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lunes, 2 de noviembre de 2020

Los Menhires de Tucumán

La Reserva Arqueológica Los Menhires se encuentra en El Mollar, una localidad del departamento Tafí del Valle de la provincia de Tucumán, la más pequeña de Argentina y bautizada por Domingo Faustino Sarmiento como "El Jardín de la República", leyenda que conserva desde entonces.

En la Reserva Arqueológica Los Menhires existe una colección de megalitos que pertenecen a la Cultura Tafí y que fueron esculpidos entre el 820 a.C. y el 780 d.C. Se trata de más de cincuenta monumentos de forma fálica, que pesan unas 4 toneladas y miden en promedio unos 3 metros de altura.

En la época en la que fueron esculpidas estas rocas graníticas no existían herramientas adecuadas, y ha de suponer que cada una de estos menhires demandó un largo tiempo de trabajo solidario en equipo, y un enorme esfuerzo para transportarlas hasta el sitio ceremonial, o de señalización astronómica, según pudo estudiar Karl Herman Konrad, un paleontólogo y naturista alemán que pasó gran parte de su vida en esta región de Argentina. La posta la agarró años más tarde el famoso etnógrafo y arqueólogo argentino, Juan Bautista Ambrosetti, descubridor del fantástico Pucará de Tilcara.
Alrededor de estas primitivas manifestaciones de roca, los habitantes de la Cultura Tafí celebraban sus rituales y ceremonias. Los Tafí se asentaron en estos valles entre el 300 a.C. y el 900, dónde se pierde información de su paradero. Fue un pueblo sedentario que practicaba la agricultura en terrazas (especialmente maíz) y criaba llamas para utilizarlas como medio de transporte de mercadería, o bien comercializarlas con parcialidades de los valles vecinos. Los Tafí nunca abandonaron sus hábitos de cazadores y tenían un sistema de viviendas semi subterráneas que se iban formando cual pétalo de flor alrededor de un patio a medida que las familias iban creciendo.

Los Tafí provienen del Altiplano boliviano. Su nombre proviene del Quechua Taktikllacta,que no por casualidad significa "Pueblo de la entrada espléndida", y eso es lo que uno siente cuando comienza a ascender por la Ruta Provincial 307 que regala inolvidables paisajes y sensaciones de la Selva Tucumana a diestra y siniestra antes de cambiar abruptamente de clima y paisajes al llegar a los Valles Calchaquíes, justo al otro lado de las cadenas montañosas del área de Tafí del Valle.
Luego de permanecer bajo dominio del Imperio Inca, los Españoles comenzaron a conquistar territorios cada vez más vastos. Así fue que en 1636, P. de Leguizamón y Guevara recibe en Merced Real estas tierras que su familia explotó con cultivos hasta 1716, año en que le venden la propiedad a la Compañía de Jesús.
Durante algunas décadas los Jesuitas realizaron explotaciones varias y se dedicaron a la tarea de evangelizar a todos cuantos pudieran en la zona hasta que finalmente fueron expulsados de América en 1767 por orden del Rey Carlos III de España.
Finalmente las tierras salieron a remate y fueron adquiridas por la Provincia de Tucumán. Pasaron décadas hasta que el gobierno, por fin construyó el primer camino de acceso a los valles.
La palabra Menhir viene de la unión de las palabras "Men" (piedra) e "Hir" (larga). Se trata de la forma más sencilla de un monumento megalítico. Si las piedras forman un arco tipo mesa, como en el caso de Stonehenge , a estos megalítos de los llama Dolmenes. 

Estos menhires en particular fueron trasladados hacia este sitio en 1977, luego de extraerlos de sus ubicaciones originales, y muchas veces de propiedades privadas, ya que los dueños de las tierras, con el correr de los siglos, utilizaron estos monumentos como columnas para sus casas, pircas o demarcaciones tipo mojón, perdiendo así la posibilidad de continuar con las investigaciones.
La Reserva Los Menhires se une a la lista de Patrimonio Cultural de la Provincia de Tucumán, sumándose a las Ruinas de los Quilmes, la Casa Histórica de la Independencia o el Museo de La Banda (ex Estancia Jesuítica La Banda), también en Tafí del Valle. Para proteger este acervo se creó en 1993 la Ley 24.262 que protege el Patrimonio Arqueológico Nacional, pero la misma quedó durmiendo en el cajón de algún funcionario, y no entró nunca en vigencia. Mientras tanto el manejo de los patrimonios en la provincia sigue estando casi siempre, pesimamente manejado.

