Para llegar, el viajero debe hacerlo desde la provincia de Jujuy, pasando por Iturbe y el Abra del Cóndor (3940 msnm) que oficia de límite entre las dos provincias argentinas. A partir de este momento comienza un fascinante descenso, y atrás de cada curva van apareciendo formas y colores que bajan de las montañas hasta fundirse en el río, cuyo lecho seco siempre vemos del camino.
A Iruya se lo conoce como el "Pueblo colgado de la montaña", y como esta rodeado por dos ríos que aumentan mucho su caudal de agua en los meses de lluvia, queda aislado. A veces por varios meses.Este hecho de aislamiento le confiere a los habitantes un carácter único que les permitió seguir conservando las mismas tradiciones durante los últimos 250 años.
Las calles son casi siempre empinadas y no hay veredas. Los vehículos son pocos y los burros que por aquí circulan, muchos.
Como todo pueblo que se precie de tal, Iruya tiene su plaza principal, y los niños son los dueños.
Son algunos pocos cientos los que habitan este remoto paraje, aunque en los últimos años, su población creció por encontrarse Iruya dentro de la "Quebrada de Humahuaca".
Los lugareños son descendientes de los Ocloyas, una tribu del grupo de los Diaguitas que habitaban antiguamente las serranías de zona.
En sus rostros queda grabado a sol el esfuerzo que esta gente hace para llevar agua o alimento a sus casas, a las que solo se puede llegar caminando.
La iglesia de San Roque y Nuestra Señora del Rosario es de 1753 y ha sufrido varias refacciones desde entonces. El techo ahora es de zinc y no de paja como antaño, y el piso ya no es de barro.
A diferencia de la mayoría de las iglesias en pequeños pueblos, no esta frente a la plaza, si no en la entrada misma del pueblo.
Cuando el lecho del río lo permite, el pueblo de Iruya queda comunicado con los vecinos y pequeños poblados de Isla de Cañas y San Isidro, un pintoresco pueblito que bien vale la pena visitar.
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