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viernes, 29 de abril de 2022

Boludeando en el patio trasero de los Valles Calchaquíes

En esta oportunidad teníamos el ambicioso proyecto de unir los Valles Calchaquíes de Salta con la región de la Puna de Catamarca, mas precisamente con mi querida Antofagasta de la Sierra, por dónde nadie lo había hecho antes. Al menos en un vehículo motor. 
La noticia me sentaba de maravillas pues había deslizado al grupo esa misma idea unos meses antes. Comenzamos con el intercambio de e-mails, armamos un grupo de Whatsup, y en el pico de la historia parecía que iban a ser de la partida como 20 camionetas, pero como sucede siempre, a la postre la gente se empezó a ir bajando por diferentes compromisos, y terminamos yendo en 7 vehículos, lo que también es un número bastante elevado.
Salí con un poco de retraso un viernes a las 15.30 horas desde Buenos Aires. El mecánico llamó para avisar que mi malacate (o winche) roto en la última travesía (Mina El Quirquincho y una serie de lagunas en Tinogasta ) estaba pronto para ser retirado. Toda la semana estuve a la espera de tan útil herramienta que a las apuradas sólo pude cargar en mi camioneta a la espera de un rato para ser colocado.

Dos de las camionetas, la Nissan Patrol de Tobhias y la Jeep Cherokee de Eduardo habían salido desde Buenos Aires dos horas antes, y si bien fui con pie pesado, no fue posible alcanzarlos si no hasta la entrada a Córdoba Capital, a unos 800 kilómetros de distancia.
Como la Cherokee tenía algunos problemas de alternador decidimos continuar camino unos kilómetros más hasta Colonia Caroya en donde logramos hacernos de las últimas camas de un modesto hotel y comer unas pizzas antes de dormir.

Pasadas las 9 arranqué en solitario hacia Cafayate (Salta) con la idea de llegar cerca de las 16 horas en donde tenía turno en un taller mecánico (gracias Gastón) para colocarle a la camioneta un nuevo radiador, que también había arruinado en otra salida anterior en la provincia de San Luis, dónde una rama de árbol lo había atravesado cual flecha, y el malacate recientemente arreglado.
Las corridas típicas de fin de año no me habían dado tiempo de solucionar estos dos detalles no menores.

Todo el día en la ruta lo pasé circulando bajo una constante lluvia que incluso tomo forma de agua nieve cuando superaba el "Abra del Infiernillo" en la provincia de Tucumán. Del otro lado, en Amaicha del Valle también llovía, lo cual es una rareza en esta ciudad que se jacta de tener mas días de sol por año que cualquier otra en la Argentina.

A pocos kilómetros de Cafayate, el agua de los ríos bajaba con fuerza desde las montañas, ocasionando varios cortes viales de esos que obligan a esperar a una retro escavadora para quitar el barro y las ramas sobre la ruta.

El mecánico (conocido como "El Buda") de muy buena onda, tuvo la gentileza de colocar el nuevo radiador mientras nos poníamos al día con todos los miembros de la travesía que habían llegado desde diferentes puntos del país, cerveza y chivos de por medio.
Al final de la partida los integrantes que formamos parte de este logro de unir los Valles Calchaquíes con la localidad de Antofagasta de la Sierra, en la Puna de Catamarca, fuimos los siguientes:

Eduardo Cinicola sin copiloto en una de sus Jeep Cherokee 4.0
Tobhias y su novia Anabela en una Nissan Patrol , conocida como "El Potro"
Elsa en solitario con su Toyota Hilux blanca
Denis y su mujer Maricel en una Toyota Land Cruiser HDJ80
Ignacio y su copi Walter en una Toyota SW4 (Fortuner en otros mercados)
Pablo y su copi Maxi en una Land Rover Defender 110
y quien escribe en otra Toyota SW4 (o Fortuner) con Gastón Baldi de copiloto.
En fin.
Este primer día era muy corto, ya que dormiríamos a muy pocos kilómetros del punto de inicio de la travesía, más precisamente en el pueblo de Angastaco, un pueblo de 800 habitantes en los Valles Calchaquíes de la provincia de Salta. 