sábado, 31 de octubre de 2020

El Sitio de Anatori

Al este de Georgia y perdida entre las montañas del Cáucaso se encuentra Khevsureti, una región histórica y muy rica, etnográficamente hablando. Un área dónde nunca existió el sistema feudal, sino que sus habitantes se regían por un Código Civil basado en antiguas tradiciones y valores, dónde los niños de las familias nobles eran educados para introducir valores Cristianos, fraternales, valientes y generosos entre sus gentes a través de la tradición oral y el ejemplo.
Es esta una zona de paisajes dramáticos, remota y desolada a la cual se accede por un viejo paso de montaña que desde 1799 se conoce como la Carretera Militar Georgiana, y que suele estar cerrada varios meses al año por las intensas nevadas que se producen en este área. Estamos a sólo 3 kilómetros del puesto de control de la frontera entre Georgia y Chechenia. Metros abajo se escucha la confluencia de dos ríos y las montañas al frente son bien escarpadas. 
Pasamos la noche Durmiendo en una verdadera aldea medieval, una experiencia inolvidable que vivimos en Shatili, que con 22 habitantes resulta el mayor asentamiento de la zona. Al día siguiente, tras un rato por caminos de montaña nos acercamos a el Sitio de Anatori.
Anatori era el nombre de una aldea que dejó de existir tras una Epidemia de Peste Negra que asoló a la zona en el siglo XVIII. Por aquellos tiempos la población de la Región de Khevsureti superaba las 15.000 personas, y desde entonces no ha dejado de disminuir. Claro que los Comunistas de la ex URSS tuvieron algo que ver, ya que en 1951 invitaron a retirarse a todos los pobladores descontentos con sus ideas, pero eso es otra historia.
En los años de Peste Negra, o Zhami como la llaman los locales, la gente moría como moscas. Uno a uno iban cayendo enfermos, y perdían la vida. En el afán de no seguir contagiando a sus familias y vecinos, muchas personas se fueron alejando de las zonas pobladas, y en lo remoto, dónde ya no podían poner en peligro a nadie, construyeron por voluntad propia, su lecho de muerte.
Construidas con piedras amontonadas, estas tumbas son la prueba de amor, coraje y compromiso social de los habitantes de este pueblo, que tomaron la decisión de no contagiar al resto y ganarle de esta manera la batalla a la temida Peste Negra, o Peste Bubónica, la epidemia más mortífera.
Por estar en un lugar tan remoto, y por el enorme respeto que despierta esta historia, estas tumbas permanecen casi inalteradas, como si no hubiera pasado casi el tiempo desde el siglo XVIII. En las ventanas hay copas tipo Cáliz y monedas antiguas que la gente va dejando para hacer más placentera la vida en el más allá para aquellos que obsequiaron su vida a favor de los demás.
Todo es original menos las ventanas con rejas, ya que gente llegada de Chechenia robaba los huesos para utilizarlos en ceremonias paganas.
El Sitio de Anatori es emotivo e invita a reflexionar como es que hicieron estos mártires para construir estas tumbas e irse encerrando adentro sin la ayuda de un tercero.
Una de las teorías más aceptadas es que estas construcciones ya existían y los muertos se acostaban sobre la tierra, bajo estas estructuras a dejarse morir. Esta teoría cobra sentido ya que algo similar sucede en Dargavs ("La ciudad de los muertos") en la vecina Osetia del Norte distante a sólo 65 kilómetros de distancia de Anatori. La idea pudo haber sido tomada de estos pobladores al otro lado de la montaña, pero las tumbas no guardan otro parecido.
Desde allí continuamos camino a La aldea medieval de Mutso en donde nos aguardaba un recorrido interesante pero de alta exigencia física.

domingo, 4 de octubre de 2020

La Mina de Incahuasi

Las Minas de Incahuasi están  rodeadas de varios volcanes  extintos a poco más de 4.000 m.s.n.m. en el límite septentrional de la provincia de Catamarca, en Argentina. Más precisamente se encuentran a los pies del S.O. del Salar del Hombre Muerto en un área muy remota, que hoy cobra cierta fama por estar dentro del codiciado "Triángulo del Litio" que se extiende hasta el "Salar de Uyuni" en Bolivia y el "Salar de Atacama", en dónde aparentemente se concentra el 85% del litio del planeta.

