La Payunia es la zona con mayor concentración de volcanes en el mundo. Son mas de 800 los conos contados. En el planeta tierra solo Hawaii tiene algo parecido, pero no con la riqueza geológica que se puede apreciar en este singular territorio.
Venía desde la ciudad de San Rafael y de tres semanas pululando por la Cordillera de los Andes, y aquí estaba nuevamente, recién comenzando otro viaje. Esta vez por el indómito oeste de Mendoza.
Mi plan para el día era levantarme temprano, recorrer un sector de La Payunia (no sabía cual ni como), y dormir en la provincia vecina de Neuquén, que se encuentra al sur de Mendoza.
Cuando llegué a donde está el Volcán Payún Liso, el cono mas emblemático de La Payunia, bajaban de un mini bus una veintena de personas. Llevaba algunos días viajando solo y me daba fiaca compartir el lugar con otros, por lo que obvié al volcán (ya volveré) y me fui en busca de los caminos solitarios. No tardé en encontrarlos. No vi siquiera de lejos a nadie mas en el resto de la tarde.
Tras recorrer una decena de kilómetros observando a la distancia a los volcanes dormidos, la orografía mejoraba. Los paisajes se embellecen cuando los coirones tapizan de amarillo áreas enormes de la singular geografía de La Payunia.
Las piedras negras brotan del piso y se ven plegamientos por doquier. Este territorio demuestra cuan furiosa se puede poner la tierra cuando escupe fuego y todo lo destruye a su paso. Eso es lo que hace de La Payunia un lugar singular. Acá se pueden ver todo tipos de erupciones volcánicas. Hay plinianas, vulcanianas, estrombolianas, freatomagnéticas. Un paraíso para los geólogos .
Voy ascendiendo y descendiendo por algunos de los caminos negros de lava que tiene este sector de la Reserva Provincial La Payunia, que cuenta con un total de 450.000 hectáreas. Hay carteles en esta parte del recorrido que indican que estoy circulando por el "Circuito de los Volcanes". Bingo. Lo primero que llama mi atención es esta gran corrida de lava expulsada por el Volcán Santa María. Se la conoce como Escorial de la Media Luna, pues su figura tiene forma de herradura.
Hay otra corrida de lava mucho mas importante. Esta formada hace 150.000 años tras la erupción del Volcán Payú Matrún, que con casi 200 kilómetros de largo resulta ser la mas grande de todo el planeta, y es tan larga como algunas divisadas en Marte.
Dicen los científicos que así se veía el mundo hace millones de años. Venir a La Payunia es trasladarse millones de años en el tiempo, y por los diferentes tipos de erupciones mencionados, son muchos los momentos de la historia de nuestro planeta que se dejan ver a simple vista.
Si no fuera por la falta de preservación que tiene el lugar, que está protegido por la provincia de Mendoza desde 1985, La Payunia sería sin duda un Patrimonio de la Humanidad, por la gran cantidad de morfologías que presentan sus cientos de volcanes.
Muchas de las huellas que surcan la geografía de La Payunia son hechas por empresas petroleras. Aquí comprendí la necesidad de un guía para recorrer este lugar, pues las mismas no llevan a ningún lado.
En mi periplo vi muchos de estos sectores productivos, con cigüeñas trabajando. En el sector desde donde ingresé había muchos carteles de denuncia sobre las actividades supuestamente ilegales que realiza YPF en el lugar. También un gran depósito de chatarra que rompe con la magia del lugar.
Ahora si estaba empezando a encontrar los paisajes extraordinarios que sabía que estas cientos de miles de hectáreas esconden. A medida que avanzaba por entre los volcanes y serranías notaba los cambios de color del piso, producto de la oxidación de los diferentes minerales.
Me embargaba el cuerpo esa fantástica y egoísta sensación agradable de tener todo el lugar para uno. Esa sensación que solo regala el viajar en solitario por un lugar remoto. Argentina tiene muchos de esos lugares en donde uno esta verdaderamente aislado del mundo.
Estos lugares tan solitarios en donde uno solo puede valerse por si mismo si la naturaleza complota contra nosotros. O contra neutros neumáticos, como me paso en la Travesía por la Puna de la cual había llegado hace pocos días y que me obligo a comprar un juego nuevo en mi veloz paso por Buenos Aires. Un golpe al bolsillo antes de iniciar este nuevo viaje.
Había cubierto para ese entonces unos 50 0 60 kilómetros de paisajes cambiantes, avanzando a buen ritmo y sin mayores dificultades por caminos y también por matorrales.