Como para no desaprovechar la jornada, y salirnos del camino lo mas pronto posible, nos fuimos a buscar unas "XX" (*) que Tobhias veía como posibles en las fotos satelitales. No costaba nada relevar también esa zona. Como éramos varios nos dividimos en dos grupos. Con Eduardo y los Tucumanos salimos a la caza de esas "XX" por el lecho del río Tonga.
Lo que teníamos a favor es que aún estábamos a baja altura, a unos 2.000 metros sobre el nivel del mar, pero pronto comenzamos a encontrar grietas en el terreno que había que superar con cuidado, si es que podíamos sortearlas. Con atención y las indicaciones de alguien debajo del vehículo fuimos superando uno a uno los obstáculos que nos presentaba el patio trasero de los Valles Calchaquíes.
No pasaban suficientes minutos en paz antes de vernos obligados a bajar a trabajar un rato con los picos y las palas para bajar "responsablemente" los escalones que nos iba presentando este terreno típico y parecido al del resto de los Valles Calchaquíes.
Cuando ya no pudimos avanzar más por nuestro sector de exploración, bajamos nuevamente hasta la Ruta 40 para tomar la posición satelital de nuestros amigos, y poder unirnos con ellos, que era el otro grupo formado por Tobhias, Elsa, Denis y Nacho en sus respectivas camionetas.
Del otro lado de los cerros el terreno parecía una suerte de "autopista". Ya los sospechábamos pues, mientras nosotros nos la pasábamos renegando para sortear escalones y esquivar a los cactus, a ellos por momentos los dejábamos de escuchar por la radio, señal de que no tenían problema alguno, y avanzaban a paso raudo por un terreno mucho más gentil.
Estuvimos un rato más de ese lado del valle viendo que tenía para ofrecer este bonito entorno, pero la alegría de juntarnos nuevamente entre amigos hizo que apuremos los pasos hacia la civilización, aquel lugar dónde uno consigue una ronda de cervezas frías para terminar el día en algún lugar reparado del polvo que carga el viento en algunas horas.
A poco de andar y aprovechando la facilidad de avance que permite un camino enripiado llegamos a la típica postal de la Quebrada de las Flechas, un accidente geográfico que se extiende durante unos 20 kilómetros y que se encuentra entre Cafayate y Cachi , y siempre sobre la Ruta Nacional 40, esa ruta querida y famosa que es como una columna vertebral para la República Argentina.
Una vez llegados a Angastaco nos juntamos en la plaza principal, y posiblemente la única, para refrescarnos con unas birras. La noche se nos vino encima. Comimos en algún lado, reímos a carcajadas como cada vez, y repartidos entre los hoteles y cabañas del pueblo pasamos esa segunda noche.

lunes, 15 de febrero de 2021

La Ruta del Adobe

La Ruta del Adobe es un bello recorrido de 57 kilómetros que transcurre entre las ciudades de Tinogasta y de Fiambalá, en la provincia de Catamarca. Un puñado de construcciones que han sobrevivido muy bien el paso del tiempo, por ser el Valle de Abaucán un lugar seco en extremo.

A veces se pasa a ritmo veloz por la Ruta Provincial 60, pero vale la pena recorrer esta ruta de ida y de vuelta, ya sea en camino a la "Ruta de los Seismiles", o a las Termas de Fiambalá, otros de los muchos atractivos que tiene para ofrecer la provincia.

En la localidad de El Puesto, y a 500 metros de la ruta se encuentra una de las joyitas de este recorrido. Se trata de el Oratorio de los Orquera, una construcción única en la zona.
Esta capilla familiar fue edificada en 1747 por las hermanas Asiares quienes por décadas soñaron con un lugar semejante. Una vez que tuvieron los medios tomaron la decisión de hacer este oratorio, destino final de unas imágenes que habían traído en 1715 de un viaje a Chuquisaca, Bolivia.
La bisnieta de una de las hermanas contrae matrimonio con Santiago Orquera, y como en este oratorio siempre se impartían misas, con el paso del tiempo comenzó a ser conocido como "Oratorio de los Orquera".

