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jueves, 30 de enero de 2025

Tolar Grande

Siempre es lindo pegarse una vuelta por el escenario marciano de Tolar Grande, tan típico de la Puna de Atacama y a la vez tan singular, tan único y espectacular, especialmente en los alrededores de la localidad homónima, como el Desierto del Diablo.

La localidad de Tolar Grande tiene unos 200 habitantes que han ido conformando una pequeña comunidad andina en el Departamento los Andes, el menos poblado de Salta. Para llegar hay que recorrer en unas 9 horas los 380 kilómetros que lo separan de la capital provincial.
Si bien se han doblado los habitantes en esta última década gracias a acertadas políticas gubernamentales que facilitaron el acceso de turismo a la zona, aún está muy lejos de las 5.000 personas que supieron vivir aquí en el auge de la localidad, cuando funcionaba Mina la Casualidad y Tolar Grande la cabecera del tren proyectado que uniría Salta con la ciudad de Antofagasta en Chile.

El camino consolidado que se conoce como ruta provincial 27 apenas pasa por algún que otro caserío perdido o estación abandonada, pero regala tras cada curva paisajes que quedarán grabados por siempre en nuestras retinas. 
A unos pocos kilómetros del poblado, en el camino que generalmente se utiliza para salir o abandonar la localidad se encuentran tres fantásticos "Ojos de Mar", y allí, dentro de estos ojos de agua viven unos pequeños organismos llamados Estromatolitos. Estos arrecifes microbianos existen en muy pocos lugares del mundo (Laguna de Bacalar en México, el Parque Nacional Yellowstone), pero estos son las únicos que existen viviendo por sobre los 4.000 metros sobre nivel del mar. Revierte curiosidad pues aparentemente así eran las condiciones de vida en el planeta tierra hace unos 3.500 millones de años.
En Tolar Grande las temperaturas suelen tener una gran amplitud térmica. Algunos días pueden ser muy calurosos. Si bien puede resultar tentador meterse en estos ojos de agua, se suplica no hacerlo ya que los estromatolitos son micro organismos son muy sensibles.
En uno de los extremos del pueblo se encuentra la Estación Tolar Grande. Esta estación pertenece al Ramal C 14 del Ferrocarril General Belgrano, un ferrocarril de trocha métrica de 554 kilómetros que une la Estación Cerrillos con el paso fronterizo de Socompa desde dónde se unía con su par chileno para alcanzar la ciudad de Antofagasta. Hoy en día llega de Cerrillos a la Estación San Antonio de los Cobres, desde dónde parte el turístico Tren de las Nubes, circulando a más de 4.200 metros sobre los mares.
Tolar Grande siempre me pareció especial, no sólo por los paisajes y experiencias que regalan sus cerros y lagos, sino por lo variopinto de la gente que se aventura hasta este remoto destino de los Andes.
La localidad de Tolar Grande se encuentra a un extremo del Salar de Arizaro, el tercer salar más grande del mundo y antigua ruta elegida por los arrieros para llevar el ganado desde el Valle de Lerma hacia Chile durante los siglos XVII y XVIII
Dentro del Salar de Arizaro, tras algunas horas circulando por un piso tipo serrucho se llega a una de las postales más conocidas de la provincia de Salta, se trata de el Cono de Arita, que con sus pocos más de 200 metros se eleva hasta los 3689m.s.n.m. conformando para muchos el cono más perfecto del planeta.


sábado, 23 de abril de 2016

Las Termas de Puritama

Las Termas de Puritama, distantes a unos 30 kilómetros del pueblo de San Pedro de Atacama, en el norte de Chile, son de las mas bonitas que haya conocido. Lo que las hace únicas es el entorno de privilegio en donde están emplazados estos pozos naturales de agua termal, usados desde hace miles de años por los nativos.
Las Termas de Puritama se encuentran a 3.475 metros de altura en pleno Desierto de Atacama (el mas árido del mundo). Se trata de ocho piletas por donde pasan las "aguas calientes" que trae el río Puritama. De hecho eso significa "Puritama" en kunza, el idioma Atacameño hoy desaparecido que se hablaba en toda la región del altiplano comprendida entre Argentina, Chile y Bolivia.
Nos pareció una excelente idea terminar la agotadora jornada en las Termas de Puritama luego de recontra madrugar para visitar los Geiseres del Tatio y sus alrededores, ya que el camino de entrada a estos Baños se encuentran sobre esa misma ruta.

