Domingo de invierno en Buenos Aires. Uno de esos días para pasar encerrado entre cuatro paredes. El cielo encapotado promete lluvia para la noche. Apenas estoy saliendo de la cama cuando se me antoja de pronto un buen sandwich de carne. Se me ocurre que quizás podría ser una buena idea acercarme hasta la Feria de Mataderos, una feria tradicionalista que desde 1986 expone las costumbres, los productos y destrezas de los gauchos en la ciudad. Mas precisamente frente al Mercado Nacional de Hacienda (o Mercado de Liniers), que dicho sea de paso, por el número de animales vendidos aquí cada semana y por la cantidad de trabajadores involucrados resulta el mercado de hacienda mas grande del mundo.
Quizás el mejor lugar para comenzar el recorrido por la Feria de Mataderos sea la estatua ecuestre del Monumento al Gaucho Resero, obra del escultor Emilio Jacinto Sarguinet y construida a petición de Jose Luis Cantilo, intendente de Buenos Aires en 1929.
Metódico y observador, Sarguinet se instaló durante varias jornadas en la Estancia El Cardal en Ayacucho (propiedad de la familia Solanet) para aprender todo sobre el Caballo Criollo. Así pudo volver con varios bocetos que le permitieron poco mas tarde plasmar en bronce y con maestría la que fue la primer estatua del barrio de Mataderos, que a la postre tuvo que esperar casi dos años para recibirla, pues antes estuvo expuesta frente al Palais de Glace sobre la calle Posadas, en La Recoleta porteña, tras ganar el Primer Premio del XXII Salón Nacional.
Hacía un frío de esos que hace tiempo que no se sentían. Nada detenía al viento que abundantemente lograba colarse por Avenida de los Corrales, en esta parte mas baja y desprotegida de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Con gorro y bufanda caminamos bajo las Tipas viendo los puestos de comidas típicas, como Empanadas, Locro, Tamales, Humita, Pastelitos de esos patrios, Pasta Frola de membrillo y de batata, quesos de vaca, de cabra y de oveja, longaniza, chocolates, alfajores y churros.
Todo con buena pinta, pero me había acercado hasta aquí (entre otras razones) motivado por la búsqueda de proteína vacuna. Hasta ahora seguía siendo lo que mas se me antojaba, y con el olor que emanaban las parrillas cercanas mi deseo se acrecentaba.
Frente a uno de los lados que componen las 30 hectáreas del Mercado Nacional de Hacienda han montado en 2013 un escenario inaugurado tras un recital de Jairo. Cada fin de semana suben aquí media docena de promesas (y no tanto) de la música nacional.
La gente que se aglutina aquí cada fin de semana se anima a bailar las danzas típicas de Corrientes, Salta, Santiago del Estero, Córdoba, la Patagonia y otras regiones de Argentina. Vestidos con boinas o sombreros, bombachas de campo, van golpeando sus botas contra el suelo y agitando sus ponchos regionales al viento. Algunos tienen Chiripás (un tipo de pantalón) y no falta aquel que tenga un gran facón de plata entre sus rastra y espalda. Todo sucede en un clima amistoso y familiar a metros de la cancha del Club Nueva Chicago, como se denominaba a este sector de la ciudad casi dos siglos atrás.
La estatua del Gaucho Resero se encuentra desde 1934 en el mismo lugar en donde estaba la piedra fundacional del Mercado Nacional de Hacienda, es decir en Avenida Lisandro de la Torre y su intersección con la Avenida de los Corrales. Alguna vez tuvo un momento de fama cuando entre 1962 y 1968 salió en la cara inversa de la moneda argentina de $10.
Hoy parece custodiar desde lo alto cada fin de semana en la Feria de Mataderos, como lo hizo siempre con los animales que ingresaban desde provincia por la Avenida de los Corrales.
En poco tiempo desde abiertas sus puertas el mercado se vio con la necesidad de tener un mangrullo para divisar de "de veras" la llegada de los múltiples lotes de hacienda que llegaba cada mañana. No se si este es original pero da testimonio de la vida de Mataderos alrededor del mercado de hacienda.
Seguían los largos metros de puestos desparramados de la feria, esta vez en el sector de las artesanías en donde es posible comprar artículos de cuero, cuchillos varios, muñecos de lana, piezas de madera, velas, sahumerios y un largo etcétera de objetos gauchescos, místicos y hippies.