Unos días antes de la primavera de 2019 organicé un viaje junto a mi madre y una amiga por la provincia de Catamarca, una de mis tres preferidas de Argentina. Claro está que no podía quedar exento un recorrido por algunos de los paisajes más lindos de la Puna argentina. Aprovechando que salíamos de Antofagasta de la Sierra hasta Tolar Grande (paisajes espectaculares que van cambiando notablemente con el correr de los kilómetros), en la vecina provincia de Salta, encontré una nueva oportunidad para recorrer este sitio sin apuro, aunque tampoco con tanto relajo pues, días antes había caído una nevada que podría dificultar nuestros planes originales. De hecho tuvimos que recalcular algunas etapas por fuertes "Vientos Blancos". Cosas de la Puna.
Las Minas de Incahuasi ("Casa del Inca" en Quechua) fueron explotadas originalmente por los Incas, sin embargo años más tarde llegaron los españoles y tras algunas décadas lo hicieron los seguidores de la Orden de San Ignacio de Loyola. Ha de haber supuesto un enorme esfuerzo para los Jesuitas el establecerse en esta región tan aislada de la Puna en dónde el agua más cercana se encuentra a poco más de 4 kilómetros de distancia, en la "Vega de Agua Salada", en dónde existió un segundo y más pequeño núcleo poblacional de las Minas de Incahuasi.
Dentro de los restos de esta antigua explotación minera, hoy podemos encontrar los indicios de al menos 31 complejos arquitectónicos en dónde existen vestigios de una iglesia con campanario, también de algunos corrales para animales, un número de almacenes para guardar los laminados de oro y al menos 70 habitaciones, la mayor parte de ellas, para uso comunitario.
Antiguamente esta mina llevaba el nombre de "Nuestra Señora de Loreto de Incahuasi". Los únicos documentos que dan fe de este momento corresponden a 1766, un año antes de la expulsión de los Jesuitas de América, por orden de Carlos III, rey de España. Esos documentos enseñan que la explotación de las Minas de Incahuasi respondían a las órdenes del Corregimiento de Atacama, al otro lado de la Cordillera de los Andes, y en lo que actualmente es Chile. De hecho, para gran parte de la construcción de las minas se valieron de la ayuda de los Atacameños.
En el año 1775 los españoles que explotaban las Minas de Incahuasi tuvieron un conflicto con los trabajadores nativos, quienes abandonaron las instalaciones de la mina ante temores de represalia
Aunque no eran muy afectos a este tipo de trabajo duro, especialmente en estas latitudes dónde nada se hace sin un considerable esfuerzo físico, los españoles agregaron algunas construcciones de adobe a la estructura original de la mina de oro.
No había agua cerca y los alimentos, la mayor parte de las veces llegaban desde varios valles lejanos, desde la provincia de Tucumán.
Hasta 1933 la explotación de las Minas de Incahuasi continuaron de forma esporádica durante las dos décadas siguientes. En 1954 llega al lugar una nueva empresa con ánimos de exploración. Se trata de la Compañía Minera Incahuasi quien permanece explotando las minas durante algunos años antes de perder interés por este sitio apenas accesible. El precio del oro no amerita el esfuerzo.
Las Minas de Incahuasi estuvieron abandonadas varias décadas hasta despertar el interés de nuevos inversores. Esta vez no se dedicarían a la extracción de oro, como se vino haciendo aquí durante siglos, sino que algunos grupos inversores comenzarían a prestar atención a la nueva y fuerte demanda del Litio, conformándose en 2017 la Argentinia Lithium & Energy Corporation (Grosso Group de Canadá), que tiene el 100% de los derechos de explotación sobre las más de 23.000 hectáreas del Salar del Hombre Muerto, en dónde también existen cantidades considerables de Potasio.
Lo mejor de este recorrido sin duda serán los espectaculares y cambiantes paisajes que nos regala el recorrido por la Ruta Provincial 43 en su recorrido entre las localidades de Antofagasta de la Sierra en Catamarca y el poblado de Tolar Grande en la provincia de Salta.
Las Minas de Incahuasi (Monumento Histórico Nacional) siempre será una interesante parada para los buscadores de gemas ocultas de paisajes remotos.

