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jueves, 22 de enero de 2015

Comienza el Rocanrol (Día 2)

Por suerte no me duele la cabeza, pero me cagué de frío y no pegué un ojo en toda la noche. Son las siete de la mañana y sigo levemente agitado. Estamos a poco mas de 3.800 metros de altura ya prontos a comenzar un día lleno de adrenalina.

Día 2

El día se presenta espectacular y don Eduardo Cinícola va comentando por radio todo lo que nuestros ojos van viendo. Los nombres de los cerros que nos custodian, todos tienen nombre y le son viejos conocidos.
A los pocos kilómetros de salir de Santa Catalina, y en el camino hacia El Angosto, el pueblo mas septentrional de la República Argentina, se presenta el primer obstáculo en el río homónimo, pero como la Toyota Land Cruiser cruza sobrada, atrás la seguimos con confianza en las otras dos camionetas.
Dejando atrás El Angosto buscamos una salida por otro tramo del lecho casi seco del río que presentaba un suelo pedregoso y de barro colorado en las cuestas. El sonido del gasoil de los varios bidones chocando en sus paredes plásticas nos iba acompañando en nuestro avance. Cada tanto un hombrazo contra la puerta, mientras las suspensiones de las camionetas iban trabajando a full copiando el terreno.
Tras lograr recorrer algunos kilómetros sobre el lecho del río nos topamos con un escenario que nos era desfavorable, en el que el río se achicaba en una suerte de cañadón con grandes e infranqueables piedras. Había que buscar otra manera de llegar al Río Grande de San Juan, nuestro próximo destino.
- "Por acá no podemos seguir. Tenemos que volver sobre el lecho " - nos dice Eduardo, adelantando lo que nos era obvio, pero todos estábamos esperando el As bajo la manga que nos sabe presentar.
Yo daba por seguro que íbamos a retroceder nuevamente hasta El Angosto, y me distraje sacando fotos a diestra y siniestra cometiendo el primero de mis errores, el de perder de vista a la camioneta que me precede cuando se circula por un lugar que no es huella o camino, o sea cuando no es de paso predecible.
Cuestión que estuve mas de 30 minutos perdido, buscando encontrar el lugar por donde habían pasado las otras dos camionetas en nuestro intento de llegar al Río Grande de San Juan. Comunicados por radio y ante las precisas instrucciones de Elsa y su memoria visual pude tener mi pronto reencuentro con el grupo en lo alto de un filo de barro, en donde me estaban esperando.

Cuando llegamos al Río Grande de San Juan (o Río San Juan de Oro) notámos que el cruce era demasiado profundo para dos de las tres camionetas, y aún peligroso para la tercera y mas grande de ellas, por lo que tomamos la sabia decisión de cruzar las camionetas eslingados a la enorme Toyota Land Cruiser manejada por Andy, el héroe de la jornada.
Primeramente atámos la Toyota Hilux que transportaba a Elsa y Eduardo con una soga de plasma de 45 metros que Andy sacó del paquete para ese trajín. El cable preparado para uso en malacate (winche o molinete) no soportó el primer tirón de ajuste y tuvo su primer corte. Hizo falta la primer aparición de mi súper eslinga de camión, indestructible, y que me acompaña en el baúl hace mas de una década para cruzar a la pobre Elsa que le propinaba a Andy un sinfín de insultos  mientras su Toyota Hilux rebotaba contra las piedras y el agua colorada le acariciaba el capot de su nueva camioneta.
Del otro lado esperaba yo con el cable de malacate preparado por si hiciera falta.
Las dos camionetas ya estaban del otro lado. Eduardo tenía unos tracks antiguos de un paso por este mismo río distantes a 700 metros de donde hoy nos encontrábamos. La camioneta blanca de Elsa se adelantó en búsqueda de un lugar que nos permitiera salir de aquel río, difícil de pasar, y que queríamos evitar a toda costa aún a sabiendas de que tarde o temprano íbamos a tener que volver a cruzarlo.

Ahora Andres volvía por mí, desafiando no sin temor las aguas traicioneras de este río que sabe presentar grandes piedras y arenas movedizas formadas por la gran cantidad de sedimentos que arrastra estas aguas que hacen de frontera entre Argentina y Bolivia.
El río venía aumentando su caudal de agua, u un grupo de piedras que tenía marcado como referencia, habían desaparecido bajo el manto rojizo.