Desde lo lejos se ven las poco intrusivas instalaciones que el Hotel Explora mando a construir alrededor de los piletones para la comodidad y uso exclusivo de sus huéspedes durante las mañanas, y de quienes lleguen aquí de manera independiente o en tours durante las tardes.
El predio en donde están las Termas o Baños de Puritama tiene 60.000 hectáreas y pertenece a la firma Explora S.A.
La idea original del proyecto era la de conservar el sitio y fomentar el turismo. Durante la tarde las termas están abiertas al público que mediante un pago equivalente a USD20 accede a este sitio. Puede parecer un tanto caro pero vale hasta el último de los centavos. Como para mantener la armonía con los pueblos originarios todo lo recaudado está destinado al Consejo de los Pueblos Atacameños.
Antes de llegar se advierte el vapor que emana el agua caliente del río Puritama, uno de los pocos ríos de agua dulce que uno puede encontrar en el Desierto de Atacama. De inmediato uno sabe que se encuentra en un sitio singular e irrepetible.
Esta serie de piletas naturales de las Termas de Puritama, ocho en total, varían su temperatura que va descendiendo de los 33 a los 25 grados Celsius a medida que vamos avanzando por el deck de madera 
En la ocasión de nuestra visita parece que tuvimos mucha suerte pues no había nadie mas en todo el lugar, pero parece que el sitio a veces se llena mucho por la tarde y resulta incómodo y menos especial compartir los piletones con decenas de extraños.

Mientras relajábamos nuestros músculos en las calientes aguas, me sentía afortunado de estar en este cañadón de mas de un kilómetro de largo rodeado de flora típica de la zona, que crece a la vera del río como si se tratase de un Oasis y al fondo la Cordillera de los Andes. Una sensación espectacular.
Uno va pasando de pileta a pileta caminando sobre un gran muelle colorado que hace de nexo con las instalaciones. Pensaba que el color era de pura coquetería, pero resulta que es el mas propicio para combatir el daño de los rayos Ultra Violetas del sol, el mayor y "único" enemigo que pueden encontrar las maderas por aquí, ya que a esta altura no existen bichos que se las coman ni hongo alguno.
Dos de las ocho piletas tienen unas pequeñas cascadas por donde el agua baja con la suficiente presión como para darnos la oportunidad de sentarnos en un escalón para recibir un masaje bastante relajante .

Los mas exigentes no conseguirán una cerveza o lata de Coca-Cola pero podrán contratar los servicios de los masajistas profesionales que por USD 25 pondrán sus manos a trabajar buscando una relajación que por la tarifa no incluye un "Final Feliz".
Si uno pudiera tele transportarse, las Termas de Puritama sería uno de esos lugares a los que uno vendría a relajar un rato, para hacer un asado, "echarse un polvo" o meditar un rato entre la angostura del cañadón, pero mientras tanto sólo es posible para quienes visiten San Pedro de Atacama.

martes, 27 de enero de 2015

Huellas, flamencos y una metida de pata (Día 3)