Desde lo alto de una huella tuve que parar a contemplar tamaña belleza, y verificar (como lo haría 100 veces mas) que mis cubiertas nuevas estén en orden.
Está bien. No todo tiene que salir perfecto, pensaba en el momento en el que se presento nuevamente un obstáculo infranqueable para cualquier 4x4. No todo tiene que ser perfecto.
Las zanjas se iban haciendo cada vez mas grandes, y a esta altura parecía estar atrapado en ese valle de tierra colorada.
¿Estaba acaso perdido en este enorme e inhóspito lugar?
Solo contaba con mi GPS, pero no lograba sacarle mayor utilidad, pues no tenía track alguno. Decidí seguir algunas huellas a la mayor velocidad posible, pero que no comprometiese ni mi seguridad ni la de mi vehículo. Pasé por un rancho, y si bien estaba deshabitado, guardé su posición satelital para volver a usarlo a la noche si es que no podía salir de La Payunia.
Así fui tomando huellas y huellas, por que las hay y de a montones. Algunas parecían hacer recorridos circulares. Yo sabía que no me llevaban a ningún lado, hasta que me topé con un gran río. Sabía que no lo podía vadear. Sabía que la ruta estaba ahí, tan cerca, "a tiro de piedra", del otro lado de este cauce de agua. Sabía que no existían puentes, pero igual los busqué en el GPS.
No podía cruzar. Hasta ahí había llegado. Estaba obligado a buscar nuevos planes.
Tras repasar los mapas sentí que lo mas lógico era desandar mis propios pasos. La pantalla de mi GPS pinta de celeste los lugares por donde rodó mi camioneta. Era cuestión de seguirlos durante algunas horas, prestando atención de no pisar en aquellas huellas vanas e inútiles, hasta dar finalmente con el lugar por donde había ingresado a La Payunia.
No tuve suerte con el avistamiento de fauna (solo algún zorro), pero son mas de 70 especies las que habitan este territorio.
A la postre pude ahorrar algunos kilómetros, y encontrar un camino que me llevase de vuelta a la mítica Ruta 40 que me llevaría hacia el norte de la Patagonia. De pura suerte y a altas horas de la noche, sin comer y con los pelos duros de tanto polvo pude hacerme de un cuarto en un hotel de mala muerte, en donde dormir algunas horas antes de seguir viaje.
Venía desde la ciudad de San Rafael y de tres semanas pululando por la Cordillera de los Andes, y aquí estaba nuevamente, recién comenzando otro viaje. Esta vez por el indómito oeste de Mendoza.
Mi plan para el día era levantarme temprano, recorrer un sector de La Payunia (no sabía cual ni como), y dormir en la provincia vecina de Neuquén, que se encuentra al sur de Mendoza.
Cuando llegué a donde está el Volcán Payún Liso, el cono mas emblemático de La Payunia, bajaban de un mini bus una veintena de personas. Llevaba algunos días viajando solo y me daba fiaca compartir el lugar con otros, por lo que obvié al volcán (ya volveré) y me fui en busca de los caminos solitarios. No tardé en encontrarlos. No vi siquiera de lejos a nadie mas en el resto de la tarde.
Tras recorrer una decena de kilómetros observando a la distancia a los volcanes dormidos, la orografía mejoraba. Los paisajes se embellecen cuando los coirones tapizan de amarillo áreas enormes de la singular geografía de La Payunia.
Las piedras negras brotan del piso y se ven plegamientos por doquier. Este territorio demuestra cuan furiosa se puede poner la tierra cuando escupe fuego y todo lo destruye a su paso. Eso es lo que hace de La Payunia un lugar singular. Acá se pueden ver todo tipos de erupciones volcánicas. Hay plinianas, vulcanianas, estrombolianas, freatomagnéticas. Un paraíso para los geólogos .
Dicen los científicos que así se veía el mundo hace millones de años. Venir a La Payunia es trasladarse millones de años en el tiempo, y por los diferentes tipos de erupciones mencionados, son muchos los momentos de la historia de nuestro planeta que se dejan ver a simple vista.
Tumba de Chiquito González |
Muchas de las huellas que surcan la geografía de La Payunia son hechas por empresas petroleras. Aquí comprendí la necesidad de un guía para recorrer este lugar, pues las mismas no llevan a ningún lado.