Cuando encontrada una huella que nos permitiera salir de los dominios del río hicimos la misma maniobra llena de adrenalina para cruzar mi camioneta. Motor apagado y atado a la TLC, pero con la primera de baja puesta y preparado para ayudar si así hiciera falta ante alguna eventualidad.
Tras cruzar a territorio Boliviano (contábamos con un salvoconducto otorgado por la República Plurinacional de Bolivia) recorrimos el camino de cornisa en el margen opuesto del Río Grande de San Juan pasando por tres pequeños poblados de Bolivia desde donde tendríamos que volver a enfrentar al río para reingresar a la Argentina y dirigirnos al aislado poblado de La Ciénaga (3.570 m.s.n.m), 79 habitantes según el último censo nacional.

Tras volver sobre nuestros pasos hayamos una pendiente por donde era posible bajar al río. Estudiamos el terreno desde arriba, y ayudados por las cajas reductoras depositamos nuestros bólidos en el lecho.
Esta vez había que cruzar el río en tres partes, que aunque presentaban menos volumen de agua, no dejaban de ser peligrosos y obligaban a estar muy atentos a las grandes piedras sueltas en nuestro cruce de vuelta a la República Argentina.
Todavía alucinados por el primer vadeo del San Juan, le tomamos respeto al Grande y nos dejó pasar.
Tras superar el río y recorrer el minúsculo caserío dedicado a la cría ovina, fuimos ascendiendo por un camino de cornisa que nos llevaba a un promedio de 4.300 metros y que disfrutamos horrores, mientras las grandes ruedas de nuestras camionetas rodaban por la cuesta y el paisaje exorbitante se presentaba siempre a uno de nuestros lados dejándonos estirar la vista hasta los volcanes mas cercanos.
Desde ahí continuamos nuestro periplo circulando por viejas huellas de herradura que nos acercarían a las poblaciones de Oratorio (89 habitantes) y mas tarde Misa Rumi (108 habitantes), en donde intercambiamos palabras con algunos de sus habitantes.
Fuimos siguiendo huellas y cortando a campo traviesa cuando era necesario en búsqueda de unas curiosas formaciones que conocía Eduardo y que en seguida me recordaron a Petra, en Jordania.
En ese camino, acariciado por los rayos del sol, cuando salían, me quedé dormido en dos o tres oportunidades. Un peligro. Bajé a estirar las patas y tomarme un "Energy Drink" para llenar mi cuerpo de cafeína.
Elsa iba domando el terreno siempre buscando altura, hasta que el tiempo, siempre apremiante (especialmente en Alta Montaña) nos hizo ser cautos y buscar alguna forma de descender y llegar cómodos y en forma a nuestro próximo destino.
Denis nos va enseñando la flora que se presenta en el lugar, y resulta un complemento perfecto para ir aprendiendo a cada paso, de ese recorrido a campo traviesa que nos llevó hasta el lecho seco mismo del Río Quebrada de Paicone (que es parte de nuestra querida Ruta 40) por donde avanzamos felices por los farallones y tanta belleza que nos circunda.
Tras abandonar el lecho del Río Quebrada de Paicone tomamos un camino que nos acercó un poco a la localidad de Cusi Cusi (359 habitantes) en donde pensábamos pasar la noche.
Antes volvimos a salirnos del camino y ascendimos por un camino de piedras sueltas y filosas plantitas.
Por la radio escucho: - "Johann, tu rueda trasera izquierda tiene unas 14 libras" Era el ojo afilado de Cinicola que volvía a tener razón.
Comenzaban así los problemas de mi rueda izquierda trasera. Al principio solo perdiendo un ápice de aire con el correr de las horas, trámite que resolvía en forma veloz con mi compresor de aire.
Ya en camino a Cusi Cusi, en la recta final de un día que había sido largo, y en el que solo fantaseaba con la idea de recuperar horas de sueño que ya le estaba debiendo a mi cuerpo vuelvo a pinchar, como era de esperar la goma trasera izquierda, gran protagonista de esta travesía.

