Apenas vi el cartel anunciando que estábamos dejando la Unión Europea para ingresar al Territorio Libre de Christiania, sentí que el barrio me guiñaba un ojo.
Hacía años que había escuchado de este lugar tomado por los hippies y administrado por los punks, que a diferencia de otros asentamientos en Europa (Hafenstrasse u Holanda por ejemplo) realmente gozaba de independencia y autonomía.
Christiania es una comunidad auto gestionada que se encuentra dentro de la ciudad de Copenhague, mas precisamente en Christianshavn, muy cerca de las mejores partes de la ciudad, razón por la cual quieren ser echados por muchos de los ciudadanos Daneses que ven la enorme oportunidad inmobiliaria que tiene un lugar de ese tamaño en el medio de la ciudad y contra las aguas.
Corría el año 1971 y Dinamarca no estaba pasando un buen momento económico. La desocupación llegaba a cifras un tanto preocupantes y las ideas de cambiar al mundo se replicaban en todos los continentes, fue entonces cuando un grupo de hippies que se sentían relegados de la sociedad tiraron abajo las murallas de esta vieja barraca militar y comenzaron a construir en él un espacio libre para que sus hijos pudieran jugar y ellos gozar plenamente de un lugar donde replicar sus ideales.
Llamaban a recuperar el espacio y a vivir de acuerdo a sus propios sentimientos.
Los años fueron pasando y la comunidad fue creciendo. No todo fue fácil. En decenas de oportunidades se enfrentaron a la policía y a los propios Daneses en su afán independentista. Ya no pretendían seguir viviendo gratis, si no que, algunos de sus pobladores, los mas radicales, querían convertirlo en una suerte de país con sus propias leyes y puerto.
Lograron sobrevivir año tras año y finalmente llegó la aceptación por parte de los habitantes de la ciudad, ya que paredes adentro, el crimen y los ilícitos eran mínimos y estaban controlados y castigados por la misma comunidad. En Christiania no aceptan a la policía Danesa, aunque cada tanto estos irrumpen en el lugar con las excusas mas variadas, como buscar drogas duras (que están prohibidas dentro del lugar, o integrantes de grupos revolucionarios de Europa que cada tanto aparecen con sus obsoletos sueños de cambiarlo todo.
En el lugar está prohibido sacar fotos, y aunque los habitantes necesitan de los turistas y visitantes para vender lo que producen sus múltiples fábricas (velas, artesanías, bicicletas para niños, zapatos y mucha marihuana), a veces no son bienvenidos si no siguen las reglas de convivencia.
Paredes adentro es otro mundo. Aquí florece el arte y la libertad, y el ingenio está a cada metro.
Su plaza central y cafés son un regio lugar para separarse un poco de la tan civilizada Copenhague. Aquí nunca falta ni calor ni color.
Los habitantes del barrio tienen una moneda propia, aunque tratan de hacer todas las transacciones mediante el sistema de trueque, así por ejemplo, cuando llegamos a su supermercado, veremos cientos de objetos exhibidos que se pueden tomar dejando algo similar a cambio. Interesante.
Las primeras construcciones son muy originales y por los materiales que utilizaron son verdaderas obras de arte dignas de ser observadas.
Aunque los habitantes de Christiania, hoy anarquistas en su mayoría, no creen en las banderas, Christiania tiene la propia. En el lugar no hay nada prohibido pero hay ciertas reglas que hay que cumplir a rajatabla para la feliz convivencia de sus gentes.
Solo pueden vivir ahí aquellos que obtengan permiso del resto de los pobladores y que tengan algo para aportar a la causa. Pueden ser maestros, técnicos, artesanos o abogados. Por su carácter libre, es aceptado de todos modos que duerman algunas noches aquellos que lo necesiten, como viajeros o mujeres solteras, como para variar un poco.
Solo se puede usar dentro de sus límites el transporte no motorizado. Bicicleta o a pié.
Todas las decisiones son tomadas en una asamblea por el conjunto de los pobladores. Aquí no hay líderes.
Hoy, tras intentos de desalojos en los últimos 40 años, el lugar goza de paz y aceptación.
El estado toma a Christiania como un experimento social. Quizás algo bueno puede salir de todo esto.
Recomiendo animadamente una visita al lugar. Las manifestaciones artísticas y sociales están en cada rincón. Aquí siempre es primavera.