A diferencia de la enorme mayoría de construcciones de adobe de la zona y el NOA en general, en el Oratorio de los Orquera se utilizaron moldes para hacer toda la capilla a partir de uno sólo, método practicado por los Kakanes, una parcialidad de los Diaguitas
La Capilla Virgen del Rosario de Andacollo se encuentra a 19 kilómetros de Tinogasta, en el paraje La Falda, dónde alguna vez existió un pueblo del mismo nombre.
Dos torres encierran el atrio de esta capilla de estilo Neoclásico construida en la primera mitad del siglo XIX. Cuatro columnas custodian un arco de medio punto. La nave tiene techo a dos aguas.
La capilla fue remodelada entre 2001 y 2004 luego de sufrir derrumbes parciales tras un temblor.

El interior es rústico y simple con paredes también de adobe y bancos de madera. El techo tiene vigas de algarrobo que se curvaban en el arroyo cercano a la capilla.
El retablo también es de adobe aunque partes también son de cemento. Allí se encuentra la pequeña imagen de la Patrona de la capilla, venerada durante siglos por los locales, mucho antes de la construcción del templo. En las hornacinas a su lado una figura de Santa Rosa de Lima a la izquierda y de San Martín de Porres a la derecha.
El Mayorazgo de Anillaco, de 1712, se encuentra en las adyacencias de la capilla Virgen del Rosario de Andacollo. Destacan sus muros de 1 metro de espesor, y su oratorio. En parte de su estructura funciona un museo que quizás tenga sus puertas abiertas. Depende el día y la suerte
El oratorio del Mayorazgo de Anillaco es otra pequeña maravilla de la zona. Al genérico adobe se le añadieron piedras para darle más dramatismo a la entrada. Es pequeño y deslumbrante.
El altar también es de adobe pero este ha recibido un tratamiento que le otorga cierto brillo para destacar sus curvas y otorgarle profundidad al conjunto. Singular y muy bonito.
Las paredes tienen un revoque más rústico que el del resto de las construcciones presentes en la "Ruta del Adobe". La nave es angosta y los techos de paja están sostenidos por vigas de algarrobo curvadas a la vera de un río, que le otorgan carácter al conjunto.
Al final del recorrido se aprecia la Iglesia de San Pedro en Fiambalá. Como el resto de las construcciones del camino, ésta también es de adobe, pero es la única que blanqueada a la cal logra sobresalir por sobre las demás.
La Iglesia de San Pedro fue mandada a edificar por el Capitán realista Domingo Carrizo en 1770 en el clásico estilo colonial de la época. Sus muros de un metro de ancho protegen una de las construcciones más significativas del departamento y la provincia toda.
En las localidades que va atravesando la Ruta del Adobe se presentan numerosas opciones para enriquecer el recorrido. No todo se trata de capillas y oratorios en este sector de la provincia. La oferta es variopinta e incluye visitas a bodegas, que aunque más pobretonas que sus pares en Salta, Mendoza, San Juan o la Patagonia, hacen unos vinos de promisorio futuro. 








martes, 19 de abril de 2016

A un pelo de salir (día 7)

Atrapados en el monte espinoso no quedó otra que armar campamento ahí, tan cerca de salir y tan lejos a la vez. Ya lo veía en la pantalla de mi GPS desde el día anterior. Estábamos a muy pocos kilómetros en línea recta de la Ruta 40 pero aún quedaba ver como hacer el cruce mas peligroso del río Bermejo.
(El relato viene de: Una jornada dura en el Paso Lamar)
Viéndolo en retrospectiva siempre es lindo estirar cualquier encuentro entre amigos, pero la noche anterior me había quedado "con la espina en el ojo" por no poder concluir a tiempo esta travesía que nos trajo por las provincias de San Luis, San Juan y La Rioja. Ahora que lo escribo meses mas tarde me siento un pelotudo por que el amor sabe esperar, pero en ese momento hacía poco mas de un mes que había conocido a mi actual novia y en el medio había metido dos viajes por lo cual estábamos llevando una relación a la distancia justo al principio, el peor momento. También tenía obligaciones que cumplir en Buenos Aires, tal como el resto del grupo.