Como la tormenta avecinaba desde el oeste y era menester que repare mi neumático pinchado, retrocedí hasta el pequeño pueblo de Paicone (120 habitantes) mientras el resto del grupo proseguía camino a Cusi Cusi, en donde planeábamos pasar la noche.

Volví a vadear el Río de Orosmayo que ya estaba arrastrando mas caudal de agua, y me acerqué hasta una gomería cuyo cartel había visto una hora antes.

- "De los verdaderos no tengo niuno"- me dice la dueña de la única despensa mientras le pedía cigarrillos, y como cualquiera me venía bien me llevé cuatro paquetes de CJ.
Con la goma ya reparada me vi sin reparo arrastrando los 40 kilos de la misma hasta mi camioneta, y tirándola sobre el equipaje en el baúl. Iba empapadome por las gotas gordas y mojadas de la lluvia cordillerana. Objetivo cumplido.

- "Vamos, vamos que nos vamos" Gritaban de pronto. Mucha gente para un pueblo tan chico. Mucha gente subida en la caja de tres pick-ups y un utilitario 4x4 de una pareja argentino-alemana empezaban su camino a Cusi Cusi.

No llegué a tiempo pero pude adivinar entre la torrencial lluvia sus tenues luces traseras. Las escobas del limpia parabrisas no podían con tanta agua. Mi pantalón de jean iba pegado a mis piernas y mis zapatillas escupían agua. Por mi cuello se había colado tanto líquido que cuando hacía los cambios el agua me apagaba el cigarrillo. Con unas aceleradas pude alcanzarlos para formar parte del convoy.

Mi GPS se volvía loco. Por momentos se apagaba, y cuando prendido variaba la distancia a Cusi Cusi entre 31 y 104 kilómetros. Siguiendo las luces fuimos cruzando los ríos y acercándonos a la población de Cusi Cusi, lindera a Bolivia.

Por la radio no me oían pero cada tanto escuchaba cuan difícil se les hacia a mis compañeros conseguir algún lugar en la casa de un poblador en donde poder pasar la noche.

Cuando el torrente se detuvo, paré por 5 minutos para sacarme mis ropas mojadas y disfrutar del silencio de la Cordillera. Tras algunas curvas y contra curvas noté que la camioneta del alemán me había estado esperando. Juntos cruzamos dos o tres ríos mas y al llegar a Cusi Cusi (3.800 m.s.n.m) nos separamos con dos cortos bocinazos.
Eran casi las 10 de la noche y mis compañeros recién conseguían donde tirar un par de horas nuestros esqueletos sucios y cansados.

(Viene de acá)

lunes, 10 de noviembre de 2014

Villazón "La Quiaca Boliviana"

Villazón se encuentra a 3.497 metros de altura, y aunque esta separada del vecino pueblo argentino de La Quiaca por el río homónimo, conforman un único núcleo urbano. Villazón nació en 1910, tres años mas tarde de la llegada del Ferrocarril Central Norte, que hasta 1993 llegaba a La Quiaca. De hecho se denominaba a este nuevo territorio, como "La Quiaca Boliviana", hasta que fue re bautizado con su actual nombre, en honor al presidente de aquellos días, Eleodoro Villazón. 
Con el paso de los años casi dobló en población a su vecina ciudad argentina.
El paso a Villazón es la mas activa de las tres fronteras que nos unen con Bolivia, y la única en Jujuy.
Dos o tres veces estuve de paso. Alguna vez me tocó dormir en la frontera, tras un largo camino de regreso desde el Parque nacional Baritú, y otra vez decidí salir y recorrer el pueblo de Villazón en búsqueda de algo interesante o vistoso. Mis expectativas eran bajas. No tenía nada que perder.

