El rey parecía contar con fondos infinitos para la edificación de este nuevo centro administrativo, por lo que se comunicó con Luigi Vanvitelli, un pintor e ingeniero italiano que era el arquitecto oficial del Papa Clemente XII.
Siguiendo las ordenes del rey, el arquitecto dio inicio a las obras del palacio en un sobrio estilo barroco racionalista que se convertiría en su obra maestra.
El Palacio de Caserta se encuentra en la ciudad homónima, un importante centro comercial, agrícola e industrial de la Región de Campania, situado a unos 40 kilómetros al norte de Nápoles. La ciudad cuenta con unos 76.000 habitantes, calles con muchos pozos y este notable palacio declarado (junto a los jardines y el complejo arquitectónico de San Leucio) como Patrimonio de la Humanidad por UNESCO, en 1997.
En 1773 muere Vanvitelli y las obras quedan detenidas durante cuatro años, hasta que Carlo Vanvitelli, hijo del extraordinario Luigi retoma las obras, siendo el creador además y artífice necesario del famoso acueducto. No obstante, a partir de 1780 el Palacio de Caserta fue utilizado como casa de fin de semana, o de verano por varios monarcas y cortejanos del Reino de las Dos Sicilias, hasta que pasó a manos de la Casa de Saboya, una familia noble del norte de Italia que durante un período muy breve llegó a ocupar en simultáneo los reinos de España y de Italia, antes de su caída y posterior incorporación a la nueva Italia Unificada en el año 1860.
El rey Vittorio Emanuele III (rey de Italia entre 1900 y 1946) lo donó al Estado Nacional en 1919, al término de la Primera Guerra Mundial. También alberga en su interior y desde hace 100 años a la Academia Aeronáutica.
Durante la Segunda Guerra Mundial fue saqueado y ocupado por los Nazis.
El 14 de diciembre de 1943 se convirtió en el Cuartel General de los Aliados en la Península tras la Invasión Aliada de Italia, sufriendo el palacio grandes daños durante las contiendas.
Con el fin del más grande de los episodios bélicos se da comienzo a las obras de refacción y puesta en valor, trabajos que terminan en 1958.
A partir de entonces el Palacio de Caserta empieza a funcionar como museo, albergando también a diferentes escuelas de turismo y asociaciones municipales de Caserta. Da la sensación de estar vacío, o al menos desaprovechado, si bien es cierto que por su gran tamaño y el de sus jardines, el palacio ha quedado un tanto alejado del centro de la ciudad de Caserta.
En una distracción de los guardias seguí derecho por el gran pasillo de entrada, hasta que pude desviarme por la primera de las escaleras que no me llevó a ninguna parte digna de museo. Lo intenté por otra, y hasta subí por un ascensor deteniéndome en todos sus pisos sin encontrar lugar alguno por donde comenzar mi recorrido por las entrañas más interesantes del Palacio de Caserta. Apenas pude recorrer estas porciones hasta que fui descubierto e invitado a retirarme de los aposentos pues no tenía boleto alguno y el palacio estaba próximo a cerrar sus puertas y jardines.
Me quedé con ganas de recorrer sus jardines, considerados como uno de los más bellos de Europa. Estos jardines forman parte inexorable del palacio, son muy cuidados y se distribuyen a lo largo de |120 hectáreas, dónde por ejemplo hay jardines botánicos, fuentes y cascadas.
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