Después se me pasó. El cielo estaba cubierto de estrellas, disfruté de las charlas nocturnas alrededor del fuego y del vino Sanjuanino. También del entorno, tanto mas ameno si se hace de a pie. La arena blanda hizo de colchón hasta que las voces de mis amigos me despertaron a la mañana siguiente.
Desayunamos alrededor del fuego y levantamos campamento. Exactamente a las 9:26 AM comenzábamos nuestro último día de travesía, con la idea fija (al menos yo) de ir hacia el Este buscando la salida hacia la ruta y el cruce de este último río.

La primer parte del recorrido consistió en salir de el monte en el cual estábamos atrapados, otra vez avanzando como podíamos por sobre la (no tan) rala y siempre espinosa vegetación.
Finalmente, tras salir del monte, estábamos frente a frente a la parte mas complicada de sortear. Por la época del año el cauce del río se encontraba con poco caudal de agua. De todos modos es ancho y el mayor peligro radica en la ciénaga en la que se convierte su piso.

Teníamos a mano todos los implementos de rescate, así que sin mas comenzamos a cruzar el río. Todo "manso" pero a 20 metros del final, mis dos ruedas traseras desaparecen en el fango. Si miraba hacia atrás solo veía grandes burbujas que ratificaban mi hundimiento. Ni valía la pena intentar traccionar a riesgo de hundirme mas, por lo que le pasé el cable de plasma de mi malacate a Tobhias, quien me lo cruzó al otro lado. Una vez ahí usé su camioneta de ancla y pude salir sin problemas.
Con todo el grupo sano y salvo del otro lado del río Bermejo continuamos nuestro camino por el lecho de este buscando un lugar en donde los "escalones" no sean tan pronunciados. Allí nos aguardaba un vistoso y divertido campo de arena color manteca, con trepadas cortas y empinadas y la ocasional apariciones de árboles de mucho mayor porte del que habíamos estado viendo los últimos días.
Saliendo de ahí nos subimos a unas huellas bastante marcadas que iban hacia la Ruta 40. Al cabo de unos pocos kilómetros llegamos hasta el puesto (o "Balde") de Montegrande, en donde estaban todos sus pobladores, e incluso algunos familiares de ellos que habían llegado de visita.
Siempre con ánimo de hacer nuevos amigos y aprender mas sobre las costumbres de los lugareños de los los sitios que visitamos (y que la mayoría de las veces son remotos), paramos a presentarnos.
El dueño del lugar nos llevó con orgullo a conocer el "Balde" del Puesto Montegrande, sin el cual no sería posible la vida permanente en este lugar desértico.
Un "Balde" es como se conoce a este tipo de pozos desde donde se extrae agua de las capas freáticas. Se encuentran en algunas zonas remotas y desérticas. En la región del Cuyo se usan hace 400 años.
Estos pozos de agua suelen ser cuadrados y están empalizados con alguna madera dura como el Quebracho, el Algarrobo, Guayacán  o Lapacho. En algunos casos (y a un coste obviamente mayor) pueden ser redondos y revestidos de ladrillos.

Siempre es una bendición al acceso al agua potable, y está clarísimo como influye en el desarrollo de los pueblos.
Vimos el funcionamiento del balde. Como van subiendo el agua de a poco, para pasarlo a otros recipientes y ser aprovechada. Primero se llenan los bebederos para los animales (cabras, gallinas, algún caballo o mula) y mas tarde los bidones que son para consumo humano. Mientras charlábamos tomamos unos sorbos de agua.
Estamos en la cercanía de las Minas de Gualcamayo (de Yamana Gold). La boca del túnel de entrada a esta mina se encuentra a 2.200 metros sobre el nivel de los mares. Desde ahí y 500 metros bajo tierra extraen 2.500 toneladas de mineral cada día (oro y plata).