La mayor concentración de gente se da en la frontera, que es muy activa. Los pasadores van y vienen a paso ligero llevando mercadería sin declarar, pues ellos pasan por el costado. Ante una compra importante que supere el permitido por las autoridades migratorias, la gente le da unos pesos al pasador, y te contrabandea la mercadería hacia el otro lado de la frontera. Así de simple, y bajo la mirada cómplice de las autoridades. El trabajo de pasador es legal, e incluso esta sindicalizado en el lado boliviano, pero el contrabando de mercadería es enorme.
Unos metros transitados en territorio boliviano, y entre los primeros puestos de estas "calles mercado" ya se dejan ver entre las baratijas, los enormes bolsones con hojas de coca, a la cual son tan adeptos las gentes en las regiones andinas. Mucho mas barato que en otros pueblos en donde compré.
Las calles de Villazón que están cerca de la frontera se convierten en improvisados mercados. Una sucesión de puestos, uno al lado del otro. A medida que uno se aleja de la frontera van desapareciendo la gente y también los puestos.
Y es que las compras se convierten en la mayor atracción de este pequeño pueblo de frontera.
El regateo es el camino a seguir. Nunca hay que pagar lo que te piden. El Coya es bien rápido para los negocios, y a veces resulta difícil hacerlo entrar en razón.
Se consiguen prendas típicas en lana, o alpaca, algunas antiguas y de muy buena calidad. La electrónica es muy barata, y por lo general (al igual que los cigarrillos) de marcas que nos son completamente desconocidas, y otras que despiertan sospecha por su origen real. He comprado a buen precio memorias para la máquina de fotos, y sin que se presenten problemas.
Villazón, "La joven morena del sur", o "El diamante que se pule solo" (que imaginación!), es la ciudad mas poblada del sudoeste boliviano, y por lo que se ve, va a seguir creciendo a ritmo acelerado.
Villazón es un pueblo feo. No quiero ofender a nadie, pero es la pura verdad. Se viene aquí de paso, o por las compras. El resto carece de interés.
La luz "alogena" hace toda la diferencia. 



Mas vale Chola, que mal acompañada
Frente a la plaza estan los edificios mas importantes de Villazón , como la iglesia o el palacio municipal.
La plaza funciona como centro neurálgico para todos aquellos viajeros que, armados de paciencia, esperan continuar camino en tren o en autobús hacia alguno de los destinos, por que en Bolivia todo está "ahí nomasito", pero demanda varias horas llegar.
Monumento a Simón Bolivar, héroe libertador de Bolivia, y padre de la patria. La estatua ecuestre es el monumento mas importante de la ciudad. Bolivia lleva su nombre por Bolivar, pero el quería que este territorio sea parte del Perú. Alguna vez, halagado, se refirió a Bolivia como "Su hija predilecta".
Villazón es la puerta de entrada a varios grandes destinos de Bolivia, como lo son el Salar de Uyuni (al cual se llega en el tren que parte desde Villazón), la ciudad de Oruro, Potosí, o la apacible Tupiza.
Si tienen que dormir en la zona, lo mejor quizás es hacerlo del otro lado, en Argentina, en donde la infraestructura de La Quiaca esta mucho mejor preparada para recibir al turista, que la vecina Villazón.

domingo, 28 de abril de 2013

Aventuras en Baritú, el único parque nacional tropical de la Argentina

Hacía mucho tiempo que quería conocer el Parque Nacional Baritú, pero su acceso no es fácil. 
Un día se dio la posibilidad de rumbear hacia esos pagos y comenzamos con los preparativos.

Como teníamos que vacunarnos contra la fiebre amarilla, y el certificado internacional debía contar con un mínimo de diez días desde la aplicación de la profilaxis, ya veníamos todos enganchados y comprometidos con el viaje. Seríamos de la partida dos parejas amigas en dos camionetas idénticas.

Si bien había salido desde Buenos Aires solo 20 minutos mas tarde que mi amigo Andy, me costó 170 kms alcanzarlo en la ruta. Hicimos una breve parada y seguimos casi non stop hasta la ciudad de Metán, (Provincia de Salta) a casi 1400 kms de casa, en donde llegámos tres tanques de combustible y 13 horas mas tarde. Rápido check in en el hotel y antes de darle un respiro al cuerpo, cruzamos la calle para comer algo regional, y entregarnos a un buen descanso antes de proseguir nuestro viaje hacia la frontera con Bolivia.

El P.N.Baritú queda en el departamento de Santa Victoria en la provincia de Salta, pero resulta imposible llegar a el por suelo Argentino, por lo que, luego de hacer los trámites migratorios, hay que recorrer un centenar y medio de kilómetros por suelo Boliviano para luego reingresar a territorio Argentino por un paso de frontera en donde no existe control migratorio alguno.