En esta ocasión encontramos la ruta tapada por nieve, pese a la época del año. Los desvíos obligaron a tomar algunos riesgos no recomendados para aquellos que se aventuren solos en estas remotas tierras de la Puna de Catamarca. Lo mejor siempre por aquí es ir acompañado al menos por un segundo vehículo.
Con tres o cuatros desvíos a campo traviesa que alargaron dos horas nuestro recorrido, pudimos finalmente llegar a salvo a la localidad de Tolar Grande, que supo tener un ramal de tren, el C-14 del Ferrocarril General Belgrano que comunicaba esta pequeña población con en importante puerto de Antofagasta en Chile a través del Paso Socompa a 3.876 m.s.n.m.


miércoles, 30 de septiembre de 2020

Tigranakert, la nueva joya de Artsaj

Tigranakert fue una antigua ciudad armenia fundada unos 80 años antes del inicio de nuestra era. Se encuentra en la provincia de Martakert, al norte de la auto proclamada República de Artsaj, y muy cerca de la frontera con Azerbaiyán (Rayon Agdam), país al que pertenece de iure, pues el territorio les fue arrebatado tras la última guerra de Nagorno Karabaj (1988-1994).

Este sitio no fue descubierto sino hasta 2005, cuando tras una serie de excavaciones se dio conocimiento de esta ciudad del Período helenístico fundada por Tigranes I, padre de Tiranes "El Grande", responsable de convertir a Armenia en la mayor potencia en el este del Imperio Romano.
Tigranakert es el monumento arqueológico más importante de la República de Artsaj, ya que todo lo encontrado da muestras fehacientes de la presencia de los armenios desde tiempos muy lejanos, y les da también un argumento sólido en su vieja disputa territorial con Azerbaiyán, país con el que se encuentra en una nueva guerra al momento que escribo estas líneas. 
El sitio arqueológico de Tigranakert es  un yacimiento de unas 50 hectáreas dónde, con el correr del tiempo han desenterrado una serie de tesoros que datan de varios períodos, siendo los más antiguos del siglo I a.C. Lo más vistoso es sin dudas el Castillo de Shahbulag ("Primavera del Sha) construido en los tiempos en el que la zona estaba bajo dominio del Imperio Persa. Tiene 450 metros de largo, 120 de ancho y unas paredes que superan los 5 metros de altura. 
En 1748 la capital del Kanato de Karabaj de Azerbaiyán fue trasladada a este castillo.

El sitio es bonito y está muy bien armado y arreglado. Desde 2010 funciona un pequeño museo dividido en tres salas en dónde exponen muchos de los objetos encontrados durante las excavaciones.
A los sufridos habitantes del Alto Karabaj de etnia armenia, lo que más les interesaba era toda prueba de su larga estadía en estas montañas, y los descubrimientos llevados a cabo tras las excavaciones a cargo del Instituto de Arqueología y Etnografía de la Academia de Ciencias Sociales de Armenia, así lo confirman, especialmente a los márgenes del cercano río Khachenaguet.
La historia de la región es larga y compleja, razón por la cuál ha enfrentado a Armenia y Azerbaiyán en un conflicto en la que ambas partes tienen razón a la hora de hacer válidos sus reclamos. Para entender un poco más sobre esta peculiar república pueden leer El caso Artsaj o de Nagorno Karabaj.
Si bien las excavaciones comenzaron en 2005, diferentes urgencias económicas, políticas y sociales han detenido las investigaciones en diversos momentos (en esta provincia se libraron enfrentamientos con el ejército Azerí en 2008, en 2010 y nuevamente en 2020). No obstante los locales han sacado provecho de lo encontrado para hacer propaganda pro Armenia, y pro Artsaj, pues es una república independiente pero completamente dependiente de Armenia.
Además del mencionado castillo, en Tigranakert se han encontrado restos de la antigua citadela, varios siglos más antigua. También los cimientos de una basílica de una sola nave del siglo V o VI. 
La importancia de su tamaño y la calidad y cantidad de los hallazgos arqueológicos hacen suponer que aún resta mucho por encontrar en los alrededores.
El sitio está en pleno proceso de restauración aunque al momento de nuestra visita no vimos actividad alguna, en cuanto a refacciones refiere. 
Hay bastante para ver pero se requiere de un moderado estado físico para caminar mucho y de un poco de imaginación, claro que en un sitio como este, se agradece y aprecia el esfuerzo por todo lo hecho.
Esta ciudad que desapareció tras más de 1.300 años de presencia humana hoy, quizás, vea un poco de luz al final del túnel. La historia de Tigranakert se sigue escribiendo.