Sospechaba que al estar pegado al Mercado de Hacienda de Liniers (sito en realidad en el lindero barrio de Mataderos) tendría que poder satisfacer mis necesidades. Mi sandwich de carne había estado gestándose bajo las brasas, como esperándome. Este momento resultaba ideal para almorzar por fin.
De parado pudimos saborear sandwiches de vacío y algún choripan. Lo que no esperaba era pagar lo mismo que en un restaurante en un puesto callejero de 1x1, pese a que aquí hay muchos menos intermediarios (no hay flete, carnicería, supermercado alquileres, mozos, impuestos).
Hay varios bares tradicionalistas en unas pocas cuadras a la redonda del Mercado de Liniers. Se trata de las Peñas de Mataderos en donde se juntan seguido los amantes de la música de tierra adentro.
Siempre digo y me repito a mi mismo que es mejor hacer las compras con hambre. Sin duda resulta mas inspirador aunque a la postre te sume un cero en la cuenta.
Después de comer un buen sandwich de carne con pan fresco sucede todo lo contrario. Los productos que hasta hace un rato resultaban tentadores, ahora no nos apetecen. Es como que cuesta darse cuenta que en breve, o en algún momento, volveremos a tener hambre.
Hambre de todas esas cosas que mas nos gustan. Las que engordan, aquellas que tapan arterias o suben el colesterol hasta puntos alarmantes. Las que de alguna manera parecen hacerle mal al cuerpo, pero que no miden cuan bien nos hace al alma.
Quizás haya que buscar un equilibrio, recomendaría un sabio, como aquel que dice que una copa de vino hace bien pero dos o tres son exceso...
… o simplemente dejarse atropellar por las ganas irrefrenables de un atracón de azúcar y grasa saturada hasta comprometer al hígado y ser feliz. El resto: ¡Vaffanculo!
En la Feria de Mataderos a los cuatro vientos se escucha el sonido de los músicos. Claro que predomina el del escenario y sus grandes parlantes, pero en las esquinas cercanas a la feria hay otro tipo de músicos. Algunos de esos que saben sacarle buen ritmo a unos potes vacíos de pintura o a instrumentos andinos de viento desconocidos para la gran mayoría, cuyo sonido es cautivador.
También están los que se fuman uno y con dos o tres guitarras criollas ejecutan los sonidos de bandas vecinas como La Renga y Viejas Locas o tantas otras.
De alguna manera u otra, todos se sentirán a gusto un domingo cualquiera en la Feria de Mataderos. Una alternativa auténtica y divertida que se viene consolidando con el paso del tiempo.
Si llueve o hace frío, el viejo bar "Oviedo" , en la esquina frente al escenario, es una buena opción cultural y de "refugio" que viene recibiendo gente desde el 1900.
Cada mañana y desde entonces es punto de encuentro de matarifes y consignatarios de hacienda, de vecinos y empleados del mercado
Domingo de invierno en Buenos Aires. Ahora si estaba listo para una memorable siesta.
Quizás el mejor lugar para comenzar el recorrido por la Feria de Mataderos sea la estatua ecuestre del Monumento al Gaucho Resero, obra del escultor Emilio Jacinto Sarguinet y construida a petición de Jose Luis Cantilo, intendente de Buenos Aires en 1929.
Metódico y observador, Sarguinet se instaló durante varias jornadas en la Estancia El Cardal en Ayacucho (propiedad de la familia Solanet) para aprender todo sobre el Caballo Criollo. Así pudo volver con varios bocetos que le permitieron poco mas tarde plasmar en bronce y con maestría la que fue la primer estatua del barrio de Mataderos, que a la postre tuvo que esperar casi dos años para recibirla, pues antes estuvo expuesta frente al Palais de Glace sobre la calle Posadas, en La Recoleta porteña, tras ganar el Primer Premio del XXII Salón Nacional.
Hacía un frío de esos que hace tiempo que no se sentían. Nada detenía al viento que abundantemente lograba colarse por Avenida de los Corrales, en esta parte mas baja y desprotegida de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Con gorro y bufanda caminamos bajo las Tipas viendo los puestos de comidas típicas, como Empanadas, Locro, Tamales, Humita, Pastelitos de esos patrios, Pasta Frola de membrillo y de batata, quesos de vaca, de cabra y de oveja, longaniza, chocolates, alfajores y churros.
