Si quieres disfrutar de Machu Picchu con la menor cantidad de turistas posibles, lo que tienes que hacer es dormir en Aguas Calientes, lugar al que también se conoce como "Machu Picchu pueblo".
Mientras todos los que llegan en el tren desde Cusco, u Ollantaytambo salían corriendo a las ruinas de Machu Picchu, yo dedique ese primer día a recorrer este pequeño pueblo encerrado entre las montañas, para poder salir al amanecer hacia las fantásticas ruinas de la gran ciudadela Inca.
El pueblo en si es muy chico, pero tiene toda la infraestructura necesaria para recibir turistas de todos los bolsillos. Turistas que serán despojados de sus Dólares, como en ningún otro lugar del Perú.
Si bien la hotelería ha mejorado, siempre vas a pagar por tu hotel un buen billete, y la calidad del mismo va a dejar mucho que desear. No tiene buena relación precio/producto.
En el rubro gastronómico encontré varias sorpresas agradables, pero pagué hasta seis veces mas por un plato, que en otras localidades cercanas.
Este pequeño pueblo, que nació en 1901 como centro de operaciones del tren que viene desde Cusco, tiene una sola calle atestada de vendedores, restaurantes y hoteles. Es un lugar de paso, y ha crecido en forma desordenada y descontrolada.
Tiene prácticamente una sola calle que se extiende por casi un kilómetro, una plaza principal con su pequeña iglesia.
Tras pasar todo el día en la ciudadela Inca, que nos sorprendió a mas no poder, con su maravillosa arquitectura y el aura de misterio que cubren las montañas, volvimos al encierro de Aguas Calientes.
Estábamos felices y exultantes por haber podido caminar por una de las ruinas mas famosas del mundo. Felices si, y agotados también.
Sabíamos que nos quedaba un lugar por conocer en Machu Picchu pueblo, y eso eran las termas.
Para llegar caminamos por la única calle, barranca arriba, hasta el final del camino.
Pocas veces en mi vida tuve tan pocas ganas de meterme en unas termas, como en este lugar, y crean que he estado en algunas asquerosas, pero ninguna se le acercaba a las de Aguas Calientes.
El olor sulfuroso y a lácteos en descomposición se metía filoso por mis orificios nasales.
Para los mas valientes, pueden contagiarse algunos hongos importados alquilando bañadores y toallas in situ por unos pocos Soles.
Fueron dos las noches que pasamos en Aguas Calientes. Mas que suficiente, pero un mal necesario.
Si lo que quieres es llegar antes del malón de gente para disfrutar de este sitio, elegido recientemente por votantes de todo el mundo como una de las siete maravillas del mundo moderno, Aguas Calientes es el lugar que debes elegir.
Mientras todos los que llegan en el tren desde Cusco, u Ollantaytambo salían corriendo a las ruinas de Machu Picchu, yo dedique ese primer día a recorrer este pequeño pueblo encerrado entre las montañas, para poder salir al amanecer hacia las fantásticas ruinas de la gran ciudadela Inca.
El pueblo en si es muy chico, pero tiene toda la infraestructura necesaria para recibir turistas de todos los bolsillos. Turistas que serán despojados de sus Dólares, como en ningún otro lugar del Perú.
Si bien la hotelería ha mejorado, siempre vas a pagar por tu hotel un buen billete, y la calidad del mismo va a dejar mucho que desear. No tiene buena relación precio/producto.
En el rubro gastronómico encontré varias sorpresas agradables, pero pagué hasta seis veces mas por un plato, que en otras localidades cercanas.
Este pequeño pueblo, que nació en 1901 como centro de operaciones del tren que viene desde Cusco, tiene una sola calle atestada de vendedores, restaurantes y hoteles. Es un lugar de paso, y ha crecido en forma desordenada y descontrolada.
Tiene prácticamente una sola calle que se extiende por casi un kilómetro, una plaza principal con su pequeña iglesia.
Tras recorrer ida y vuelta lo poco que este lugar tiene para ofrecer, y sacarnos una y otra vez a los vendedores de sweaters de alpaca , decidimos emprender una caminata por las vías del ferrocarril que nos llevarían a unas cascadas varios kilómetros mas adelante.
Encontramos las escaleras que nos llevarían a los saltos, y comenzamos a subirlas con un considerable esfuerzo físico, que de haber sabido con que me iba a encontrar, no lo hubiéramos hecho.
Tras el recorrido, llegamos antes del anochecer nuevamente a Aguas Calientes, con el tiempo justo para bañarnos, comer, y tomar varias cervezas Cusqueña que nos ayudarían a conciliar mejor el sueño.
El gran día había llegado. Antes del amanecer ya estábamos de pié y fuimos de los primeros en llegar a Machu Picchu. Una maravilla, teníamos todo el lugar para nosotros, razón suficiente para que dormir en este pueblo sin gracia alguna, y típica trampa de turista, valiese la pena.Tras pasar todo el día en la ciudadela Inca, que nos sorprendió a mas no poder, con su maravillosa arquitectura y el aura de misterio que cubren las montañas, volvimos al encierro de Aguas Calientes.
Estábamos felices y exultantes por haber podido caminar por una de las ruinas mas famosas del mundo. Felices si, y agotados también.
Sabíamos que nos quedaba un lugar por conocer en Machu Picchu pueblo, y eso eran las termas.
Para llegar caminamos por la única calle, barranca arriba, hasta el final del camino.
El olor sulfuroso y a lácteos en descomposición se metía filoso por mis orificios nasales.
Para los mas valientes, pueden contagiarse algunos hongos importados alquilando bañadores y toallas in situ por unos pocos Soles.
Fueron dos las noches que pasamos en Aguas Calientes. Mas que suficiente, pero un mal necesario.
Si lo que quieres es llegar antes del malón de gente para disfrutar de este sitio, elegido recientemente por votantes de todo el mundo como una de las siete maravillas del mundo moderno, Aguas Calientes es el lugar que debes elegir.
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