domingo, 26 de abril de 2020

Trekking por aldeas remotas de Azerbaiyán

Las minorías étnicas que viven en Azerbaiyán no llegan a componer el 10% de la población de la nación. El resto, la amplia mayoría, es de origen Azerí. Entre estos grupos algunos son sumamente desconocidos y posiblemente estén prontos a desaparecer.
Pensamos como hacer para conocer estos pueblos y no tardamos en darnos cuenta de que no había otra manera que hacerlo contratando un guía, ya que resultaba obligatorio para conocer esta parte del país. Decidimos entonces organizar un trekking de tres días y dos noches uniendo varias aldeas en las montañas del Gran Cáucaso, durmiendo en casas de familia, y permitiendo una conexión más profunda con la gente de las montañas.
Nos encontramos con nuestro guía Tural y un conductor de pocas palabras que tenía aspecto de vasco. Partimos desde allí seis personas en un vehículo de doble tracción, un simpatico UAZ de origen ruso, y en este caso con un motor Peugeot de segunda mano.
La primera parte del recorrido, aún por rutas de pavimento o tierra mejorada, discurrió entre paisajes verdes con un cierto aire tropical, y largos boulevares con árboles cuyas copas se tocaban.
Tras alguna curva el camino cambia y se convierte en uno típico de montaña. A partir de allí fuimos
ascendiendo literalmente a los saltos hasta nuestros primeros destinos, observando las montañas que hacen frontera con Dagestán, la frontera más austral de Rusia.
La puerta del conductor se abría cada tanto y había que tener cuidado de no golpear las cabezas contra los parantes o el techo, que para mi suerte era de lona.
Paisajes de la Cordillera del Gran Cáucaso en Azerbaiyán
Durante nuestra visita en primavera tocaron unos días con bastante sol, y la temperatura fue de lo más amena. No soplaba una brisa de viento y por lo general la senda estaba despejada de todo obstáculo. En invierno las temperaturas pueden descender unos 30 grados bajo cero, y los asentamientos quedan aislados durante largos meses.
Con el correr de los kilómetros los paisajes iban mejorando. Cada curva podía significar un cambio abrupto para lo que nuestros ojos veían. Un elixir para quienes amamos la montaña. Estar en este lugar del mundo sin duda es algo especial.
Nuestro UAZ
En algún punto del Xinaliq Youm, el camino a la aldea de Galeykhudat, solo se puede continuar en vehículos con caja reductora, o 4x4 baja, ya que los senderos se tornan empinados y serpenteantes. Hicimos una breve parada para acoplar los cubos de bloqueo del UAZ para enfrentar con mayor eficiencia lo que seguía de una senda hasta el momento amena.
Almuerzo en Gadeykhudat o Galakhudat o Galey Khudat
Así llegamos felices y exultantes con nuestras primeras impresiones a Gadeykhudat. Una familia local nos esperaba en una casa de piedras y ramas en dónde compartiríamos un almuerzo. Bebimos varias tazas de té con esta gente de origen túrquico que están "desde siempre" en la zona. De hecho dicen ser descendientes de Noé y sobrevivientes del Gran Diluvio Universal.
La interacción no es del todo fácil ya que hablan un idioma propio. Son pocos los que hablan una  segunda lengua, y cuando sucede, por lo general es el Azerí.

Esta era también nuestra primer experiencia con la cocina de Azerbaiyán fuera de lo que sucede en Bakú, dónde la oferta gastronómica tiene todo lo que el mundo sibarita tiene para ofrecer. En la casa, sentados en una mesa al ras del suelo comimos Kyufta bozbash, una sopa tradicional de las montañas del Cáucaso hecha con cordero, papa, tomate y menta, entre otros condimentos. Esto acompañado con pan (churek), el queso típico de Eurasia y el infaltable vaso de té.
Durante la tarde hicimos caminatas por la zona y de noche comimos los restos del mediodía.