Todo con buena pinta, pero me había acercado hasta aquí (entre otras razones) motivado por la búsqueda de proteína vacuna. Hasta ahora seguía siendo lo que mas se me antojaba, y con el olor que emanaban las parrillas cercanas mi deseo se acrecentaba.
Frente a uno de los lados que componen las 30 hectáreas del Mercado Nacional de Hacienda han montado en 2013 un escenario inaugurado tras un recital de Jairo. Cada fin de semana suben aquí media docena de promesas (y no tanto) de la música nacional.
La estatua del Gaucho Resero se encuentra desde 1934 en el mismo lugar en donde estaba la piedra fundacional del Mercado Nacional de Hacienda, es decir en Avenida Lisandro de la Torre y su intersección con la Avenida de los Corrales. Alguna vez tuvo un momento de fama cuando entre 1962 y 1968 salió en la cara inversa de la moneda argentina de $10.
Hoy parece custodiar desde lo alto cada fin de semana en la Feria de Mataderos, como lo hizo siempre con los animales que ingresaban desde provincia por la Avenida de los Corrales.
En poco tiempo desde abiertas sus puertas el mercado se vio con la necesidad de tener un mangrullo para divisar de "de veras" la llegada de los múltiples lotes de hacienda que llegaba cada mañana. No se si este es original pero da testimonio de la vida de Mataderos alrededor del mercado de hacienda.
Seguían los largos metros de puestos desparramados de la feria, esta vez en el sector de las artesanías en donde es posible comprar artículos de cuero, cuchillos varios, muñecos de lana, piezas de madera, velas, sahumerios y un largo etcétera de objetos gauchescos, místicos y hippies.
Sospechaba que al estar pegado al Mercado de Hacienda de Liniers (sito en realidad en el lindero barrio de Mataderos) tendría que poder satisfacer mis necesidades. Mi sandwich de carne había estado gestándose bajo las brasas, como esperándome. Este momento resultaba ideal para almorzar por fin.
De parado pudimos saborear sandwiches de vacío y algún choripan. Lo que no esperaba era pagar lo mismo que en un restaurante en un puesto callejero de 1x1, pese a que aquí hay muchos menos intermediarios (no hay flete, carnicería, supermercado alquileres, mozos, impuestos).
Hay varios bares tradicionalistas en unas pocas cuadras a la redonda del Mercado de Liniers. Se trata de las Peñas de Mataderos en donde se juntan seguido los amantes de la música de tierra adentro.
Siempre digo y me repito a mi mismo que es mejor hacer las compras con hambre. Sin duda resulta mas inspirador aunque a la postre te sume un cero en la cuenta.
Después de comer un buen sandwich de carne con pan fresco sucede todo lo contrario. Los productos que hasta hace un rato resultaban tentadores, ahora no nos apetecen. Es como que cuesta darse cuenta que en breve, o en algún momento, volveremos a tener hambre.
Hambre de todas esas cosas que mas nos gustan. Las que engordan, aquellas que tapan arterias o suben el colesterol hasta puntos alarmantes. Las que de alguna manera parecen hacerle mal al cuerpo, pero que no miden cuan bien nos hace al alma.
Quizás haya que buscar un equilibrio, recomendaría un sabio, como aquel que dice que una copa de vino hace bien pero dos o tres son exceso...
… o simplemente dejarse atropellar por las ganas irrefrenables de un atracón de azúcar y grasa saturada hasta comprometer al hígado y ser feliz. El resto: ¡Vaffanculo!
En la Feria de Mataderos a los cuatro vientos se escucha el sonido de los músicos. Claro que predomina el del escenario y sus grandes parlantes, pero en las esquinas cercanas a la feria hay otro tipo de músicos. Algunos de esos que saben sacarle buen ritmo a unos potes vacíos de pintura o a instrumentos andinos de viento desconocidos para la gran mayoría, cuyo sonido es cautivador.
De alguna manera u otra, todos se sentirán a gusto un domingo cualquiera en la Feria de Mataderos. Una alternativa auténtica y divertida que se viene consolidando con el paso del tiempo.
Si llueve o hace frío, el viejo bar "Oviedo" , en la esquina frente al escenario, es una buena opción cultural y de "refugio" que viene recibiendo gente desde el 1900.
Cada mañana y desde entonces es punto de encuentro de matarifes y consignatarios de hacienda, de vecinos y empleados del mercado
Domingo de invierno en Buenos Aires. Ahora si estaba listo para una memorable siesta.
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