La salida del lado Argentino fue rápida y un poco mas tediosa del lado Boliviano. Los gendarmes anotaban la marca de nuestros neumáticos, equipos fotográficos y todo cuanto podría tener valor, lo cual resulta ridículo en este paso, ya que no hay nada interesante para comprar del otro lado de la frontera a excepción de remeras, toallas, películas truchas o baratijas de dudoso gusto.

El puente de Aguas Blancas sobre el Río Bermejo nos daba la bienvenida a esta aventura.
Con el río Bermejo, límite natural entre los dos países siempre a nuestra izquierda nos fuimos adentrando en territorio Boliviano. La ruta esta en muy buen estado pero su traza esta llena de curvas y contra curvas por la que la velocidad de avance nunca es muy veloz. De todos modos es un error andar rápido en un país como Bolivia, donde pasan muchas cosas arriba de la ruta, como verán mas adelante.

El paisaje es notablemente mas verde de este lado y vamos cobrando cierta altura a  medida que avanzamos.
Cruzamos una serie de túneles hechos a pico y pala y otros apenas mas modernos.

Unas dos o tres horas mas tarde el camino nos enfrentó al río Bermejo y divisamos el puente internacional que nos devolvería a la Argentina. De un lado Argentina, del otro Bolivia.
Algunas fotos de rigor apreciando las aguas bajas del río que sabe ser turbulento en otras épocas y del paisaje en general. Estábamos de yapa en un nuevo sector de Bolivia y nos ponía contentos.

Cruzamos hacia las cabañas que nos acogerían por las noches.
Para llegar seguimos por caminos de tierra hasta el pueblo de Los Toldos que debe su nombre al fenómeno que siempre hace que el cielo parezca techado por la cercanía al piso de sus nubes. Allí, en este pequeño pueblo de menos de 900 habitantes, entablado a 1800 msnm, rodeado de selvas de yunga y serranías varias, nos recibirían los dueños, un médico colombiano y su mujer bioquímica con los que enseguida entablamos conversación mientras esperábamos para un tardío almuerzo con truchas que crían ahí mismo.

Como quedaba alguna que otra hora de luz, aprovechamos y nos fuimos a la muy cercana, y poco prometedora Reserva El Nogalar. Este es un predio chico lleno de nogales como sugiere su nombre, y no mucho mas para ver o hacer.

Las cabañas lucían muy cálidas pero morimos de frío por las noches, amén de que llené la cama con frazadas que traje desde Buenos Aires.
Como no hay ni aduana ni migraciones en el puente internacional de La Mamora, estábamos técnicamente de ilegales, nosotros y nuestros vehículos, por lo que fuimos hacia el "cuartel" de gendarmería para hacer una denuncia formal de nuestra situación, y a que nos entreguen un salvoconducto para salir por donde habíamos llegado.
Allí mi amigo se encontró con un colega conocido de la Red Yaguareté que nos mostró un reciente video en donde se ve pasar a este esquivo animal por un sector de Baritú, hacia donde nos dirigíamos. Que animal mas bello al que el hombre le va dejando cada vez menos lugar de su hábitat natural, y corre muy serios riesgos de extinción.
Al día siguiente vadeamos un primer río, y por un camino nos fuimos internando en la espesura de la nubo selva de montaña. Estábamos camino a Baritú, el único parque nacional tropical de la Argentina y además el menos visitado, no solo por su acceso y posición geográfica, si no por que la crecida de los ríos no permite llegar en temporada estival o de verano, e incluso durante el invierno hay que tener cuidado con los caprichos del Río Lipeo que sabe crecer muy rápido, y sus aguas galopan con destructiva fuerza blanca.
Para llegar hay que hacerlo si o si en vehículos de doble tracción.

Enormes árboles entre los que destacamos Lapachos, Cedros, Cebíles, Jacarandas y Guayacánes nos van acompañando en el camino. Los helechos son enormes, y salvo en el sur de Chile, nunca ví de anchuras semejantes, aunque estos eran de mayor altura.
Paredes escarpadas y matizadas de miles de verdes le van otorgando dramatismo al paisaje, y cada dos por tres se regalan dulces naranjas que no pudimos dejar de probar.
A medida que ascendemos va cambiando la flora y vamos apreciando nuevos árboles, algunos de los cuales son muy parecidos entre sí, y hay que hacer un esfuerzo mayor para poder reconocerlos.