Al día siguiente nos despedimos de nuestros amables anfitriones y proseguimos con nuestro itinerario.
Las montañas del Cáucaso
Seguimos el camino es ascenso sobre la Cordillera del Gran Cáucaso por senderos de gran belleza en dónde aparecen verdes valles a diestra y siniestra que son aprovechados por los pastores siguiendo las mismas costumbres de sus ante pasados a través de los siglos. Pudimos durante la larga caminata hasta la siguiente aldea, observar nutridos rebaños de ovejas, vacas que sorprendían por lo gordas y algunos ejemplares del Pastor Caucásico, un tipo de perro moloso y de gran porte que puede pesar 100 kilos y nunca había tenido la oportunidad de ver en vivo.
Calles de Khinaluz o Xinaliq
Con el último aliento llegamos a la aldea de Khinalug, el pueblo más alto de Europa (si es que se considera como parte del continente), pero de seguro lo es en Azerbaiyán y también el más remoto, y una de las poblaciones más altas de las que existen entre las montañas del Cáucaso. Un pueblo de unos 2.000 habitantes que lograron mantener su identidad y cultura básicamente por el aislamiento que se produce en el largo invierno en dónde las aldeas quedan incomunicadas durante meses, y a muchas de ellas solo se puede llegar a caballo cuando la nieve finalmente de derrite.

