Apenas llevaba unas horas en Oaxaca y no había hecho mucho mas que encontrar un lugar a varias cuadras de mi hotel para estacionar el auto que había alquilado.
El hotel era un griterío pues en el hall cantaban unos Mariachis, y por la ventana se colaba la música de la plaza, así que solo deje mi equipaje y bajé a las calles a internarme con la multitud que ese domingo pululaba por el zócalo de Oaxaca y sus alrededores.
Cuando llegué a la cercana catedral el ambiente también era festivo y estaba terminándose de celebrar una boda. Asome mis narices.
El padre llevaba un collar de flores que uno de los familiares le había puesto como símbolo de castidad.
La gente vestía impecables ropas coloridas típicas de la región. Las dos familias salieron juntas escoltando a los novios y eran seguidos por todos los invitados y turistas que había en la catedral. La música empezaba a sonar afuera y dos muñecos gigantes de los novios custodiaban todo desde lo alto.
Repartían ramos de hierbas, Mezcal, besos y abrazos. Bailaban en círculos mientras avanzaban por las calles y la gente se iba sumando. Cantaban los mayores en Zapoteca:
¨Muchacha que te casaste
aguanta lo que venga, no importa que sufras
en la casa de tu marido
aunque solo comas tortilla
Ataron en la espalda del recién casado una pequeña plataforma desde las cuales salían fuegos artificiales y muy fuertes explosiones. Tan fuertes eran los estruendos que el griterío cesaba por unos segundos cada vez que una de esas bombas detonaba, para luego volver todos juntos a los saltos y gritos. Era muy divertido como todos pasamos a ser parte del festejo. Los petardos no acababan. El novio ya estaba sordo hace rato, pero seguía bailando y saltando entre los suyos.
El cortejo siguió hasta la casa de los novios, y yo volví contento por lo vivido ese primer día en la colorida Oaxaca.
El hotel era un griterío pues en el hall cantaban unos Mariachis, y por la ventana se colaba la música de la plaza, así que solo deje mi equipaje y bajé a las calles a internarme con la multitud que ese domingo pululaba por el zócalo de Oaxaca y sus alrededores.
Cuando llegué a la cercana catedral el ambiente también era festivo y estaba terminándose de celebrar una boda. Asome mis narices.
El padre llevaba un collar de flores que uno de los familiares le había puesto como símbolo de castidad.
La gente vestía impecables ropas coloridas típicas de la región. Las dos familias salieron juntas escoltando a los novios y eran seguidos por todos los invitados y turistas que había en la catedral. La música empezaba a sonar afuera y dos muñecos gigantes de los novios custodiaban todo desde lo alto.
Repartían ramos de hierbas, Mezcal, besos y abrazos. Bailaban en círculos mientras avanzaban por las calles y la gente se iba sumando. Cantaban los mayores en Zapoteca:
¨Muchacha que te casaste
aguanta lo que venga, no importa que sufras
en la casa de tu marido
aunque solo comas tortilla
aunque tu marido te pegue nunca debes de quejarte"
Tras unas pocas cuadras la multitud llegó a una plaza más grande y rodearon al novio mientras aplaudían y este se mudaba de ropas.Ataron en la espalda del recién casado una pequeña plataforma desde las cuales salían fuegos artificiales y muy fuertes explosiones. Tan fuertes eran los estruendos que el griterío cesaba por unos segundos cada vez que una de esas bombas detonaba, para luego volver todos juntos a los saltos y gritos. Era muy divertido como todos pasamos a ser parte del festejo. Los petardos no acababan. El novio ya estaba sordo hace rato, pero seguía bailando y saltando entre los suyos.
El cortejo siguió hasta la casa de los novios, y yo volví contento por lo vivido ese primer día en la colorida Oaxaca.
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