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sábado, 31 de octubre de 2020

El Sitio de Anatori

Al este de Georgia y perdida entre las montañas del Cáucaso se encuentra Khevsureti, una región histórica y muy rica, etnográficamente hablando. Un área dónde nunca existió el sistema feudal, sino que sus habitantes se regían por un Código Civil basado en antiguas tradiciones y valores, dónde los niños de las familias nobles eran educados para introducir valores Cristianos, fraternales, valientes y generosos entre sus gentes a través de la tradición oral y el ejemplo.
Es esta una zona de paisajes dramáticos, remota y desolada a la cual se accede por un viejo paso de montaña que desde 1799 se conoce como la Carretera Militar Georgiana, y que suele estar cerrada varios meses al año por las intensas nevadas que se producen en este área. Estamos a sólo 3 kilómetros del puesto de control de la frontera entre Georgia y Chechenia. Metros abajo se escucha la confluencia de dos ríos y las montañas al frente son bien escarpadas. 
Pasamos la noche Durmiendo en una verdadera aldea medieval, una experiencia inolvidable que vivimos en Shatili, que con 22 habitantes resulta el mayor asentamiento de la zona. Al día siguiente, tras un rato por caminos de montaña nos acercamos a el Sitio de Anatori.
Anatori era el nombre de una aldea que dejó de existir tras una Epidemia de Peste Negra que asoló a la zona en el siglo XVIII. Por aquellos tiempos la población de la Región de Khevsureti superaba las 15.000 personas, y desde entonces no ha dejado de disminuir. Claro que los Comunistas de la ex URSS tuvieron algo que ver, ya que en 1951 invitaron a retirarse a todos los pobladores descontentos con sus ideas, pero eso es otra historia.
En los años de Peste Negra, o Zhami como la llaman los locales, la gente moría como moscas. Uno a uno iban cayendo enfermos, y perdían la vida. En el afán de no seguir contagiando a sus familias y vecinos, muchas personas se fueron alejando de las zonas pobladas, y en lo remoto, dónde ya no podían poner en peligro a nadie, construyeron por voluntad propia, su lecho de muerte.
Construidas con piedras amontonadas, estas tumbas son la prueba de amor, coraje y compromiso social de los habitantes de este pueblo, que tomaron la decisión de no contagiar al resto y ganarle de esta manera la batalla a la temida Peste Negra, o Peste Bubónica, la epidemia más mortífera.
Por estar en un lugar tan remoto, y por el enorme respeto que despierta esta historia, estas tumbas permanecen casi inalteradas, como si no hubiera pasado casi el tiempo desde el siglo XVIII. En las ventanas hay copas tipo Cáliz y monedas antiguas que la gente va dejando para hacer más placentera la vida en el más allá para aquellos que obsequiaron su vida a favor de los demás.
Todo es original menos las ventanas con rejas, ya que gente llegada de Chechenia robaba los huesos para utilizarlos en ceremonias paganas.
El Sitio de Anatori es emotivo e invita a reflexionar como es que hicieron estos mártires para construir estas tumbas e irse encerrando adentro sin la ayuda de un tercero.
Una de las teorías más aceptadas es que estas construcciones ya existían y los muertos se acostaban sobre la tierra, bajo estas estructuras a dejarse morir. Esta teoría cobra sentido ya que algo similar sucede en Dargavs ("La ciudad de los muertos") en la vecina Osetia del Norte distante a sólo 65 kilómetros de distancia de Anatori. La idea pudo haber sido tomada de estos pobladores al otro lado de la montaña, pero las tumbas no guardan otro parecido.
Desde allí continuamos camino a La aldea medieval de Mutso en donde nos aguardaba un recorrido interesante pero de alta exigencia física.