Mientras acomodaba en el techo los 4 bidones de combustible que mi camioneta acababa de deglutir, pasó a mi lado Lars, el alemán del camino. Venía bajando con su recién formada familia desde Ecuador, y su viaje de varios meses estaba llegando a su fin. Convenimos con ellos ir juntos al cercano "Valle de la Luna", distante a muy pocos kilómetros del poblado de Cusi Cusi, en donde nos encontrábamos. Este otro Valle de la Luna bien debiera llamarse "Valle de Marte", pues es el rojo el color que se impone por sobre los pocos blancos del lugar.
Para ese día teníamos planeados un buen número de objetivos cruzando los mas variopintos paisajes en nuestro camino. Minutos mas tarde ya habiéndonos despedido de la pequeña familia viajera estábamos subiendo una cuesta que nos llevaría a Lagunillas del Farallón, un pueblo minero de menos de 200 habitantes que hasta 1940 era parte de Bolivia, y que como su nombre sugiere tiene mas de una lagunilla. Son dos alrededor del ejido urbano y estaban secas al momento de nuestra visita.

Volcán Granada de 5.697
Tras superar el pueblo continuamos aprovechando una tenue huella de piso rocoso que iba ascendiendo  y desapareciendo hacia lo mas alto del abra existente entre los volcanes Granada y Salle.
Siempre en ascenso y por una angosta huella con precipicio hacia la derecha, y sorteando las primeras planchas de hielo, vamos encarando buscando la manera de llegar del otro lado de esas altas montañas.
Eduardo va de copiloto de Elsa, con la Toyota Hilux abriendo el camino. Le toca bajarse cada trescientos metros a mover alguna roca fría y pesada que le obstaculiza el paso a la caravana. Una sola vez recibe ayuda, pero el hombre es fuerte. El aire escasea en la Puna y hay que tener sumo cuidado con los esfuerzos.
Los socavones se llevan parte del camino. La erosión hídrica es evidente a cada paso.
Tras lograr con esfuerzo el primer cometido de llegar hasta lo mas alto, circulamos por un piso de lajas flojas hasta el filo mismo de la montaña que ofrecía un mirador natural desde donde estirar nuestra mirada al mas abajo.
Desde este balcón natural se ven los ciénegos (o vegas) que rodean algunas lagunas y en donde pastan especies como la vicuña y otros camélidos pertenecientes a los rebaños de los campesinos que practican todos la transhumancia (o pastoreo en continuo movimiento con bases fijas, tipo poblados). Con Denis escuchábamos a los perros ladrar y guiar a los animales mientras tratábamos de llenarnos de ese escaso pero puro aire de cordillera.
Desde lo mas alto, ya todos en nuestros vehículos, buscamos a campo traviesa una salida que nos permitiera comenzar a bajar algunos cientos de metros y acercarnos a la poco conocida y remota Reserva Provincial Altoandina de la Chinchilla, un espacio protegido y apenas habitado de 157.000 hectáreas en donde teníamos interés de visitar algunas de sus doce lagunas.
El camino nos enfrenta por primera vez al Cerro Zapaleri, un volcán extinto de 5.619 metros de altura, que sirve como punto tripartito entre las repúblicas de Argentina, Bolivia y Chile.
Buscando siempre una forma de acercarnos a esta serie de lagunas altoandinas hipersalinas que son alimentadas por el agua de deshielo de los cerros circundantes, y que no tienen salida fluvial hacia el océano. Todas estas lagunas se encuentran por encima de los 4.500 m.s.n.m. y desde el año 2.000 fueron designadas como Sitio RAMSAR  por la gran cantidad de Parinas (Flamencos Rojos de Altura) existentes.
La primera que visitamos es la Laguna de Pululos. Mas chica que la de Vilama, pero de agua dulce y cerros circundantes de enorme belleza y gran cantidad de Flamencos.
Aprovechamos la oportunidad para hacer uno de nuestros almuerzos de altura, siempre provistos por el generoso Andy, en el que tras varias horas sentados, todos mis compañeros rechazaron mis fabulosas sillas de camping prefiriendo comer de a parado.
Tras el almuerzo, y aprender las diferencias entre los Flamencos y las Parinas, identificándolos con ayuda de unos prismáticos, proseguimos nuestro camino hacia Laguna Vilama , la segunda de estas escondidas aguas y la mas grande de todo este conjuntos de espejos de agua.
Sólo después de haber visitado estas dos primeras, y tras recorrer algunos pocos kilómetros se presentó ante nosotros la Laguna Colpayoc.
Nos faltaba ver la Laguna Palar, la cual bordeamos .Ahora tomaríamos dirección sur apuntando a una huella que va hacia el Paso de Jama, el único paso que comunica Jujuy con el país andino.
El avance es por caminos que presentan extrañas formas y vistas completamente diferentes a las que veníamos experimentando.