Al cabo de 28 tranquilos kilómetros llegamos al paraje, o pequeño poblado de Lipeo. Allí bajamos a espiar y caminar por su único puente peatonal, y hacer desde arriba, una mirada al homónimo río a ver si podríamos vadearlo con nuestros vehículos para llegar victoriosos a Baritú. 
El caudal de agua nos permitíá cruzar con sumo cuidado ya que el piso esta lleno de enormes rocas redondeadas que se van moviendo a medida que avanzamos. No teníamos muchas horas pues el río crece por las tardes y no nos permitiría salir de allí, y Lipeo no es un lugar en donde uno quisiera quedarse, amén de que no hay infraestructura alguna. O sea era arriesgarse a quedar varios días "viviendo" en las camionetas.

Fuimos cruzando de a uno y con los elementos de rescate preparados para actuar con rapidez si así  hiciera falta.
Hubo un momento de adrenalina cuando quede semi colgado de una piedra perdiendo tracción en la mitad misma del río, y al poder escapar de la trampa,  ya no veía el único lugar posible para salir.

Cruzamos contentos, ya habíamos superado el único escollo que podía detenernos.
Este es uno de los territorios vírgenes mas importantes de Argentina, por estar encerrado entre sierras de muy difícil acceso. La vegetación y la fauna es muy rica y asombrosa.

Duele decirlo pero vimos una vez dentro del espacio protegido la mano del hombre y sus moto sierras. Enormes ejemplares de Cedro estaban tirados a la vera del camino como esperando que alguien venga a llevárselos. La buena calidad de la madera en el noreste Argentino ha hecho estragos, y Baritú no es la excepción pese a tratarse de un parque nacional.

En el camino nos topamos con un borracho que cruzo su camioneta en el camino, en una clara señal de no dejarnos pasar. Lo esquivamos por la zanja del costado y proseguimos nuestra ruta avanzando en dirección sur.

De los árboles cuelgan lianas, de las lianas helechos o bromelias, en las bromelias vuelan mariposas. Mucha vida en cada lugar donde se mire.
Este pasacalles nos da una tibia bienvenida a lo que es el poblado. En realidad la bienvenida era para la virgen. Los habitantes del lugar, que tienen sus sucios negocios con la tala indiscriminada, no nos dan la bienvenida. Todo lo contrario: Nos miran con caras de pocos amigos y expresiones de odio.
Seguimos nuestro camino hacia la naturaleza, que es lo que vinimos a ver.

Para ese entonces notamos una particularidad de los habitantes de la zona. En el pueblo de Los Toldos son todos católicos. Algún día echaron a los evangelistas fanáticos quienes se mudaron un poco mas arriba a la población de Lipeo junto al río, y en Baritú son todos lisa y llanamente borrachos.
Avanzamos todo cuanto pudimos hasta que la espesura del paisaje no nos lo permitió más. Retrocedimos un poco a un valle en donde alguna vez funcionó una pista de aterrizaje hoy en desuso, y allí mismo nos sentamos a disfrutar de un importante pick nik preparado e importado para la ocasión.
La paz que suponía uno encontrar en tan desolado lugar, alejado de la civilización se vio interrumpida cuando desde los cerros comenzaron a bajar grupos de personas, que por el número debía ser gran parte del pueblo. Nos asustamos cuando venían en banda hacia nosotros, pero se ve que solo querían mirar un poco mas de cerca ya que desaparecieron rápidamente entre la vegetación y no  volvimos a verlos.

El pasto quemado por las matinales heladas, cortito y seco, y el apenas notorio sonido del viento, estaban invitándome a dormir un rato cuando recordamos de los peligros que suponía una crecida del río, por lo que casi apurados emprendimos la vuelta hacia nuestras cabañas en Los Toldos.
Si hay algo que hago siempre cuando viajo, es pararme y mirar hacia atrás. Todo se ve tan diferente. El camino de vuelta era el mismo que a la ida, pero dejaba al descubierto nuevos paisajes con el cielo mas abierto y una luz dorada que intentaba colarse por entre los árboles.

Un poco de nostalgia me acompaño toda la bajada. Hubiera querido permanecer aquí un poco mas pero ya no nos quedaban caminos (hay muy pocos) por recorrer. Tampoco podíamos permitirnos que el río Lipeo tenga el capricho de crecer, pero por suerte el cruce fue manso.