Las viviendas, unas 380, están construidas a mano con piedras tipo laja. Un sistema que se llama Tiknes y que resulta ser el método de construcción más antiguo de este país con forma de águila. No obstante la antigüedad de las casas rondan entre los 200 y 300 años.
Vehículo militar en Xinaliq, Azerbaiyán
Quien escribe era el único del grupo con un poco de energía para recorrer los confines del pueblo y aprender un poco de esta gente que habita estas tierras al menos desde la época de la Albania Caucásica, un pueblo fundado en el siglo III a.C. cuyos límites se extendían entre Daguestán y Azerbaiján y con quienes los habitantes de Khinalug (o Xinaliq) están étnicamente relacionados.
Los zapatos afuera
En esta aldea son musulmanes sunitas, y muy religiosos, como sucede en las poblaciones afuera de Bakú, pero así y todo siguen siendo muy tradicionales a la hora de las ceremonias o ritos anteriores que las familias han logrado mantener inalterados a lo largo de más de 2.000 años de historia, ya que en antaño eran zoroastrianos. Esta religión monoteísta era la religión de estado de Irán y otros países de influencia Persa. Seguían las enseñanzas de Zarathustra, un profeta iraní que vivió en algún momento entre 1.500 y 1.000 a.C.
Algún templo pagano todavía sobrevive en el área, así como cuevas y una docena de mezquitas, las más antiguas de los siglos XI y XII.
Pila de estiércol
Ante la ausencia de árboles en la zona, los locales recurren al estiércol vacuno como combustible. Las mujeres, los niños y los pastores lo recolectan durante todo el año a fin de poder cocinar todos los días y almacenar una considerable cantidad para calentar las viviendas durante los duros y eternos meses de invierno. 
Previamente secan el estiércol al sol para luego confeccionar compactos blosques.
Las casas suelen reservar la planta baja como establo para ovejas o como gallineros. En la planta superior se encuentran las cocinas y los dormitorios. Los pisos están cubiertos con decenas de alfombras de su etnia, y con algún diseño particular al clan al cuál pertenecen.
Khinalug o Xinaliq
Todo el pueblo tiene menos de 2.000 habitante y está dividido en 4 clanes. Cada uno de esos clanes tiene su mezquita, sus propios cementerios de tamaños mayores al del pueblo, dado su antiguedad en la zona. Estos clanes tienen su propia manera de vestir e incluso sus propios diseños de alfombras. Dicho sea de paso, sus medias de lana gozan de cierta fama en el Cáucaso y pueden ser fácilmente reconocidas por contar con un diseño muy similar al de las alfombras que confeccionan
Domino en Azerbaiyán
En Khinalug hablan el Ketsh, un idioma con ciertas similitudes a las de algunas regiones del Daguestán, pero con muchas particularidades que no se encuentran entre otras lenguas del Cáucaso, y que ciertamente no tiene nada que ver con las de origen Túrquico que se hablan en Azerbaiján.
Gramaticalmente es una lengua completa con género masculino y femenino y dos tipos de neutro.
Había sido un día lindo pero apenas se escondió el sol tras las montañas, unos fríos vientos nos corrieron hacia el interior de la vivienda a la espera de una rica taza de té para esperar la comida.
Comimos unos dumplings de con hojas de repollo muy rico, más té con cubos de azúcar rubia y unas pocas costillitas de cabra que evidentemente habían sobrado, algunos caramelos para rellenar y un vino de regalo que trajo nuestro guía de montaña, que como casi todos aquí era musulmán y poco entendía de vinos. Había elegido para nosotros un vino local de cerezas que fruncía el upite
Dormimos en esa misma casa en un gran cuarto en dónde había 5 colchones en fila y algunos más apilados. Varias mantas pesadas que fueron necesarias para paliar el frío, pero nada se podía hacer contra el olor a amoniaco del ambiente. Era como estar dentro de un mingitorio en una estación central de trenes
La noche iba a ser muy larga y los baños se encontraban fuera de la vivienda del otro lado de la calle bajo un cobertizo de chapas. Ya me estaba arrepintiendo de las 18 tazas de té.
Montañas del Cáucaso. Shahdagh
Dormimos poco y mal debido al frío y al olor amoníaco al que curiosamente nunca pudimos acostumbrarnos. El día comenzó temprano con el ruido de las ovejas saliendo del establo y el de los gallos antes de la primer luz del día.
Tomamos unos vasos de té caliente para sacarnos el frío y comimos unos trozos de pan antes de continuar camino por estos bellísimos paisajes salpicados con aldeas centenarias.
Trekking en el Cáucaso
Nuestro guía Tural, muy conocido en la zona, nos hizo caminar bastante ese día. El sendero en general no tenía grandes desniveles y no resultaba para nada difícil. Cada tanto nos contaba algo del lugar o nos enseñaba alguna flor de las muchas que crecen salvajes en las montañas del Cáucaso.
Cascada en Azerbaiján
Esta última parte si requería atención y cierto esfuerzo físico. Tras descender varios cientos de metros llegamos a esta cascada oculta. Al regresar fue difícil dar con uno de nuestros compañeros que no se había sumado al periplo. Un vago.
Cañadones del Cáucaso
Desde allí continuamos en el UAZ que por suerte nos estaba esperando, primero yendo por una senda empinada y otro segmento del recorrido a campo traviesa, ocasión en la que nuestro conductor aprovechó para echar a unos pastores que alimentaban a sus animales en tierras que pertenecían a su clan. Un momento de suspenso ya que los gritos de las partes iban escalando.
Cementerio de Kryz o Qriz
Al rato de andar comenzamos a ver tumbas en el camino. Cada vez más seguido hasta que llegamos a los primeros cementerios. En ellos había tumbas de varios siglos de antigüedad que se mesclaban con otras del período árabe.
La aldea de Qriz (Giriz o Kryz) se encuentra en una fértil llanura a 1.200 metros de altura. El estar tanto más bajo que las poblaciones anteriores les permite a sus habitantes tener frutales y criar ganado. En el pueblo viven unas 300 personas que también tiene su propio idioma hablado por casi 6.000 personas, y mantienen sus costumbres como buenos musulmanes sunitas.
Si bien pequeña, esta aldea se nota más próspera. Las construcciones son de mayor calidad, gran parte de las casas tienen un vehículo en sus puertas y las calles son anchas.
Kryz AZ
En la escuela del pueblo hoy se imparten clases de su idioma, pero también del ruso, lengua que en esta parte de Azerbaiján nunca se habló, ni siquiera durante las largas décadas en las que esta zona estuvo bajo control del Imperio Ruso y más tarde de la URSS.
Comida de Azerbaiyán
Nuevamente hicimos contacto con una de las familias locales quienes nos recibieron en su casa para un rico almuerzo que ya tenían prácticamente preparado en una mesa a la altura del piso.
Con la cosecha de frutos propios había mucho jugo de algo que se parece a un tomate Cherry pero tiene la consistencia de una aceituna, mermelada de la familia de las grosellas, dos tipos de pan, uno neutro y el otro tipo árabe.
El almuerzo fue ameno y abundante. Algunos se dieron el lujo de dormir una pequeña siesta.
Paisajes de leyenda en el Cáucaso
Luego del almuerzo proseguimos un camino cada vez más verde hasta un profundo cañadón en dónde nos detuvimos a meditar y deleitarnos con estas maravillosas vistas sentados sobre grandes rocas con nuestros pies colgando por sobre el precipicio.