Paradójicamente se usa una cantidad desproporcionada de agua, justo aquí, en un lugar que tanto falta. Ni hablemos del uso de Cianuro y otras sustancias que envenenan las napas.

Consultando el tema aquí nos dicen que "las cosas son como son", pero lo dicen como en el buen sentido. Ellos ven el desarrollo de la mano de las mineras. Los empleos (500 trabajadores sólo este yacimiento minero), los caminos, todo sienten que se lo deben a ellas, aunque el precio se pague con la salud de las generaciones venideras.
Como era un día especial para la familia, algunos de los hombres estaban carneando un cabrito, que acompañado con vino de Damajuana nunca falta en estas zonas. Con mucho gusto les hubiéramos bien comprado un animal para sumarnos al "festejo", pero la realidad era que siendo domingo y estando a mas de 1.400 kilómetros de nuestras casas, ya debíamos emprender la vuelta.
Llegados a la ruta nos despedimos con besos y abrazos felicitándonos por otra exitosa y divertida travesía por la geografía argentina. Desde ahí, y cada uno a su ritmo comenzaríamos nuestro lento regreso hacia nuestros hogares.

Le metí pata en la ruta como un "caballo desbocado". Los kilómetros caían bastante rápidos entre las canciones de José Larralde, Ramones, Dire Straits, Led Zeppelin, Johnny Cash y Bob Marley. Quizás pararía unas horas en algún lugar hotel de la ruta. Así es que van apareciendo cada vez con mas frecuencia las ciudades a la vera del camino, mejoran las rutas y hasta aparece la luz por momentos. Estaba tentado con frenar en Rosario, pero faltaba "tan poco" que seguí. Así fue como cerca de las 4 AM estaba entrando a mi casa en Buenos Aires. 

viernes, 15 de abril de 2016

Una jornada dura en el Paso de Lamar (día 6)

La idea de este sexto día era seguir recorriendo estas porciones tan poco célebres de la provincia de La Rioja, hasta alcanzar el desconocido Paso Lamar, un abra entre los cerros Rajado y el Morado, por donde discurría en antaño parte de la extensa red vial de los Incas conocida como Chapaq Ñam o el Camino del Inca, y por donde re ingresaríamos a la vecina provincia de San Juan.

En lo que creíamos que sería nuestro "último" día de esta travesía, intentaríamos probar lo que nadie había hecho antes en un vehículo de cuatro ruedas, si es que lográbamos sortear con éxito los múltiples escollos que presenta el hostil terreno. Tendríamos un día duro por delante.
Hacia el Paso Lamar
Tras cargar combustible y hacernos de unos pocos víveres dimos inicio a la jornada, saliéndonos hacia esos costados que uno siempre mira desde la Ruta 40.
Ya habíamos tenido suficientes ramas dibujando rayas en nuestras camionetas durante varios días de esta travesía, pero la primer parte de este recorrido nos obligaba nuevamente a circular por sobre la espinosa maleza, aunque (sólo) de momento por un terreno mas gentil pero que atravesó las telas de mas de una goma.
Paisaje Marciano
(Viene de acá)
Comenzar ese día en un hotel de esos con buenas camas, duchas con presión y un calórico desayuno fue un placer necesario. Llevábamos algunas jornadas sin bañarnos y le debíamos a nuestros cuerpos varias horas de sueño.

Bien relajados, llenos de energía y gozando del paisaje Marciano a mas no poder fuimos avanzando a buen ritmo por una traza geodésica (mínima longitud entre dos puntos) intentando acercarnos al cerro Rajado (uno de los mas altos del área) y también al río Bermejo.
Si pensaban que ya habíamos tenido suficiente, se equivocan. Las próximas jornadas iban a presentar obstáculos de los mas variopintos , incluso antes de llegar al río Bermejo, el único escollo que temíamos por lo cenagoso de su piso, con información de primera mano de nuestros amigos, el arqueólogo Aldo Lombardi y el motero Néstor Queralt, quienes tuvieron que luchar "a brazo partido" contra el suelo del río, que nunca tiene un momento "ideal" para cruzarlo.
El día anterior habíamos tenido un "cruce" de final feliz con los guarda parques del vecino Parque Nacional Talampaya, y sabíamos que a falta de algo mejor que hacer iban a estar tras nuestros pasos, comprobando si habíamos seguido sus consejos abandonando la zona. Es mas. Los escuchábamos por la radio y sabíamos perfectamente en donde estaban.