En mi periplo vi muchos de estos sectores productivos, con cigüeñas trabajando. En el sector desde donde ingresé había muchos carteles de denuncia sobre las actividades supuestamente ilegales que realiza YPF en el lugar. También un gran depósito de chatarra que rompe con la magia del lugar.
Ahora si estaba empezando a encontrar los paisajes extraordinarios que sabía que estas cientos de miles de hectáreas esconden. A medida que avanzaba por entre los volcanes y serranías notaba los cambios de color del piso, producto de la oxidación de los diferentes minerales.
Me embargaba el cuerpo esa fantástica y egoísta sensación agradable de tener todo el lugar para uno. Esa sensación que solo regala el viajar en solitario por un lugar remoto. Argentina tiene muchos de esos lugares en donde uno esta verdaderamente aislado del mundo.
Estos lugares tan solitarios en donde uno solo puede valerse por si mismo si la naturaleza complota contra nosotros. O contra neutros neumáticos, como me paso en la Travesía por la Puna de la cual había llegado hace pocos días y que me obligo a comprar un juego nuevo en mi veloz paso por Buenos Aires. Un golpe al bolsillo antes de iniciar este nuevo viaje.
Había cubierto para ese entonces unos 50 0 60 kilómetros de paisajes cambiantes, avanzando a buen ritmo y sin mayores dificultades por caminos y también por matorrales.
Desde lo alto de una huella tuve que parar a contemplar tamaña belleza, y verificar (como lo haría 100 veces mas) que mis cubiertas nuevas estén en orden.
Todo venía bien. Estaba maravillado por los paisajes que me venía regalando La Payunia, y también por lo gentil que resultaron ser la mayoría de sus suelos. No le quedaban muchas horas de luz al día, y no tenía la menor idea de cual pudiera ser la huella que me iba a sacar de tan vasto territorio. Mirando desde lo alto de una de sus tantas sierras, creí que arrojarme a lo profundo del valle, era una buena idea.
Hasta que comenzaron los primeros obstáculos. Ese camino por el que me había tirado era de un solo sentido, es decir que no lo hubiera podido remontar sin un segundo vehículo, y ayudados por nuestros malacates. No parecía grave hasta que me encontré con un socavón que se había comido parte del camino. Caminando unos metros encontré un lugar desde donde sortear con éxito y con seguridad ese primer cacho de camino que la tierra se había tragado.Está bien. No todo tiene que salir perfecto, pensaba en el momento en el que se presento nuevamente un obstáculo infranqueable para cualquier 4x4. No todo tiene que ser perfecto.
Las zanjas se iban haciendo cada vez mas grandes, y a esta altura parecía estar atrapado en ese valle de tierra colorada.
¿Estaba acaso perdido en este enorme e inhóspito lugar?
Solo contaba con mi GPS, pero no lograba sacarle mayor utilidad, pues no tenía track alguno. Decidí seguir algunas huellas a la mayor velocidad posible, pero que no comprometiese ni mi seguridad ni la de mi vehículo. Pasé por un rancho, y si bien estaba deshabitado, guardé su posición satelital para volver a usarlo a la noche si es que no podía salir de La Payunia.
Así fui tomando huellas y huellas, por que las hay y de a montones. Algunas parecían hacer recorridos circulares. Yo sabía que no me llevaban a ningún lado, hasta que me topé con un gran río. Sabía que no lo podía vadear. Sabía que la ruta estaba ahí, tan cerca, "a tiro de piedra", del otro lado de este cauce de agua. Sabía que no existían puentes, pero igual los busqué en el GPS.
No podía cruzar. Hasta ahí había llegado. Estaba obligado a buscar nuevos planes.
Tras repasar los mapas sentí que lo mas lógico era desandar mis propios pasos. La pantalla de mi GPS pinta de celeste los lugares por donde rodó mi camioneta. Era cuestión de seguirlos durante algunas horas, prestando atención de no pisar en aquellas huellas vanas e inútiles, hasta dar finalmente con el lugar por donde había ingresado a La Payunia.
No tuve suerte con el avistamiento de fauna (solo algún zorro), pero son mas de 70 especies las que habitan este territorio.
A la postre pude ahorrar algunos kilómetros, y encontrar un camino que me llevase de vuelta a la mítica Ruta 40 que me llevaría hacia el norte de la Patagonia. De pura suerte y a altas horas de la noche, sin comer y con los pelos duros de tanto polvo pude hacerme de un cuarto en un hotel de mala muerte, en donde dormir algunas horas antes de seguir viaje.
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