stalin (იოსებ სტალინის სახელმწიფო მუზეუმი) muestra al dictador como todo una estrella. Es la historia de un hombre desfavorecido en la vida que supo vencer todas las adversidades para llegar a lo más alto. Las salas nos enseñan que Stalin tenía un gran corazón detrás de su imágen de hombre duro. Mujeres y niños todos lo adoraban. Cantaba bien y escribía los más bellos poemas. Gracias a él los pueblos fueron unidos y nunca fue tan próspera la gran nación.
Hay decenas de cuadros, objetos de todo tipo y cientos de fotografías y documentos de alto valor histórico. Miles de personas visitan cada año este sitio, movidos por la curiosidad, la propaganda, la nostalgia o el morbo, en uno de los pocos sitios de la tierra dónde admiran la figura de Stalin, aunque nadie aquí guarda buenos recuerdos de esos tiempos, ni de los que siguieron.
Con la caída de la ex Unión Soviética el museo cerró sus puertas en 1989, y no volverían a abrir durante un buen tiempo.
Tras la guerra en 2008 Georgia perdió los territorios de Osetia del Sur a mano de los rusos, a efecto de ello, el ministro de cultura quizo reconvertir este palacio en un museo que explique la agresión rusa contra Georgia. El proyecto se discutió durante años según el humor del momento hacia Rusia. Finalmente en 2017 la gente del pueblo impone su voluntad y el museo se queda y tendrá que ser mantenido por el estado.
Guías anglo parlantes nos conducen por grandes pasillos a salas que logran transportarnos a la era soviética. Repiten un discurso y siempre se idolatra la figura de Stalin. La sensación es que las atrocidades cometidas por el mayor genocida de la historia, aquí son una mera anécdota.
Rodeado por un gran mausoleo y frente a una explanada y la plaza que lleva su nombre, se encuentra la pequeña casa en dónde naciera Iósif Vissariónovich Dzhugashvili en diciembre de 1878. Fue el tercer hijo de madre joven, pero el único en sobrevivir. Su padre era zapatero.
En esta casa Stalin vivió sus primeros años. Su madre tenia fama de promiscua y en algún momento incluso se dudó de la paternidad del futuro "Hombre de Acero". Vissarion Dzugashvili,su padre, se volvió alcohólico y la violencia doméstica se hizo presente en el pequeño hogar de ésta familia georgiana.
En el exterior del complejo museístico hay un vagón blindado y extremadamente pesado que usó Stalin en 1943 para ir a la Conferencia de Teheran a reunirse con sus aliados Winston Churchill y Franklin Delano Roosevelt. Años más tarde lo volvería a usar, esta vez en febrero de 1945 en la polémica Conferencia de Yalta. Faltaban apenas meses para terminar la Segunda Guerra Mundial y ya se estaba gestando la Guerra Fría.
Stalin era un hombre con muchas fobias, inseguridades y paranoias. Para hacer rodar este tren hubo que hacer modificaciones en todo el recorrido de las vías y también en los sistemas de suspension.
El vagón es de un largo considerable y en su interior hay una serie de cuartos o dependencias,tanto para el uso de Stalin como el del personal.
El vagón estaba dotado con la tecnología más avanzada de la época y todo el lujo posible, como le gustaba a Stalin y a casi todos los comunistas que llegan al poder.

En lo personal me resultó una visita interesante. Aunque sesgado, el museo no deja de ser atractivo.

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