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lunes, 15 de febrero de 2021

La Ruta del Adobe

La Ruta del Adobe es un bello recorrido de 57 kilómetros que transcurre entre las ciudades de Tinogasta y de Fiambalá, en la provincia de Catamarca. Un puñado de construcciones que han sobrevivido muy bien el paso del tiempo, por ser el Valle de Abaucán un lugar seco en extremo.

A veces se pasa a ritmo veloz por la Ruta Provincial 60, pero vale la pena recorrer esta ruta de ida y de vuelta, ya sea en camino a la "Ruta de los Seismiles", o a las Termas de Fiambalá, otros de los muchos atractivos que tiene para ofrecer la provincia.

En la localidad de El Puesto, y a 500 metros de la ruta se encuentra una de las joyitas de este recorrido. Se trata de el Oratorio de los Orquera, una construcción única en la zona.
Esta capilla familiar fue edificada en 1747 por las hermanas Asiares quienes por décadas soñaron con un lugar semejante. Una vez que tuvieron los medios tomaron la decisión de hacer este oratorio, destino final de unas imágenes que habían traído en 1715 de un viaje a Chuquisaca, Bolivia.
La bisnieta de una de las hermanas contrae matrimonio con Santiago Orquera, y como en este oratorio siempre se impartían misas, con el paso del tiempo comenzó a ser conocido como "Oratorio de los Orquera".

A diferencia de la enorme mayoría de construcciones de adobe de la zona y el NOA en general, en el Oratorio de los Orquera se utilizaron moldes para hacer toda la capilla a partir de uno sólo, método practicado por los Kakanes, una parcialidad de los Diaguitas
La Capilla Virgen del Rosario de Andacollo se encuentra a 19 kilómetros de Tinogasta, en el paraje La Falda, dónde alguna vez existió un pueblo del mismo nombre.
Dos torres encierran el atrio de esta capilla de estilo Neoclásico construida en la primera mitad del siglo XIX. Cuatro columnas custodian un arco de medio punto. La nave tiene techo a dos aguas.
La capilla fue remodelada entre 2001 y 2004 luego de sufrir derrumbes parciales tras un temblor.

El interior es rústico y simple con paredes también de adobe y bancos de madera. El techo tiene vigas de algarrobo que se curvaban en el arroyo cercano a la capilla.
El retablo también es de adobe aunque partes también son de cemento. Allí se encuentra la pequeña imagen de la Patrona de la capilla, venerada durante siglos por los locales, mucho antes de la construcción del templo. En las hornacinas a su lado una figura de Santa Rosa de Lima a la izquierda y de San Martín de Porres a la derecha.
El Mayorazgo de Anillaco, de 1712, se encuentra en las adyacencias de la capilla Virgen del Rosario de Andacollo. Destacan sus muros de 1 metro de espesor, y su oratorio. En parte de su estructura funciona un museo que quizás tenga sus puertas abiertas. Depende el día y la suerte
El oratorio del Mayorazgo de Anillaco es otra pequeña maravilla de la zona. Al genérico adobe se le añadieron piedras para darle más dramatismo a la entrada. Es pequeño y deslumbrante.
El altar también es de adobe pero este ha recibido un tratamiento que le otorga cierto brillo para destacar sus curvas y otorgarle profundidad al conjunto. Singular y muy bonito.
Las paredes tienen un revoque más rústico que el del resto de las construcciones presentes en la "Ruta del Adobe". La nave es angosta y los techos de paja están sostenidos por vigas de algarrobo curvadas a la vera de un río, que le otorgan carácter al conjunto.
Al final del recorrido se aprecia la Iglesia de San Pedro en Fiambalá. Como el resto de las construcciones del camino, ésta también es de adobe, pero es la única que blanqueada a la cal logra sobresalir por sobre las demás.
La Iglesia de San Pedro fue mandada a edificar por el Capitán realista Domingo Carrizo en 1770 en el clásico estilo colonial de la época. Sus muros de un metro de ancho protegen una de las construcciones más significativas del departamento y la provincia toda.
En las localidades que va atravesando la Ruta del Adobe se presentan numerosas opciones para enriquecer el recorrido. No todo se trata de capillas y oratorios en este sector de la provincia. La oferta es variopinta e incluye visitas a bodegas, que aunque más pobretonas que sus pares en Salta, Mendoza, San Juan o la Patagonia, hacen unos vinos de promisorio futuro. 