El camino que une la localidad de Lipeo con el parque nacional, propiamente dicho me pareció mas lindo que los que recorren las zonas protegidas,  y aunque menos verde nos permite estirar la vista por sobre las sierras casi adivinando la gran figura de la cordillera de los Andes muy al fondo.
El día terminaba rápidamente y nos esperaron por tercera vez con truchas acompañadas por papas locales, de la que recuerdo una de tonos verdes que me encantó.
Esa noche nos dejaron con hambre por lo que pedimos refuerzos, y fue alguna mermelada de Sauco o Zarzamora las que no mando al baño por el resto de la noche. La intoxicación era generalizada.Los baños de las cabañas eran tan angostos que alguien de + de 1.80 va a tener que poner sus piernas de costado si pretende sentarse en el inodoro. Por suerte no nos agarro en ruta.
Cuando madrugamos al día siguiente estábamos envueltos en nubes. Comentamos nuestra experiencia en los minúsculos baños de las cabañas donde las rodillas tocaban la pared cuando estábamos sentados.
Tras un rápido desayuno y de despedirnos de nuestros nuevos amigos en Los Toldos, emprendimos viaje de nuevo hacia Bolivia con el fin de llegar a la Argentina.

A los pocos kilómetros nos encontramos con un derrumbe de montaña que no permitía nuestro paso. Bajamos de las camionetas y descubrimos que estaban haciendo arreglos sobre la calzada y que la única ruta de salida permanecería cerrada por el resto del día. Bolivia.

Pensábamos en volver a las cabañas y retomar al día siguiente cuando una ambulancia que llevaba un enfermo hizo que le corriesen las piedras con una pala mecánica. Aprovechamos la situación y nos colamos atrás de ella para proseguir nuestro camino hacia la frontera con Argentina.
Pudimos avanzar no mas de 30 kms cuando nos encontramos con una protesta contra la alcaldesa que cortaba la ruta. Ilusos de nosotros que pensábamos nos iban a dejar pasar por ser extranjeros y ajenos al conflicto. Cuando baje a negociar me sacaron cagando. Tras consultar con la docena de camioneros que se encontraban detenidos allí, decidimos que quizás sería una buena idea  volver nuevamente a Los Toldos, o intentar una ruta mas larga y peligrosa, uniendo las ciudades de Tarija con la de Villazón y entrar vía la provincia de Jujuy a la Argentina.

Allí vimos como salió raudo un grupo de manifestantes a cortar un sector de la ruta por la que veníamos, así que apuramos y nos fuimos tras ellos, que armados con moto sierras pretendían cortar árboles para tirar por sobre la calzada.
Casi no nos dejan pasar, pero los convencimos de que solo estábamos intentando volver a nuestro país, lo cual era completamente cierto.

El alivio duró poco ya que al rato nos encontramos con la ruta otra vez cortada, pero esta vez solo por un par de horas. La gente del piquete llegaba desde atrás y todos juntos esperamos. El boliviano, acostumbrado a estos sucesos ni pregunta, ni sabe, ni le interesa, que es lo que se reclama.

Cuando llegaba la hora de apertura descubrimos que la hora del país alto andino estaba atrasada una hora con respecto a la de Argentina, así que pacientes esperamos una última hora. Ya eran las seis de la tarde y en diez horas no habíamos logrado avanzar nada.
Quedaba la posibilidad de dormir en la peligrosa Tarija, o la de seguir viajando toda la noche por los caminos de montaña de Bolivia que tampoco era cauto.
Nos decidimos por la segunda opción y apuntamos hacia el lado Tarijeño ya que debíamos repostar con urgencia combustible, ya que lo que cargábamos en nuestros bidones de emergencia no iba a alcanzar para tamaño recorrido de montaña en el que llegaríamos a los 4600 msnm.

En Bolivia no le venden combustible a los extranjeros o si lo hacen es con un precio altísimo, por lo que pudimos convencer a un Chapaco (habitante de Tarija) a que nos llene los tanques a precio local y se quede unos Dólares para él. Así salíamos ganando todos y teníamos asegurado nuestro regreso a casa. O eso es lo que creíamos.