En la serie de consejos del día anterior veían como un acto estúpido e insensato el intentar el cruce del río Bermejo y/o algunos de sus varios brazos, a riesgo de perder nuestros vehículos "chupados" por su cenagosa y traicionera superficie. Sabíamos del riesgo e íbamos preparados para lo peor.
Para no meternos gratuitamente en quilombos fuimos haciendo un esfuerzo considerable para circular siempre por fuera de los dominios que están bajo su protección, alejándonos mas y mas de ellos.
Los primeros vadeos de la mañana sucedieron sin mayores sobresaltos tal como debía ocurrir. Si encontrábamos problemas con estos cruces ya no tendría sentido intentarlo mas adelante cuando el cauce del río es tanto mas ancho, peligroso y profundo.
La verdad es que en ese momento no quería estar en ningún otro lugar. Nuevamente Argentina nos regalaba paisajes como salidos de otro planeta.
Algunas horas mas adelante, y de a poco, empezaría a cambiar de opinión. Si bien el paisaje me seguía gustando, ya no quería estar ahí. Vamos por partes.
En este momento del recorrido íbamos avanzando a buen ritmo por un terreno muy divertido de transitar, lleno de pequeños obstáculos que no revestían de mayor dificultad, mas que las ocasionales subidas con suelo poco firme que debíamos superar para ir uniendo los diferentes bolsones.
Cada tanto no quedaba otra que internárnos nuevamente entre la ya odiada maleza de estos bolsones buscando el modo mas efectivo de salir de tan intrínseca geografía
Cada tanto hacíamos una parada para leer el terreno (nadie quería dar vueltas "al pedo") y de paso robar unas galletitas dulces que nunca faltan en el kit de supervivencia del profe Cinicola.
Con la temperatura en ascenso casi llegando al medio día nos topamos a sabiendas con unas barrancas altas. Desde allí tendríamos que buscar el modo menos arriesgado para intentar un nuevo cruce, esta vez del Río Seco de la Petiza, otro de los ríos de la zona del que no se tiene registro de vida alguna, pues su curso de agua sumamente irregular nunca es permanente.
El terreno se iba abriendo mientras avanzábamos hacia el oeste yendo en paralelo al río. En esta instancia hacen su aparición los primeros escalones difíciles de sortear del día, de esos que irremediablemente harán tope contra nuestros paragolpes traseros o bumpers.
Al cabo de un rato dimos con el único lugar por donde podríamos cruzar este río en particular, nuevamente a sabiendas que mas adelante sólo podía ser peor el panorama.
Río Seco de la Petiza, en La Rioja
¿Podremos cruzar y salir de aquí?

Supongo que era la pregunta generalizada. Ganas de salir no me faltaban. Cada cruce de río era mas exigente e iba acentuando y complicando nuestra situación en caso de no poder superarlos. Cualquier rescate a esta altura iba a demandar de muchas horas, si no días, y como bien nos habían advertido, hasta corríamos el riesgo de perder nuestros vehículos.
Por otro lado, esas ansias de "conquista" y superación nos daban la fuerza y el estímulo necesario para seguir tentando a la suerte.
Buscamos una vez mas la forma mas amena de re ingresar a la provincia de San juan, localizando subidas superables y lugares en donde el lecho del río se presente lo mas firme posible a modo de cruzar con la mayor de las seguridades.