lunes, 9 de noviembre de 2015

Campo de Piedra Pómez, Aguada del Médano y el Camino a Las Papas

En nuestro ante último día de esta nueva travesía por la provincia de Catamarca volveríamos a pasar por otros sectores del gigante Campo de Piedra Pómez. Desde allí buscaríamos, no sin dificultades, la "Aguada" del Médano y la huella abandonada que alguna vez llegó hasta Mesada de los Zárate. Sólo entonces saldríamos de la Puna cruzando la Cordillera de SanBuenaventura, su límite austral tomando el bellísimo Camino a Las Papas durante la hora de luz perfecta.

Día 7:

La jornada había comenzado a primera hora de la mañana en la pequeña localidad de El Peñón. Tras poco mas que una infusión caliente dimos arranque a los motores y partimos, ya confirmando que el temblor que habíamos experimentado 2 noches antes mientras cocinábamos en Mina El Quirquincho habían sido producto de un terremoto de 8.3 cerca de Valparaíso, en Chile.
Si bien tenía todavía algunos bidones con Gasoil, aproveché para llenar de todos modos mi depósito de combustible mientras revisábamos el circuito eléctrico del malacate que había dejado de funcionar, como así también el radiador y las mangueras tras las recalentadas de motor del día anterior.
A lo poco de salir, y siempre circulando por arriba de los 3200 metros sobre el nivel del mar, dimos con la figura de un viejo conocido. Se trata del volcán Carachi Pampa con su característico color que contrasta con los cerros y todo el campo de basalto negro que lo rodea dominando el salar homónimo.
Ya estábamos emprendiendo nuestro lento camino de regreso a nuestros respectivos hogares, en Buenos Aires y en Santa Fé. Volveríamos a pasar por paisajes de asombro de esos que uno gusta de volver a hacer, como es el caso del Campo de Piedra Pómez, aunque esta vez, para llegar a él utilizamos una variante diferente.
Allí hicimos una parada bajo el cálido sol y volvimos a maravillarnos con esas formaciones que parecen brotar del suelo como merengues, pero que dan muestra de la intensa actividad volcánica de la zona.
Son miles y miles las piedras que fueron arrojadas tras la explosión del volcán. Los bloques tenían una temperatura de unos 600º y su rápido enfriamiento, producto del choque térmico es la razón por la cual poseen esa porosidad tan particular de la Piedra Pómez.
 El viento aquí casi siempre sopla del oeste a partir del mediodía y nunca termina de darle forma a estas piedras blancas, ocres y rosadas, algunas de las cuales alcanzan los 50 metros de altura.
Desde ahí nos subimos a una huella marcada por la cual pudimos avanzar a buena velocidad. A nuestra izquierda todavía se aprecia el mar de figuras blancas del extenso Campo de Piedra Pómez.
Luego seguiría una porción de esos kilométricos arenales, aunque por un sector mas amable del que cruzamos aquella vez por la caldera del Cerro Blanco.
Pero no por mucho tiempo. Era hora de volver a circular campo traviesa. Había que torcer el rumbo buscando el primero de los cruces que haríamos de la Cordillera de SanBuenaventura, aquel conjunto montañoso que cruza en caprichosa forma transversal la Cordillera de los Andes. Esta primer variable la hicimos por el Portezuelo de Robledo, uno de los pocos puntos o abras desde donde es técnicamente posible cruzar al otro lado de la mencionada cadena montañosa.
Estábamos intentando llegar a una área que lleva el nombre de la Aguada del Médano, poco mas que un punto en la Cordillera de Sanbuenaventura, y que en nada se parece a los paisajes del Altiplano. El lugar es de gran belleza y de vital importancia para la fauna, pues cuenta con una cuenca de agua o manantial cercano. Un sitio ideal para acampar si acaso fuera necesario.
Habían pasado ya muchas horas desde que nos levantamos, y el bagre (la panza) picaba y ya veníamos mal acostumbrados, así que hicimos uso de unos antiguos corrales existentes bajo unas formaciones rocosas que podían protegernos un poco de los fuertes vientos que venían soplando ya hace varios días.
Aldo había estado de campamento años antes en este mismo lugar de la Aguada del Médano mientras exploraba la zona en busca de manifiestos arqueológicos.
Sombra apenas había, pero desde ahí, además de protegernos del viento podíamos ver al fondo los cerros hacia donde apuntaríamos después del almuerzo, y la aparición de la primera vegetación cubriendo el suelo.
Andy tenía todo bajo control y casi listo
Un maple de huevos había sobrevivido durante mas de 2.000 kilómetros por los terrenos mas irregulares por los que uno puede circular. Finalmente había llegado el día de cocinarlos, y así lo hicimos sobre un colchón de crujiente tocino que parecía gritar sobre la cocina Coleman de Andy.
pero vino Gabriel y se terminó llevando el crédito
Esos huevos con panceta sobre pan tostado de salvado que cada tres minutos sacaba Gabriel, nuestro cocinero oficial de esta tarvesía sabían a gloria. Siguiendo las reglas de "comportamiento en altura" seguíamos comiendo liviano, además de estar cuidando nuestro colesterol.