El camino de vuelta fue diferente al de ida y ninguno decepcionó . En un puente sobre un río muy caudaloso nos despedimos de nuestro guía y el conductor del UAZ, y tras esperar una hora una coqueta Mercedes Benz digna de los servicios secretos nos vino a buscar para llevarnos de regreso a Bakú, dónde nos esperaba una vibrante noche en la capital del país.

martes, 24 de marzo de 2020

Durmiendo en una verdadera aldea medieval

En Georgia la rica historia del país está presente en cada kilómetro que uno recorre, Esta no era la excepción, más todo lo contrario. Todo el camino hasta la aldea de Shatili es espectacular. Uno se mete en valles verdes y profundos de las montañas del Cáucaso hasta llegar a esta aldea medieval a escasos kilómetros de la frontera con Chechenia.
Cuándo uno llega a este pequeño pueblo de sólo 22 habitantes las cosas no cambian. El entorno sigue siendo alucinante y uno ve ante sus ojos un verdadero complejo medieval de viviendas unidas a 60 torres de defensa, que fueron habitadas de forma ininterrumpida desde el siglo IX hasta hace un puñado de años, cuando los habitantes de mudaron unos cientos de metros más abajo buscando las comodidades del mundo moderno.
Con curiosidad nos íbamos acercando al complejo defensivo ya que esa noche dormiríamos dentro de una de las viviendas del siglo IX, y crean que no había mucho más modernidad que un colchón. El resto era un verdadero viaje al pasado, y no a un pasado cualquiera si no al de algunas tribus del Cáucaso, en este caso las del Reino de Kakheti, pero también de los Chechenos y de las tribus del Dagestán (hoy parte de Rusia).
La verdad es que resulta una experiencia única la de dormir en esta fortaleza original del siglo IX, aunque haya un poco de olor a pis de rata o sople viento por debajo de las puertas. Para quienes busquen más comodidades, hay otros albergues en el pequeño pueblo de frontera.
En el complejo de viviendas había una decena de herramientas utilizadas para los diferentes labores de estas gentes y sus costumbres, algunas de las cuales han resultado inalteradas en los últimos siglos.
Hasta estuvimos tentados en hacer un brebaje. Sólo faltaba un buen fuego bajo la cacerola de cobre tantas veces utilizada por los moradores del pasado, pero no había ramas en la cercanía.
Platos, jarras y peinetas y otros utensillos eran fabricados por los locales u obtenidos vía trueque con las tribus de Chechenia y de Dagestán, al otro lado de la Cordillera del Cáucaso.
Estos cuernos huecos son utilizados para beber vino por las noches. En cada mesa alguien asume el papel de Tamada, o jefe de mesa. El Tamada es el responsable de hacer los brindis cada noche. Por lo general se pide por la cosecha, el tiempo, la familia o el amor, pero cuándo hay invitados, el Tamada hará un brindis en honor a cada uno de los nuevos comensales.
En Georgia cada vez que uno se sienta en la mesa se experimenta algo similar a una ceremonia. La gente es muy hospitalaria, tiran todo lo que tienen en la mesa y hacen sentir al huésped muy especial ¡En poco lugares se come tanto y tan bien como en Georgia! Los alimentos son frescos y ricos y se pone mucho amor en los platos tradicionales.
Sin duda ha sido una experiencia enriquecedora el dormir en esta aldea medieval del siglo IX llamada Shatili. Ya el pueblo en sí con sus montañas cercanas de picos eternamente nevados, la invalorable sensación de estar en un lugar remoto y el aire fresco es una delicia, pero esto le suma unos porotos.
Muy cerca de Shatili, a sólo 12 kilómetros por una atractiva carretera que lleva a la frontera con Chechenia se encuentra la aldea abandonada de Musto, ubicada en lo alto de una montaña, bien aislado e interesante para conocer después de una importante y demandante caminata cuesta arriba. La vista, (como también en Shatili) son brutales.