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martes, 24 de marzo de 2020

Durmiendo en una verdadera aldea medieval

En Georgia la rica historia del país está presente en cada kilómetro que uno recorre, Esta no era la excepción, más todo lo contrario. Todo el camino hasta la aldea de Shatili es espectacular. Uno se mete en valles verdes y profundos de las montañas del Cáucaso hasta llegar a esta aldea medieval a escasos kilómetros de la frontera con Chechenia.
Cuándo uno llega a este pequeño pueblo de sólo 22 habitantes las cosas no cambian. El entorno sigue siendo alucinante y uno ve ante sus ojos un verdadero complejo medieval de viviendas unidas a 60 torres de defensa, que fueron habitadas de forma ininterrumpida desde el siglo IX hasta hace un puñado de años, cuando los habitantes de mudaron unos cientos de metros más abajo buscando las comodidades del mundo moderno.
Con curiosidad nos íbamos acercando al complejo defensivo ya que esa noche dormiríamos dentro de una de las viviendas del siglo IX, y crean que no había mucho más modernidad que un colchón. El resto era un verdadero viaje al pasado, y no a un pasado cualquiera si no al de algunas tribus del Cáucaso, en este caso las del Reino de Kakheti, pero también de los Chechenos y de las tribus del Dagestán (hoy parte de Rusia).
La verdad es que resulta una experiencia única la de dormir en esta fortaleza original del siglo IX, aunque haya un poco de olor a pis de rata o sople viento por debajo de las puertas. Para quienes busquen más comodidades, hay otros albergues en el pequeño pueblo de frontera.
En el complejo de viviendas había una decena de herramientas utilizadas para los diferentes labores de estas gentes y sus costumbres, algunas de las cuales han resultado inalteradas en los últimos siglos.
Hasta estuvimos tentados en hacer un brebaje. Sólo faltaba un buen fuego bajo la cacerola de cobre tantas veces utilizada por los moradores del pasado, pero no había ramas en la cercanía.
Platos, jarras y peinetas y otros utensillos eran fabricados por los locales u obtenidos vía trueque con las tribus de Chechenia y de Dagestán, al otro lado de la Cordillera del Cáucaso.
Estos cuernos huecos son utilizados para beber vino por las noches. En cada mesa alguien asume el papel de Tamada, o jefe de mesa. El Tamada es el responsable de hacer los brindis cada noche. Por lo general se pide por la cosecha, el tiempo, la familia o el amor, pero cuándo hay invitados, el Tamada hará un brindis en honor a cada uno de los nuevos comensales.
En Georgia cada vez que uno se sienta en la mesa se experimenta algo similar a una ceremonia. La gente es muy hospitalaria, tiran todo lo que tienen en la mesa y hacen sentir al huésped muy especial ¡En poco lugares se come tanto y tan bien como en Georgia! Los alimentos son frescos y ricos y se pone mucho amor en los platos tradicionales.
Sin duda ha sido una experiencia enriquecedora el dormir en esta aldea medieval del siglo IX llamada Shatili. Ya el pueblo en sí con sus montañas cercanas de picos eternamente nevados, la invalorable sensación de estar en un lugar remoto y el aire fresco es una delicia, pero esto le suma unos porotos.
Muy cerca de Shatili, a sólo 12 kilómetros por una atractiva carretera que lleva a la frontera con Chechenia se encuentra la aldea abandonada de Musto, ubicada en lo alto de una montaña, bien aislado e interesante para conocer después de una importante y demandante caminata cuesta arriba. La vista, (como también en Shatili) son brutales.

sábado, 27 de julio de 2019

La aldea medieval de Mutso

En un recóndito lugar de la Cordillera del Cáucaso se encuentra Mutso, una notable aldea medieval de los siglos VIII y IX localizada en la siempre caliente frontera entre Georgia y Chechenia. Se trata de un conjunto de 30 viviendas fortificadas y 4 torres de defensa hechas de laja que los pobladores cristianos utilizaban para defenderse de los ataques de las tribus vecinas musulmanas.
El pueblo/fortaleza de Mutso está emplazado a 1.880 metros de altura y se encuentra en la provincia de Khevsureti a la vera derecha del río Andakistskali (aunque existen ruinas a ambos márgenes), en un punto escarpado con vistas extraordinarias sobre un verde valle, algo muy habitual en Georgia.
Mutso es sólo accesible entre junio y septiembre. El resto del año queda aislado por la nieve.
Puede que el camino sea lento pero las vistas compensan. Para llegar se cruza por el Paso Dtvisjvari, que a 2.676 metros resulta uno de los más altos de Europa. Más tarde se llega al pueblo de Shatili, de arquitectura e historia similar a la de Mutso, con construcciones en laja como sucede habitualmente en pueblos de montaña, pero en un marco menos espectacular. La gran diferencia es que en Shatili vive en forma permanente una veintena de familias. Hay lugares para dormir y comer e incluso transporte hacia la capital y ciudades cercanas.
Ya en ese lugar uno percibe estar en un lugar remoto y especial. para llegar a Mutso hay que continuar poco más de 20 kilómetros o media hora en 4x4, aunque son muchos lo que hacen este tramo caminando unas tres o cuatro horas por tramo.
Una vez llegados a Mutso resta el esfuerzo final que supone llegar a lo más alto del pueblo, en una escarpada y exigente subida corta de 20 minutos. Las vistas, como comenté antes, son simplemente espectaculares no importa en que dirección se mire a uno se le cae la mandíbula ante tanta belleza.
Este complejo de torres y viviendas forma parte de una frontera de larga data entre dos mundos, la Georgia cristiana y la Chechenia y el Dagestán musulmán (hoy día bajo control y dominio ruso). La leyenda dice que fue fundada por 5 hermanos seguidores del arcángel Broliskalo quienes eran custodios de un fabuloso tesoro escondido en las cercanías de esta fortaleza, y que ha deser hallado por "El Elegido".
Algunos carteles (2018) avisan de los trabajos de restauración y la puesta en valor de este sitio, aparentemente uno de los más amenazados de Georgia. No tengo duda de que han de mejorar los senderos y la infraestructura en general, pero para la gente menos atlética o confiada la subida a Mutso aún reviste ciertos peligros, incluso para los más osados, una vez que se llega a la parte más alta del complejo pétreo.
Hay una terraza del otro lado de una arista que simplemente reviste peligro de muerte al cruzarla. Por suerte nos espera un cómodo sillón para recuperarnos de tanta aderanalina perdida, y claro, esas sensacionales vistas de Sakartvelo, nombre que usan los nativos para referirse a Georgia.
En lo personal estaba feliz de estar nuevamente en las montañas del Cáucaso haciendo un trekking.
Cuándo alrededor de 1950 el Estalinismo obligó a los pobladores de esta región a abandonar estas aldeas, Mutso, Shatili y algunos otros poblados de la zona ingresaron en el imaginario popular y se han convertido en todo un símbolo de la bravura y resistencia de los georgianos. Desde entonces existen canciones, pinturas, leyendas y poemas .
Todo el país de Georgia merece ser visitado. Es un país complejo y variopinto. Esta región no se queda atrás y es ideal para los amantes de la naturaleza, la historia, el senderismo, la montaña, la arquitectura, lo aislado y remoto y el aire puro de la Cordillera del Cáucaso.
Por suerte a algún georgiano se le ocurrió poner un pequeño puesto dónde venden cerveza fría, así que la recompensa a "tanto" esfuerzo por la subida a lo más alto de Mutso está asegurada.