Christiania, hasta la vista!
Hacía años que había escuchado de este lugar tomado por los hippies y administrado por los punks, que a diferencia de otros asentamientos en Europa (Hafenstrasse u Holanda por ejemplo) realmente gozaba de independencia y autonomía.
Christiania es una comunidad auto gestionada que se encuentra dentro de la ciudad de Copenhague, mas precisamente en Christianshavn, muy cerca de las mejores partes de la ciudad, razón por la cual quieren ser echados por muchos de los ciudadanos Daneses que ven la enorme oportunidad inmobiliaria que tiene un lugar de ese tamaño en el medio de la ciudad y contra las aguas.
Corría el año 1971 y Dinamarca no estaba pasando un buen momento económico. La desocupación llegaba a cifras un tanto preocupantes y las ideas de cambiar al mundo se replicaban en todos los continentes, fue entonces cuando un grupo de hippies que se sentían relegados de la sociedad tiraron abajo las murallas de esta vieja barraca militar y comenzaron a construir en él un espacio libre para que sus hijos pudieran jugar y ellos gozar plenamente de un lugar donde replicar sus ideales.
Llamaban a recuperar el espacio y a vivir de acuerdo a sus propios sentimientos.
Los años fueron pasando y la comunidad fue creciendo. No todo fue fácil. En decenas de oportunidades se enfrentaron a la policía y a los propios Daneses en su afán independentista. Ya no pretendían seguir viviendo gratis, si no que, algunos de sus pobladores, los mas radicales, querían convertirlo en una suerte de país con sus propias leyes y puerto.
Lograron sobrevivir año tras año y finalmente llegó la aceptación por parte de los habitantes de la ciudad, ya que paredes adentro, el crimen y los ilícitos eran mínimos y estaban controlados y castigados por la misma comunidad. En Christiania no aceptan a la policía Danesa, aunque cada tanto estos irrumpen en el lugar con las excusas mas variadas, como buscar drogas duras (que están prohibidas dentro del lugar, o integrantes de grupos revolucionarios de Europa que cada tanto aparecen con sus obsoletos sueños de cambiarlo todo.
En el lugar está prohibido sacar fotos, y aunque los habitantes necesitan de los turistas y visitantes para vender lo que producen sus múltiples fábricas (velas, artesanías, bicicletas para niños, zapatos y mucha marihuana), a veces no son bienvenidos si no siguen las reglas de convivencia.
Paredes adentro es otro mundo. Aquí florece el arte y la libertad, y el ingenio está a cada metro.
Su plaza central y cafés son un regio lugar para separarse un poco de la tan civilizada Copenhague. Aquí nunca falta ni calor ni color.
Los habitantes del barrio tienen una moneda propia, aunque tratan de hacer todas las transacciones mediante el sistema de trueque, así por ejemplo, cuando llegamos a su supermercado, veremos cientos de objetos exhibidos que se pueden tomar dejando algo similar a cambio. Interesante.
Las primeras construcciones son muy originales y por los materiales que utilizaron son verdaderas obras de arte dignas de ser observadas.
Aunque los habitantes de Christiania, hoy anarquistas en su mayoría, no creen en las banderas, Christiania tiene la propia. En el lugar no hay nada prohibido pero hay ciertas reglas que hay que cumplir a rajatabla para la feliz convivencia de sus gentes.
Solo pueden vivir ahí aquellos que obtengan permiso del resto de los pobladores y que tengan algo para aportar a la causa. Pueden ser maestros, técnicos, artesanos o abogados. Por su carácter libre, es aceptado de todos modos que duerman algunas noches aquellos que lo necesiten, como viajeros o mujeres solteras, como para variar un poco.
Solo se puede usar dentro de sus límites el transporte no motorizado. Bicicleta o a pié.
Todas las decisiones son tomadas en una asamblea por el conjunto de los pobladores. Aquí no hay líderes.
Hoy, tras intentos de desalojos en los últimos 40 años, el lugar goza de paz y aceptación.
El estado toma a Christiania como un experimento social. Quizás algo bueno puede salir de todo esto.
Recomiendo animadamente una visita al lugar. Las manifestaciones artísticas y sociales están en cada rincón. Aquí siempre es primavera.
Christiania, hasta la vista!
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