martes, 24 de marzo de 2020

Durmiendo en una verdadera aldea medieval

En Georgia la rica historia del país está presente en cada kilómetro que uno recorre, Esta no era la excepción, más todo lo contrario. Todo el camino hasta la aldea de Shatili es espectacular. Uno se mete en valles verdes y profundos de las montañas del Cáucaso hasta llegar a esta aldea medieval a escasos kilómetros de la frontera con Chechenia.
Cuándo uno llega a este pequeño pueblo de sólo 22 habitantes las cosas no cambian. El entorno sigue siendo alucinante y uno ve ante sus ojos un verdadero complejo medieval de viviendas unidas a 60 torres de defensa, que fueron habitadas de forma ininterrumpida desde el siglo IX hasta hace un puñado de años, cuando los habitantes de mudaron unos cientos de metros más abajo buscando las comodidades del mundo moderno.
Con curiosidad nos íbamos acercando al complejo defensivo ya que esa noche dormiríamos dentro de una de las viviendas del siglo IX, y crean que no había mucho más modernidad que un colchón. El resto era un verdadero viaje al pasado, y no a un pasado cualquiera si no al de algunas tribus del Cáucaso, en este caso las del Reino de Kakheti, pero también de los Chechenos y de las tribus del Dagestán (hoy parte de Rusia).
La verdad es que resulta una experiencia única la de dormir en esta fortaleza original del siglo IX, aunque haya un poco de olor a pis de rata o sople viento por debajo de las puertas. Para quienes busquen más comodidades, hay otros albergues en el pequeño pueblo de frontera.
En el complejo de viviendas había una decena de herramientas utilizadas para los diferentes labores de estas gentes y sus costumbres, algunas de las cuales han resultado inalteradas en los últimos siglos.
Hasta estuvimos tentados en hacer un brebaje. Sólo faltaba un buen fuego bajo la cacerola de cobre tantas veces utilizada por los moradores del pasado, pero no había ramas en la cercanía.
Platos, jarras y peinetas y otros utensillos eran fabricados por los locales u obtenidos vía trueque con las tribus de Chechenia y de Dagestán, al otro lado de la Cordillera del Cáucaso.
Estos cuernos huecos son utilizados para beber vino por las noches. En cada mesa alguien asume el papel de Tamada, o jefe de mesa. El Tamada es el responsable de hacer los brindis cada noche. Por lo general se pide por la cosecha, el tiempo, la familia o el amor, pero cuándo hay invitados, el Tamada hará un brindis en honor a cada uno de los nuevos comensales.
En Georgia cada vez que uno se sienta en la mesa se experimenta algo similar a una ceremonia. La gente es muy hospitalaria, tiran todo lo que tienen en la mesa y hacen sentir al huésped muy especial ¡En poco lugares se come tanto y tan bien como en Georgia! Los alimentos son frescos y ricos y se pone mucho amor en los platos tradicionales.
Sin duda ha sido una experiencia enriquecedora el dormir en esta aldea medieval del siglo IX llamada Shatili. Ya el pueblo en sí con sus montañas cercanas de picos eternamente nevados, la invalorable sensación de estar en un lugar remoto y el aire fresco es una delicia, pero esto le suma unos porotos.
Muy cerca de Shatili, a sólo 12 kilómetros por una atractiva carretera que lleva a la frontera con Chechenia se encuentra la aldea abandonada de Musto, ubicada en lo alto de una montaña, bien aislado e interesante para conocer después de una importante y demandante caminata cuesta arriba. La vista, (como también en Shatili) son brutales.