Con suerte y si todo seguía al relativo buen ritmo que llevábamos, podíamos encarar la vuelta hacia Buenos Aires el sábado a la noche llenos de rayas y buenas anécdotas.
Como el nuevo cruce de río fue exitoso, nos tomamos un rato para parar y comer algo bajo los rayos del sol. Necesitábamos un poco de energía para continuar por la parte mas difícil de nuestro periplo.
Tras un almuerzo con pan del día y bebidas casi frías continuamos nuestro camino viendo a nuestro paso paisajes con figuras muy parecidas a las que se pueden encontrar en el vecino y popular Parque Nacional Talampaya, sintiéndonos cada vez mas cerca de cumplir nuestros objetivos del día y del viaje.
Como dije antes, lo mas difícil aún estaba por llegar, pero "a cuenta gotas". En el cuarto o quinto cruce de ríos, el cumpa Panastas pierde tracción y queda encajado en el río. No le queda otra que mojarse las "patitas" para enganchar el malacate de Denis que ya lo está esperando en la otra orilla del río junto al resto del grupo.

Por varios kilómetros un ruido molesto lo acompañaría, hasta que paramos a sacar un buen número de pequeñas piedras atrapadas entre los discos de freno de la Toyota Hilux.
Mas tarde quedamos encajonados entre grandes paredes. El sol a esta hora está pegando muy fuerte.
Estamos buscando la manera de re ingresar a la provincia de San Juan para encarar el bendito y merecido Paso de Lamar.

El grupo se separa en tres buscando alternativas. En un momento parecía que íbamos a tener que volver por sobre nuestras huellas, pero es Panastas el que nos saca de aquí, moviendo unas piedras y creando una huella superable que nos permite avanzar un poco por los filos, desde donde lográbamos una mejor visión del área.
El objetivo ahora es bajar nuevamente al valle para encontrar un lugar óptimo y con el suelo lo mas firme posible, de modo de poder cruzar el gran escollo del día. Un río Bermejo que hacia estos lares es cada vez mas ancho, profundo y traicionero.
Desde esta suerte de valles fuimos dando muchas vueltas buscando las subidas que sean superables, guardando todos los tracks (el recorrido) para todos los que usan Viajeros Mapas.
Tras unas breves idas y vueltas volvemos a penetrar la provincia de San Juan. Vamos trepando las faldas del Cerro Rajado, por momentos dándole la espalda a la Cordillera de los Andes, pero siempre apuntando hacia el oeste.
Ahora íbamos en busca de una antigua Tambería Inca que se encuentra a los pies de la Sierra Morada (límite con La Rioja). Para llegar tuvimos que cruzar el río mas ancho del día. Esta vez fui yo el que quedó encajado en las aguas, pudiendo salir a fuerza de malacate usando la Nissan Patrol como a ancla.

Los restos de esta Tambería hoy son apenas visibles. Para algunos historiadores se trata nada menos que de "La ciudad perdida de Lamar", un lugar del que no se tiene certeza alguna de que alguna vez haya siquiera existido.

Quizas en el futuro sepamos mas, ya que desde 2013 es un sitio arqueológico "protegido" por los entes provinciales de San Juan. Veremos si algo cambia.
Tras cruzar por el Paso de Lamar volvimos a encontrarnos con una vegetación muy tupida que iba cerrando nuestro paso. Estábamos a sólo 3 kilómetros (en línea recta) del famoso y aguardado río Bemejo, el último y gran escollo de esta travesía.

Perdidos entre la espesura del monte nos agarró la noche. Ya no tenía sentido seguir intentando avanzar. Era imposible encontrar por donde salir, o siquiera ganar unos metros. Al menos ese día.
En cuanto encontramos un lugar despejado paramos para hacer una nueva noche de campamento. Había leña seca en los alrededores, y lo mas curioso es que cada tanto aparecía señal de teléfono proveniente de las instalaciones de la cercana Mina Gualcamayo (oro y plata).

Estábamos "a un pelito" de salir pero ya no tenía sentido seguir probando. Con un rico Risotto by Elsa y varios vasos de rico vino Sanjuanino nos fuimos acostumbrando al frío, con una rara sensación de estar acampando tan cerca de la ruta, pero aún nos quedaba hacer el cruce grande de río Bermejo.

Estábamos A un pelo de salir