En la soledad de mi camioneta no puedo dejar de sorprenderme por lo duros y negros de mis mocos. Son verdaderas rocas.
La alta radiación solar va dejando sus primeras marcas. Imposible andar en mangas cortas. Mi brazo izquierdo ya presenta dos laceraciones.
Tras prender un cigarrillo y darle una profunda calada, este se me pega a la boca robándome un cacho de labio que no pude despegar con mis dos manos.
Pero todavía había que hacer camino, y el día estaba lejos de terminar. Teníamos que buscar un lugar en donde protegernos de las inclemencias climáticas de un lugar cuya amplitud térmica es brutal.
A veces por difusas huellas, pero la mayor parte por campo traviesa, no dejaba de sorprenderme por la belleza de la Puna y sus extraordinarios y generosos paisajes. Me sentía como manejando por el techo del mundo, y si estiraba la mano, casi de seguro tocaba el cielo.
Una manguera pinchada había dejado sin dirección hidráulica a la enorme Toyota Land Cruiser de Andy, que con mas de tres toneladas de peso bruto se hacía muy difícil de dominar en caminos angostos, y en cuestas que se hacían aún mas peligrosas. Mi pobre amigo, que siempre le pone lo mejor que ofrece el mercado a sus camionetas estaba frustrado por esta pequeña rotura que no nos dejaba avanzar en forma segura y coherente. Había que bajar a la civilización, a algún cercano pueblo en donde estos tres hombres que conocen de mecánica y se dan mucha maña pudieran solucionar el problema del vehículo mas poderoso de la flota.
Tras ver restos de pequeñas instalaciones mineras abandonadas en la inmensa aridez encontramos un camino por el que llegamos al pequeño pueblo de Rosario de Coyaguayma (o Rosario de Susques) un "pueblo de ceremonia" al que llegan algunas veces por año los aborígenes nativos que viven desparramados en sus ranchos de adobe, perdidos en la soledad de la Puna.
La iglesia colonial es de gran belleza, acentuada por lo remota de la ubicación. Tiene un arco de entrada y una torre que hace de campanario. El conjunto esta blanqueado y su techo de paja se encuentra en gran estado. Probablemente se haya construido para los trabajadores de todas las minas que hay en los alrededores. Hoy yace sola y le sigue dando la espalda al Volcán Granada de 4.780 m.s.n.m.
La tormenta acechaba por sobre la cordillera, y aunque nos sentíamos relativamente cerca, era hora de  proseguir camino acercandonos al Paso de Jama , en donde había unas fumarolas que Eduardo quería ver, y a las que no les tenía fe.
Bajamos una veintena de metros desde el camino para ver estas fumarolas sin humo (ya se que no era la hora correcta, si es que largan humo en alguna ocasión).
Metros arriba quedaban las tres fieles camionetas esperándonos con los motores encendidos, y contentas de estar en su salsa.
Buscando esta foto, lo hice.
Metí la pata en uno de esos tres o cuatro ridículos agujeros de agua caliente, casi tapados por la cantidad de hojas de coca, que como ofrenda colocan los pocos que saben de la existencia de estos mini geyseres. El olor a huevo duro podrido me obligo a un cambio de ropas, y a colocar las siniestradas en una bolsa en el techo de la camioneta, en donde muy a mi pesar logró llegar de vuelta a Buenos Aires.
El camino, a veces paralelo al Río Agua Caliente, y otra veces parece ir por el lecho mismo. Avanzaba la caravana en dirección sur, no muy lejos (en línea recta) del Paso de Jama, y con el firme propósito de desembocar en Susques, donde teníamos que lograr el cometido de la manguera.
Entre farallones, cañadones y extraños paisajes, siempre con la Cordillera de los Andes a nuestra izquierda, fuimos acercándonos hasta el poblado de El Toro (200 habitantes), en donde confirmamos que la forma más rápida de llegar a Susques era por la vieja y querida Ruta 40.
 Todo el grupo se sentía fuerte y con ganas de seguir. En tres días no habíamos cruzado un solo vehículo, mas siquiera un solo alma de la Puna.
Pero una sorpresa inesperada nos aguardaba en Susques.