jueves, 17 de octubre de 2019

Uplistsikhe, la fortaleza de Dios

Uplistsikhe es una de las varias ciudades cueva que existen en Eurasia. Se encuentra a unos 15 kilómetros de Gori y es una de las tres que hay en Georgia. No obstante ésta es de las más interesantes, pues data de la Edad de Hierro, y con casi 3.000 años de antiguedad resulta ser una de las primeras poblaciones habitacionales excarvadas en las piedras, una costumbre que en la zona perduró por siglos por las constants rivalidades religiosas.
En Uplistsikhe (literalmente ¨La Fortaleza de Dios¨) llegaron a vivir más de 20.000 personas repartidas en hasta 700 cuevas. Una barbaridad para la época. De estas cuevas, hoy, sobreviven a duras penas unas 140. Casi todas fueron destruidas durante las Invasiones Mongoles.
Por su larga historia quedan vestigios dónde se aprecia una Convivencia entre el arte pagano y el arte Cristiano, y esa es una de las razones que hacen a éste lugar uno intersante.
Al visitar la ciudad Cueva de Uplistsikhe hay que tener en cuenta la posibilidad de largas colas y la falta de sombra durante casi todo el recorrido, que dicho sea de paso, presenta cierta incomodidad para las personas menos atléticas gracias a la irregularidad del piso, los escalones, lo bajo de algunos túneles. Dicho esto, el resto del paseo resulta muy interesante. Uno va descubriendo frescos en las diferentes cuevas, y el arte religioso georgiano tiene una particularidad que lo hace siempre atractivo.
En el sitio se puede apreciar una farmacia o boticario, varios templos, una Cueva que servía como prisión. En los alrededores hay un anfiteatro, algunos saunas y un cuarto que en antaño funcionaba como panadería. Tambien sitios en dónde almacenaban las grandes cantidades de vino que producían, pues ya saben, Georgia es la cuna del vino.
Sin volarte la peluca el sitio resulta interesante y divertido de recorrer. Uno sube y baja por diferentes cuevas, descubriendo cuartos y túneles.
Un día alcanza perfecto para conocer este lugar y el no muy lejano Museo de Stalin.
El sitio de Uplistsikhe se encuentra en uno de las riberas del río Mtvkari (o Kurá), que en esa época funcionaba como una defensa natural muy propicia para un sitio como este.
Desde las partes más altas la vista al cauce de agua le quita protagonismo a la ciudad rupestre.
Para terminar existe un museo en dónde se exponenen cientos de objetos hallados en las diferentes investigaciones arqueológicas que ocurrieron en el lugar.
También hay en los alrededores un sitio para comer, un estacionamiento grande y baños para quienes los necesiten.

jueves, 19 de septiembre de 2019

Stalin vive

Es increíble que existan en el mundo museos que glorifican vida y obra de sujetos tan nefastos como Stalin. Eso sucede en Gori, dónde sus habitantes no tienen pudor en recaudar con la memoria del que fuera el mayor criminal de todos los tiempos y un hombre que se portó especialmente mal con los georgianos. No obstante el Museo estatal Iósef Stalin resulta el mayor atractivo de una ciudad gris. 
Para llegar no hay más que seguir la avenida Stalin derecho hasta la plaza Stalin, la principal de la ciudad de Stalin. La plaza Stalin no existía y fue proyectada especialmente para que pueda destacar un gran palacio dónde funciona desde 1957 la casa-museo de Stalin.
Gori es una ciudad de unos 50.000 habitantes sin otro mayor atractivo que ser el lugar de nacimiento de Iósif Vissariónovich Dzhugashvili, más conocido como Stalin ("Hombre de acero"). La urbe se encuentra a unos 90 kilómetros de distancia de Tbilisi, la capital y ciudad más grande, y conecta el este y el oeste de Georgia, razón por la cuál fue ocupada por las tropas rusas durante la reciente Guerra de Osetia del Sur, en 2008. 