Atravesamos la ciudad y encontramos el camino de montaña que debíamos seguir por horas. Parecíamos estar en la recta final para salir de Bolivia.

Una Land Cruiser de la Policia Boliviana nos corta el paso a poco de empezar el camino.

"¿Que no vieron la tranca?" - Nos dice el oficial.

Si.Es verdad. Había visto una barrera, pero como estaba levantada seguí. La tranca es un peaje.

Pedimos disculpas, quisimos pagar, pero nos hizo pegar la vuelta a la estación de policía.
Al llegar al cuartel me encontré con una oficina llena de posters de mujeres tetonas y un oficial con una enorme bola de coca en su boca. De hecho el cuarto apestaba a coca.
Explicamos la situación a 12 hs de haber dejado las cabañas, pedímos disculpas nuevamente y ante amenazas de multas que solo podíamos pagar en la ciudad el lunes (era sábado) ofrecimos una coima para poder seguir, y era exactamente lo que buscaban (colaboración le dicen). Intenté despojarme de unos billetes de alta denominación pero bajo valor que guardaba desde mi último viaje a Paraguay, pero no es fácil cambiarlo para ellos por la poca y mala relación que guardan con el país vecino. Aceptaron unos pesos Argentinos y ahí si pudimos emprender los 200 kms por camino de montaña, y de noche, que nos separaban de la horrible Villazón.

El camino no estaba en tan mal estado, pero el precipicio era notable y estaba siempre presente a nuestra derecha. Miles de cruces nos recordaban el peligro de circular por aquí y un montón de camiones, varios de ellos sin luces hacían difícil el avance y sobre paso. La tierra que levantaban era tan finita que insólitamente se veía mas con las luces apagadas. Tuvimos que tomar, por este motivo, mayor distancia entre los vehículos. El camino siempre en ascenso.

Por momentos las camionetas se apunaban y no encontraban suficiente oxigeno para la combustión, perdiendo fuerza cuando mas la necesitábamos. 
Entre los vehículos íbamos comunicados por radio VHF.

De golpe encuentro una suerte de enorme pampa a mas de 4000 metros de altura y caminos nuevos para todas las direcciones. El GPS no encontraba señal, la radio dejo de funcionar. La distancia entre los vehículos era grande. Estábamos perdidos.

En los lugares mas remotos de Bolivia uno siempre se encuentra gente caminando por la montaña, y por suerte esta no sería la excepción. Pudimos encontrar nuevamente el camino necesario que a poco de andar se convirtió en un nuevisimo asfalto y recién pintado. Era el lujo y la ruta correcta hacia Villazón.
 Al cabo de un rato ya se vislumbraban las luces de la ciudad allá a lo lejos. Llegamos y nos encontramos con nuestros amigos en la frontera, pero esta estaba cerrada. Eran las 3AM y hacía un frío de locos. Intentamos dormir unas horas en las camionetas hasta la mañana siguiente.

En eso un enano encapuchado me toca la ventana de la camioneta y me despierta. Bajo al vidrio y le propicio una serie de insultos mientras lo echo amenazándolo.

A las siete de la mañana bajamos a hacer migraciones y me encuentro al enano encapuchado. Era policía y quería decirme que no podía permanecer con el vehículo en el lugar donde me quede.
Pedí nuevamente disculpas, y me dijo que no había problemas si colaboraba. Colaboré, claro, y finalmente pudimos salir de Bolivia. 

La odisea no terminaba. La aduana Argentina veía sospechosa nuestra salida de Argentina por Bermejo y no entendía que hacíamos en Villazón, y como las autoridades de Los Toldos carecen de aduana, nuestros vehículos estaban irregulares en este punto. 
Era increíble. No podíamos entrar a Argentina, pero ya habíamos salido de Bolivia. Estábamos en esos metros que son tierra de nadie. Nuestras mujeres nos odiaban. Estábamos mal dormidos, sucios, sin comer, picados por pulgas de unas alfombras que compre, y de muy mal humor.

En un momento perdimos la paciencia y empezamos a pedir nombres y realizar algunos llamados. A mover contactos, como quien dice. Se asustaron y nos dejaron pasar. Ya estábamos en Argentina con solamente una cosa en claro. Iba a pasar un buen tiempo hasta volver a Bolivia.