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jueves, 22 de enero de 2015

Comienza el Rocanrol (Día 2)

Por suerte no me duele la cabeza, pero me cagué de frío y no pegué un ojo en toda la noche. Son las siete de la mañana y sigo levemente agitado. Estamos a poco mas de 3.800 metros de altura ya prontos a comenzar un día lleno de adrenalina.

Día 2

El día se presenta espectacular y don Eduardo Cinícola va comentando por radio todo lo que nuestros ojos van viendo. Los nombres de los cerros que nos custodian, todos tienen nombre y le son viejos conocidos.
A los pocos kilómetros de salir de Santa Catalina, y en el camino hacia El Angosto, el pueblo mas septentrional de la República Argentina, se presenta el primer obstáculo en el río homónimo, pero como la Toyota Land Cruiser cruza sobrada, atrás la seguimos con confianza en las otras dos camionetas.
Dejando atrás El Angosto buscamos una salida por otro tramo del lecho casi seco del río que presentaba un suelo pedregoso y de barro colorado en las cuestas. El sonido del gasoil de los varios bidones chocando en sus paredes plásticas nos iba acompañando en nuestro avance. Cada tanto un hombrazo contra la puerta, mientras las suspensiones de las camionetas iban trabajando a full copiando el terreno.
Tras lograr recorrer algunos kilómetros sobre el lecho del río nos topamos con un escenario que nos era desfavorable, en el que el río se achicaba en una suerte de cañadón con grandes e infranqueables piedras. Había que buscar otra manera de llegar al Río Grande de San Juan, nuestro próximo destino.
- "Por acá no podemos seguir. Tenemos que volver sobre el lecho " - nos dice Eduardo, adelantando lo que nos era obvio, pero todos estábamos esperando el As bajo la manga que nos sabe presentar.
Yo daba por seguro que íbamos a retroceder nuevamente hasta El Angosto, y me distraje sacando fotos a diestra y siniestra cometiendo el primero de mis errores, el de perder de vista a la camioneta que me precede cuando se circula por un lugar que no es huella o camino, o sea cuando no es de paso predecible.
Cuestión que estuve mas de 30 minutos perdido, buscando encontrar el lugar por donde habían pasado las otras dos camionetas en nuestro intento de llegar al Río Grande de San Juan. Comunicados por radio y ante las precisas instrucciones de Elsa y su memoria visual pude tener mi pronto reencuentro con el grupo en lo alto de un filo de barro, en donde me estaban esperando.