Este gran palacio fue construido con el fin de albergar un museo que diera a conocer la historia del socialismo, pero terminó siendo un gran memorial tras la muerte del dictador en 1953. Lo sospechoso es que justo se ubica allí su casa natal. Sea como sea, el museo se divide en seis salas que muestran memorabilia de Iósef Stalin en orden cronológico. El museo está lleno de mármol, como les gusta a los comunistas. Mantiene las características soviéticas de cuando abrió sus puertas.
El museo estatal Iósif Stalin (იოსებ სტალინის სახელმწიფო მუზეუმი) muestra al dictador como todo una estrella. Es la historia de un hombre desfavorecido en la vida que supo vencer todas las adversidades para llegar a lo más alto. Las salas nos enseñan que Stalin tenía un gran corazón detrás de su imágen de hombre duro. Mujeres y niños todos lo adoraban. Cantaba bien y escribía los más bellos poemas. Gracias a él los pueblos fueron unidos y nunca fue tan próspera la gran nación.
Hay decenas de cuadros, objetos de todo tipo y cientos de fotografías y documentos de alto valor histórico. Miles de personas visitan cada año este sitio, movidos por la curiosidad, la propaganda, la nostalgia o el morbo, en uno de los pocos sitios de la tierra dónde admiran la figura de Stalin, aunque nadie aquí guarda buenos recuerdos de esos tiempos, ni de los que siguieron.
Con la caída de la ex Unión Soviética el museo cerró sus puertas en 1989, y no volverían a abrir durante un buen tiempo.
Tras la guerra en 2008 Georgia perdió los territorios de Osetia del Sur a mano de los rusos, a efecto de ello, el ministro de cultura quizo reconvertir este palacio en un museo que explique la agresión rusa contra Georgia. El proyecto se discutió durante años según el humor del momento hacia Rusia. Finalmente en 2017 la gente del pueblo impone su voluntad y el museo se queda y tendrá que ser mantenido por el estado.
Guías anglo parlantes nos conducen por grandes pasillos a salas que logran transportarnos a la era soviética. Repiten un discurso y siempre se idolatra la figura de Stalin. La sensación es que las atrocidades cometidas por el mayor genocida de la historia, aquí son una mera anécdota.
Rodeado por un gran mausoleo y frente a una explanada y la plaza que lleva su nombre, se encuentra la pequeña casa en dónde naciera Iósif Vissariónovich Dzhugashvili en diciembre de 1878. Fue el tercer hijo de madre joven, pero el único en sobrevivir. Su padre era zapatero.
En esta casa Stalin vivió sus primeros años. Su madre tenia fama de promiscua y en algún momento incluso se dudó de la paternidad del futuro "Hombre de Acero". Vissarion Dzugashvili,su padre, se volvió alcohólico y la violencia doméstica se hizo presente en el pequeño hogar de ésta familia georgiana.
En el exterior del complejo museístico hay un vagón blindado y extremadamente pesado que usó Stalin en 1943 para ir a la Conferencia de Teheran a reunirse con sus aliados Winston Churchill y Franklin Delano Roosevelt. Años más tarde lo volvería a usar, esta vez en febrero de 1945 en la polémica Conferencia de Yalta. Faltaban apenas meses para terminar la Segunda Guerra Mundial y ya se estaba gestando la Guerra Fría.
Stalin era un hombre con muchas fobias, inseguridades y paranoias. Para hacer rodar este tren hubo que hacer modificaciones en todo el recorrido de las vías y también en los sistemas de suspension.
El vagón es de un largo considerable y en su interior hay una serie de cuartos o dependencias,tanto para el uso de Stalin como el del personal.
El vagón estaba dotado con la tecnología más avanzada de la época y todo el lujo posible, como le gustaba a Stalin y a casi todos los comunistas que llegan al poder.