Denis se aparece con dos latas heladas de cerveza que tenía almacenada en esa fantástica heladera o "cooler" con las que vienen equipadas las Toyota Land Cruiser. Si no aparece con el consejo justo o el chiste perfecto para la ocasión, lo hace con dos gélidas latas de birra.
Después del almuerzo "volvimos a las pistas". A lo poco de andar llegamos a las primeras laderas de esos cerros circundantes que eran de pura arena suelta. Tuvimos que probar distintas variantes (lo cual nos demando cierto tiempo), solo para encontrar que por allí no era posible seguir avanzando. No quedaba otra alternativa que desandar nuestras propias huellas que ya se empezaban a borrar por la acción del incesante paso de Eolo. Claro que Eduardo de Viajeros4x4 tenía una vez mas la manera de sortear estos inconvenientes.

A campo traviesa encontramos la huella que iba de Mesada de los Zárate hacia la localidad de Chuquisaca (camino que desde hace años permanece cerrado por varios derrumbes) y la circulamos por un tiempo intentado unir con éxito dos puntos que no habíamos logrado el día anterior.

Los habitantes de la Puna Austral conocen esta zona como La Herradura, en donde hay una serie de caseríos que sus pobladores olvidados por los gobiernos fueron abandonando con el correr de los años.
Rodeamos entonces el Cerro La Hoyada y sus vecinos, explorados en 1913 a petición del gobierno argentino por el alemán Walter Penck,  para mas tarde volver a enfilar hacia el sudoeste buscando las aguas de nuestro próximo objetivo, la Laguna Aguada Alumbrera que nos sorprendería a quienes no habíamos tenido la oportunidad de conocerla antes.
Gran lugar resultó la Laguna Aguada Alumbrera con sus patos flotando y unos alrededores que por su belleza vuelven a quitarnos el aliento. Prometimos volver alguna vez, armar campamento aquí mismo, y  recorrer en mayor profundidad la zona.
El paisaje de la Laguna Aguada de la Alumbrera es diferente. Resulta que estas formaciones que rodean el ojo de agua son particulares de la Puna Austral, y de la Cordillera de SanBuenaventura, en Catamarca. Se aprecian en los amarronados cerros circundantes de esta laguna rocas de Ignimbrita (mescla de piedra Toba + desechos volcánicos) que, a mi parecer, asemejan esta vista a las de otras provincias mas serranas, como San Luis.
Para que mencionar que antes de estacionar la camioneta no podía entender por que habían detenido la marcha las dos Toyota Land Cruiser, obstaculizando de cierta manera mi camino. Tomé envión y antes de escuchar por la radio que el terreno presentaba un corte abrupto pude ver los brazos de Andy flameando en clara señal que advertía parar si no quería terminar hundido en la laguna.
Al día le quedaba poca luz. Era mejor continuar la marcha por si nos encontrábamos con algún derrumbe sorpresa en el camino de cornisa, o cualquier otro imprevisto. Desandar nuestros pasos nos llevaría al menos dos días, y teníamos algunos asuntos para resolver en Fiambalá.