Cuando llegamos al Río Grande de San Juan (o Río San Juan de Oro) notámos que el cruce era demasiado profundo para dos de las tres camionetas, y aún peligroso para la tercera y mas grande de ellas, por lo que tomamos la sabia decisión de cruzar las camionetas eslingados a la enorme Toyota Land Cruiser manejada por Andy, el héroe de la jornada.
Primeramente atámos la Toyota Hilux que transportaba a Elsa y Eduardo con una soga de plasma de 45 metros que Andy sacó del paquete para ese trajín. El cable preparado para uso en malacate (winche o molinete) no soportó el primer tirón de ajuste y tuvo su primer corte. Hizo falta la primer aparición de mi súper eslinga de camión, indestructible, y que me acompaña en el baúl hace mas de una década para cruzar a la pobre Elsa que le propinaba a Andy un sinfín de insultos  mientras su Toyota Hilux rebotaba contra las piedras y el agua colorada le acariciaba el capot de su nueva camioneta.
Del otro lado esperaba yo con el cable de malacate preparado por si hiciera falta.
Las dos camionetas ya estaban del otro lado. Eduardo tenía unos tracks antiguos de un paso por este mismo río distantes a 700 metros de donde hoy nos encontrábamos. La camioneta blanca de Elsa se adelantó en búsqueda de un lugar que nos permitiera salir de aquel río, difícil de pasar, y que queríamos evitar a toda costa aún a sabiendas de que tarde o temprano íbamos a tener que volver a cruzarlo.

Ahora Andres volvía por mí, desafiando no sin temor las aguas traicioneras de este río que sabe presentar grandes piedras y arenas movedizas formadas por la gran cantidad de sedimentos que arrastra estas aguas que hacen de frontera entre Argentina y Bolivia.
El río venía aumentando su caudal de agua, u un grupo de piedras que tenía marcado como referencia, habían desaparecido bajo el manto rojizo.

Cuando encontrada una huella que nos permitiera salir de los dominios del río hicimos la misma maniobra llena de adrenalina para cruzar mi camioneta. Motor apagado y atado a la TLC, pero con la primera de baja puesta y preparado para ayudar si así hiciera falta ante alguna eventualidad.
Tras cruzar a territorio Boliviano (contábamos con un salvoconducto otorgado por la República Plurinacional de Bolivia) recorrimos el camino de cornisa en el margen opuesto del Río Grande de San Juan pasando por tres pequeños poblados de Bolivia desde donde tendríamos que volver a enfrentar al río para reingresar a la Argentina y dirigirnos al aislado poblado de La Ciénaga (3.570 m.s.n.m), 79 habitantes según el último censo nacional.

Tras volver sobre nuestros pasos hayamos una pendiente por donde era posible bajar al río. Estudiamos el terreno desde arriba, y ayudados por las cajas reductoras depositamos nuestros bólidos en el lecho.
Esta vez había que cruzar el río en tres partes, que aunque presentaban menos volumen de agua, no dejaban de ser peligrosos y obligaban a estar muy atentos a las grandes piedras sueltas en nuestro cruce de vuelta a la República Argentina.
Todavía alucinados por el primer vadeo del San Juan, le tomamos respeto al Grande y nos dejó pasar.
Tras superar el río y recorrer el minúsculo caserío dedicado a la cría ovina, fuimos ascendiendo por un camino de cornisa que nos llevaba a un promedio de 4.300 metros y que disfrutamos horrores, mientras las grandes ruedas de nuestras camionetas rodaban por la cuesta y el paisaje exorbitante se presentaba siempre a uno de nuestros lados dejándonos estirar la vista hasta los volcanes mas cercanos.
Desde ahí continuamos nuestro periplo circulando por viejas huellas de herradura que nos acercarían a las poblaciones de Oratorio (89 habitantes) y mas tarde Misa Rumi (108 habitantes), en donde intercambiamos palabras con algunos de sus habitantes.
Fuimos siguiendo huellas y cortando a campo traviesa cuando era necesario en búsqueda de unas curiosas formaciones que conocía Eduardo y que en seguida me recordaron a Petra, en Jordania.
En ese camino, acariciado por los rayos del sol, cuando salían, me quedé dormido en dos o tres oportunidades. Un peligro. Bajé a estirar las patas y tomarme un "Energy Drink" para llenar mi cuerpo de cafeína.
Elsa iba domando el terreno siempre buscando altura, hasta que el tiempo, siempre apremiante (especialmente en Alta Montaña) nos hizo ser cautos y buscar alguna forma de descender y llegar cómodos y en forma a nuestro próximo destino.
Denis nos va enseñando la flora que se presenta en el lugar, y resulta un complemento perfecto para ir aprendiendo a cada paso, de ese recorrido a campo traviesa que nos llevó hasta el lecho seco mismo del Río Quebrada de Paicone (que es parte de nuestra querida Ruta 40) por donde avanzamos felices por los farallones y tanta belleza que nos circunda.
Tras abandonar el lecho del Río Quebrada de Paicone tomamos un camino que nos acercó un poco a la localidad de Cusi Cusi (359 habitantes) en donde pensábamos pasar la noche.
Antes volvimos a salirnos del camino y ascendimos por un camino de piedras sueltas y filosas plantitas.
Por la radio escucho: - "Johann, tu rueda trasera izquierda tiene unas 14 libras" Era el ojo afilado de Cinicola que volvía a tener razón.
Comenzaban así los problemas de mi rueda izquierda trasera. Al principio solo perdiendo un ápice de aire con el correr de las horas, trámite que resolvía en forma veloz con mi compresor de aire.
Ya en camino a Cusi Cusi, en la recta final de un día que había sido largo, y en el que solo fantaseaba con la idea de recuperar horas de sueño que ya le estaba debiendo a mi cuerpo vuelvo a pinchar, como era de esperar la goma trasera izquierda, gran protagonista de esta travesía.