En lo personal me resultó una visita interesante. Aunque sesgado, el museo no deja de ser atractivo.

sábado, 27 de julio de 2019

La aldea medieval de Mutso

En un recóndito lugar de la Cordillera del Cáucaso se encuentra Mutso, una notable aldea medieval de los siglos VIII y IX localizada en la siempre caliente frontera entre Georgia y Chechenia. Se trata de un conjunto de 30 viviendas fortificadas y 4 torres de defensa hechas de laja que los pobladores cristianos utilizaban para defenderse de los ataques de las tribus vecinas musulmanas.
El pueblo/fortaleza de Mutso está emplazado a 1.880 metros de altura y se encuentra en la provincia de Khevsureti a la vera derecha del río Andakistskali (aunque existen ruinas a ambos márgenes), en un punto escarpado con vistas extraordinarias sobre un verde valle, algo muy habitual en Georgia.
Mutso es sólo accesible entre junio y septiembre. El resto del año queda aislado por la nieve.
Puede que el camino sea lento pero las vistas compensan. Para llegar se cruza por el Paso Dtvisjvari, que a 2.676 metros resulta uno de los más altos de Europa. Más tarde se llega al pueblo de Shatili, de arquitectura e historia similar a la de Mutso, con construcciones en laja como sucede habitualmente en pueblos de montaña, pero en un marco menos espectacular. La gran diferencia es que en Shatili vive en forma permanente una veintena de familias. Hay lugares para dormir y comer e incluso transporte hacia la capital y ciudades cercanas.
Ya en ese lugar uno percibe estar en un lugar remoto y especial. para llegar a Mutso hay que continuar poco más de 20 kilómetros o media hora en 4x4, aunque son muchos lo que hacen este tramo caminando unas tres o cuatro horas por tramo.
Una vez llegados a Mutso resta el esfuerzo final que supone llegar a lo más alto del pueblo, en una escarpada y exigente subida corta de 20 minutos. Las vistas, como comenté antes, son simplemente espectaculares no importa en que dirección se mire a uno se le cae la mandíbula ante tanta belleza.
Este complejo de torres y viviendas forma parte de una frontera de larga data entre dos mundos, la Georgia cristiana y la Chechenia y el Dagestán musulmán (hoy día bajo control y dominio ruso). La leyenda dice que fue fundada por 5 hermanos seguidores del arcángel Broliskalo quienes eran custodios de un fabuloso tesoro escondido en las cercanías de esta fortaleza, y que ha deser hallado por "El Elegido".
Algunos carteles (2018) avisan de los trabajos de restauración y la puesta en valor de este sitio, aparentemente uno de los más amenazados de Georgia. No tengo duda de que han de mejorar los senderos y la infraestructura en general, pero para la gente menos atlética o confiada la subida a Mutso aún reviste ciertos peligros, incluso para los más osados, una vez que se llega a la parte más alta del complejo pétreo.
Hay una terraza del otro lado de una arista que simplemente reviste peligro de muerte al cruzarla. Por suerte nos espera un cómodo sillón para recuperarnos de tanta aderanalina perdida, y claro, esas sensacionales vistas de Sakartvelo, nombre que usan los nativos para referirse a Georgia.
En lo personal estaba feliz de estar nuevamente en las montañas del Cáucaso haciendo un trekking.
Cuándo alrededor de 1950 el Estalinismo obligó a los pobladores de esta región a abandonar estas aldeas, Mutso, Shatili y algunos otros poblados de la zona ingresaron en el imaginario popular y se han convertido en todo un símbolo de la bravura y resistencia de los georgianos. Desde entonces existen canciones, pinturas, leyendas y poemas .
Todo el país de Georgia merece ser visitado. Es un país complejo y variopinto. Esta región no se queda atrás y es ideal para los amantes de la naturaleza, la historia, el senderismo, la montaña, la arquitectura, lo aislado y remoto y el aire puro de la Cordillera del Cáucaso.
Por suerte a algún georgiano se le ocurrió poner un pequeño puesto dónde venden cerveza fría, así que la recompensa a "tanto" esfuerzo por la subida a lo más alto de Mutso está asegurada.

sábado, 9 de febrero de 2019

Vardzia, un monasterio medieval de 19 pisos

Alrededor del año 1.100 los habitantes del Reino de Georgia se protegían como podían de los continuos ataques de las hordas mongoles que todo asolaban en su paso por Asia Central y Europa. Las montañas de la zona representaban los límites del reino pero también del Cristianismo, muy cerca de la actual frontera con Turquía. Para poder profesar su credo en paz, los reyes mandaron a construir un enorme monasterio enclavado en las piedras del sur de Georgia, con más de 500 metros de largo y 19 niveles o pisos escondidos tras las rocas. Así nacía Vardzia.
La tarde anterior llovía y faltaba media hora o algo así para que se cerraran las puertas de Vardzia. No tenía sentido hacer una visita mala. Podíamos volver al día siguiente, eso no resultaba un problema ya que teníamos una reserva en un complejo cercano. Al despertar al día siguiente una casi constante llovizna desalentaba la excursión al monasterio. Lo bueno es que no hacía calor y las posibilidades de mojarnos eran relativamente bajas. Quedarnos en el hotel no era una opción (aunque alguno del grupo prefirió sus comodidades).

