Cuando los Jesuitas llegaron a América del Sur, todo el territorio que hoy es Córdoba pertenecía a la Provincia Jesuítica del Paraguay. Cuando se establecieron aquí, lo que hoy es Córdoba pasó a ser el corazón de las tareas de evangelización de la Compañía de Jesús.
Con el Colegio Máximo funcionando a pleno ya como Rectorado de la Universidad de Córdoba, siguieron obras para hacer la universidad propiamente dicha (1622), la iglesia, la residencia de los padres, una capilla doméstica y un convictorio.
A su llegada en 1589 se establecieron en pequeños solares donados por el rústico cabildo de la ciudad, pero estos pronto le quedaron chicos a la Compañía, por lo que comienzan a erigir una serie de obras en lo que hoy se conoce como la Manzana Jesuítica, en el centro mismo de la ciudad capital de Córdoba, hoy la segunda urbe más poblada e importante de la República Argentina.
Propiamente en 1608 comienzan a toda máquina las obras, comenzando por el Colegio Máximo, concluido en 1610, y creado con el fin de formar nuevos sacerdotes de la Compañía de Jesús. Fue aquí dónde una madrugada de 1767, unos 80 soldados de la infantería española detienen a los Jesuitas para trasladarlos a Buenos Aires y desde allí expulsarlos para siempre de las américas por Real Cédula de Carlos III de España.Con el Colegio Máximo funcionando a pleno ya como Rectorado de la Universidad de Córdoba, siguieron obras para hacer la universidad propiamente dicha (1622), la iglesia, la residencia de los padres, una capilla doméstica y un convictorio.
Para lograr todos estos objetivos y el avance de la Compañía de Jesús, la orden tenía que poder sustentarse a sí misma. Para lograrlo, establecieron una serie de establecimientos agro ganaderos repartidos en el interior de la provincia y mancomunados en trabajar para el crecimiento y desarrollo de la Compañía de Jesús en sus australes territorios.
Paralelamente a las obras en lo que hoy es el centro de Córdoba, los Jesuitas adquieren en 1616 de los Sanavirones (nativos) sus primeras extensiones de tierra a 40 kilómetros de la ciudad. Se trata de Colonia Caroya (ver link). En este sitio han pasado varias personalidades patricias, como el ex presidente Nicolás Avellaneda. También funcionó como la primera fábrica de armas del país, pero ya retirados los Jesuitas de América.
La segunda porción de tierra fue la maravillosa Estancia Santa Catalina en 1622 (ver link). Con poco más de 167.000 hectáreas, esta fue la más grande de la Compañía de Jesús en la provincia de Córdoba. En Santa Catalina tenían una amplia gama de actividades económicas, con diversos talleres, telares, ganado ovino, fábrica de jabones, dos molinos hoy desaparecidos e importantes huertos con agua que se habían ocupado de traer desde Ongamira.
Mientras seguían consolidándose las obras en la actual Manzana Jesuita, la orden seguía adquiriendo tierras en la provincia y se hacen de la Estancia Alta Gracia (la más productiva de todas y posterior vivienda del Virrey Liniers tras la Revolución de Mayo), Estancia Jesús María (1618), Estancia La Candelaria (1683) y Estancia San Ignacio (1725).
Fue impresionante el crecimiento de de la Compañía de Jesús en su corto tiempo en América del Sur, y que mejor que comprender su obra desde la Manzana Jesuita, epicentro de una organización económica, religiosa y social que abarcaba enormes porciones de territorios de lo que hoy es Argentina, Brasil, Bolivia, Paraguay y Uruguay.
Paralelamente a las obras en lo que hoy es el centro de Córdoba, los Jesuitas adquieren en 1616 de los Sanavirones (nativos) sus primeras extensiones de tierra a 40 kilómetros de la ciudad. Se trata de Colonia Caroya (ver link). En este sitio han pasado varias personalidades patricias, como el ex presidente Nicolás Avellaneda. También funcionó como la primera fábrica de armas del país, pero ya retirados los Jesuitas de América.
La segunda porción de tierra fue la maravillosa Estancia Santa Catalina en 1622 (ver link). Con poco más de 167.000 hectáreas, esta fue la más grande de la Compañía de Jesús en la provincia de Córdoba. En Santa Catalina tenían una amplia gama de actividades económicas, con diversos talleres, telares, ganado ovino, fábrica de jabones, dos molinos hoy desaparecidos e importantes huertos con agua que se habían ocupado de traer desde Ongamira.
Mientras seguían consolidándose las obras en la actual Manzana Jesuita, la orden seguía adquiriendo tierras en la provincia y se hacen de la Estancia Alta Gracia (la más productiva de todas y posterior vivienda del Virrey Liniers tras la Revolución de Mayo), Estancia Jesús María (1618), Estancia La Candelaria (1683) y Estancia San Ignacio (1725).
Fue impresionante el crecimiento de de la Compañía de Jesús en su corto tiempo en América del Sur, y que mejor que comprender su obra desde la Manzana Jesuita, epicentro de una organización económica, religiosa y social que abarcaba enormes porciones de territorios de lo que hoy es Argentina, Brasil, Bolivia, Paraguay y Uruguay.
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