Como la tormenta avecinaba desde el oeste y era menester que repare mi neumático pinchado, retrocedí hasta el pequeño pueblo de Paicone (120 habitantes) mientras el resto del grupo proseguía camino a Cusi Cusi, en donde planeábamos pasar la noche.

Volví a vadear el Río de Orosmayo que ya estaba arrastrando mas caudal de agua, y me acerqué hasta una gomería cuyo cartel había visto una hora antes.

- "De los verdaderos no tengo niuno"- me dice la dueña de la única despensa mientras le pedía cigarrillos, y como cualquiera me venía bien me llevé cuatro paquetes de CJ.
Con la goma ya reparada me vi sin reparo arrastrando los 40 kilos de la misma hasta mi camioneta, y tirándola sobre el equipaje en el baúl. Iba empapadome por las gotas gordas y mojadas de la lluvia cordillerana. Objetivo cumplido.

- "Vamos, vamos que nos vamos" Gritaban de pronto. Mucha gente para un pueblo tan chico. Mucha gente subida en la caja de tres pick-ups y un utilitario 4x4 de una pareja argentino-alemana empezaban su camino a Cusi Cusi.

No llegué a tiempo pero pude adivinar entre la torrencial lluvia sus tenues luces traseras. Las escobas del limpia parabrisas no podían con tanta agua. Mi pantalón de jean iba pegado a mis piernas y mis zapatillas escupían agua. Por mi cuello se había colado tanto líquido que cuando hacía los cambios el agua me apagaba el cigarrillo. Con unas aceleradas pude alcanzarlos para formar parte del convoy.

Mi GPS se volvía loco. Por momentos se apagaba, y cuando prendido variaba la distancia a Cusi Cusi entre 31 y 104 kilómetros. Siguiendo las luces fuimos cruzando los ríos y acercándonos a la población de Cusi Cusi, lindera a Bolivia.

Por la radio no me oían pero cada tanto escuchaba cuan difícil se les hacia a mis compañeros conseguir algún lugar en la casa de un poblador en donde poder pasar la noche.

Cuando el torrente se detuvo, paré por 5 minutos para sacarme mis ropas mojadas y disfrutar del silencio de la Cordillera. Tras algunas curvas y contra curvas noté que la camioneta del alemán me había estado esperando. Juntos cruzamos dos o tres ríos mas y al llegar a Cusi Cusi (3.800 m.s.n.m) nos separamos con dos cortos bocinazos.
Eran casi las 10 de la noche y mis compañeros recién conseguían donde tirar un par de horas nuestros esqueletos sucios y cansados.

(Viene de acá)