Desde el vamos podíamos apreciar unas vistas espectaculares por sobre los verdes valles y montañas de la zona. Tras pagar la entrada nos subimos a un mini bus que sube a los visitantes algunos cientos de metros. El transporte olía pésimo y el chauffeur discutía fuertemente con algún otro empleado. Seis u ocho personas a bordo esperábamos pacientes.
Recorrer el Monasterio de Vardzia exige cierto estado físico. No solamente por que el recorrido demanda casi dos horas. No. Hay que subir miles de escalones, agacharse en posiciones indignas durante metros y metros, bajar, sacudirse el polvo de los choques contra las paredes, seguir por pasarelas, también por puentes, túneles y pasadizos. Sepan los visitantes que en el área hay decenas de lugares enclavados en las rocas, cuyo recorrido es peor o más demandante que el de éste monasterio medieval.
La historia demuestra que la zona de las montañas de Erusheli fue habitada al menos desde los tiempos de la Edad de Bronce, no obstante nos interesa el período comprendido entre los siglos XII y XVI. Aquellos eran tiempos conocidos como la "Època dorada del Reino de Georgia". En ese período inicial gobernaba el rey Giorgi III de la Dinastía Bagrationi mandó a construir millares de recintos o refugios (hay más de 6.000) para todo aquel cristiano que fuera perseguido por la amenaza musulmana llegada de este, sur y oeste del Reino de Georgia.
Tamara o Tamar (თამარი) era hija del rey Giorgi III. Fue la primera mujer en gobernar el extenso Reino de Georgia, pero además de eso resulta ser uno de los personajes más importantes de la identidad y de la historia del pueblo georgiano.
Tras solo un año en el trono "Tamara La Grande" ordena la construcción de lo que podemos llamar un santuario subterráneo de gran tamaño en la misma citadela iniciada años atrás (circa 1184) por su señor padre.
Durante las tres décadas (o casi) en las que gobernó Tamara, la política exterior del Reino de Georgia fue agresiva y defensiva para con sus vecinos musulmanes a ambos lados de la frontera. Tiempos de enfrentamientos con la aristocracia local, Tamara supo controlar el poder de los señores feudales. La leyenda cuenat que Tamara siempre tuvo ayuda divina en cada uno de sus enfrentamientos.
Paralelamente a los acontecimientos políticos del país, el Monasterio de Vardzia y toda la citadela a la izquierda del río Kura crecía en tamaño hasta que un devastador terremoto en 1283 dejó gran parte del lugar en ruinas, causando la rotura de un millar y medio de las habitaciones existentes, y el colapso de un complejo sistema de túneles.
Tras el terremoto de 1283 muchos de los 119 complejos de cuevas quedaron expuestos en uno de los frentes de la montaña En el complejo que recorre el visitante hay un total de 409 habitaciones. El tamaño de las mismas varía. Hay 13 iglesias que ocupan los cuartos más grandes y coloridos del Monasterio de Vardzia. Existe una docena de cuartos con hornos de pan. Estando en Georgia a nadie le sorprende saber que estos tipos ya producían vino.
El Monasterio de Vardzia pudo recomponerse y recuperar parte de su esplendor oculto tras rocas, túneles y estrechos atajos que obligan a uno a agacharse. Durante unos buenos años reinó la paz aparente, hasta que en 1551, un ejército de persas comandado por Sash Tahmasp destruyeron todo cuánto encontraron a su paso, estableciendo un control parcial pero mayoritario por sobre el territorio del Reino de Georgia y sus misteriosas cuevas.
Durante años hubo escaramuzas y enfrentamientos en muchas de las cuevas de Vardzia. Casi todas las pinturas religiosas y de gran calidad fueron quemadas por los persas. Paradójicamente ésto fue lo que permitió salvarguardarlas en el tiempo.
Tras más de una hora caminando por este intrincado sistema de túneles podemos darnos cuenta de la magnitud de esta ciudad enterrada dentro de una montaña.
En 1578 la zona es invadida desde el otro lado, esta vez por los Otomanos. Desde entonces los cristianos abandonan el lugar durante varios siglos.
En algún momento del recorrido pasamos por otras iglesias, hornos, dependencias, y también unos protegidos pozos naturales con agua pura desde donde siglos atrás sacaban el líquido vital para un eficiente sistema de riego para sus viñedos y vegetales. La citadela no deja de sorprendernos mientras vamos ascendiendo y descendiendo por sus miles de rudimentarios escalones.
Con mis compañeros de viaje llegamos desde la industrial ciudad de Kutaisi , pero por supuesto que es posible hacerlo en transporte público o privado desde Tbilisi, Akhaltsikhe y otras.

La oportunidad del día era el caviar. Mientras bajamos generosas dosis de huevas de esturión con shots de vodka, sufríamos a un grupo de adolescentes que cantaban karaoke desde unas mesas cercanas. Eran odiables. Molestaban y desentonaban. Sin embargo en algún momento de la noche (supongo que el alcohol ayudaba) nos hicimos amigos y doblegamos nuestras fuerzas hasta lograr una noche inolvidable. Al menos para ellos.