Con la "luz dorada" del atardecer tuvimos entonces la oportunidad de tomar mejores fotografías de las que sacamos aquella vez en el mes de enero cuando también hicimos un recorrido similar que pasaba por El Campo de Piedra Pómez y el Camino a Las Papas
La luz perfecta para un camino de singular belleza ya circulando por fuera de los límites de la Puna.
En donde a cada paso se aprecia por el "balcón" generoso a la derecha de la huella, la aparición de una vegetación que es cada vez mas verde, alta y abundante.
Quedaban por recorrer unos cuantos kilómetros para hacer noche en Fiambalá, la ciudad mas cercana. Tras cruzar los incontables vados por los ríos, repusimos aire a los neumáticos y continuamos camino ya de noche. Estábamos "fuera de peligro" cada vez mas cerca de un bife de chorizo, unas papas fritas y una cerveza bien fría.
Al día siguiente fuimos con Aldo y Gabriel de Fiambalá hasta Tinogasta intentando conseguir un retén de la TLC verdolaga que Denis prefería cambiar antes de encarar tantos kilómetros de ruta. Cuando aprendimos que ese retén es el mismo que usan las Toyota Hilux, Aldo dio la buena noticia de tener uno en su camioneta, que estaba estacionada en Belén. Hacia allá fuimos.

En el Hotel de Turismo insistió en invitarme un almuerzo, y tras otra amena charla nos despedimos. Le metí pata los 200 kilómetros que me separaban de Fiambalá, en donde estaba esperando el resto del grupo y la TLC desarmada, esperando su retén. Aldo y su hermano Gabriel nos esperaron a un costado de la ruta hasta que Denis reparase su camioneta, lo cual hizo el mismo en sólo un rato.

Salimos en caravana hasta Alpasinche (LR). Allí se separaría el grupo. Aldo y Gabriel en la Hilux con la caja averiada custodiados por Denis y Andy partirían hacia sus respectivas casas. Diego, Eduardo y yo dormiríamos en la ciudad de Belén desde donde nos separaríamos al día siguiente.

Quien hubiera dicho que esa noche a la vera del camino en Alpasinche, iba a darle mi último abrazo a Aldo Lombardi, quien sólo algunos días mas tarde nos abandonó para emprender la travesía mas importante de su vida.

¡Hasta la vista!


lunes, 12 de octubre de 2015

Mina El Quirquincho y una serie de lagunas en Tinogasta

Habíamos llegado golpeados a Belén luego de nuestra visita de varios días al Bolsón del Pipanaco. Repuestos y bien dormidos repartimos los bártulos a las camionetas que seguíamos firmes y dimos inicio a una serie de cosas a resolver cada uno por su lado. Nos esperaban otras jornadas a pura aventura, en donde intentaríamos dar con antiguos restos arqueológicos, lagunas desconocidas y toda la incertidumbre que regala cada viaje a la Puna.

Día 5:

Desde la ciudad de Belén tomamos la legendaria Ruta 40 hasta El Eje y después la RP 43. El clásico camino que lleva hacia Antofagasta de la Sierra. Nuestro plan era seguir con esta expedición arqueológica que habíamos iniciado 4 días antes en Aimogasta, provincia de La Rioja y relevar algunos tracks para Viajeros4x4.com
En el camino nos detuvimos en el Museo Rural Comunitario de Barranca Larga, una nueva iniciativa de los pobladores de Barranca Larga (340 habitantes).
Allí básicamente explican todas las actividades que realizan los habitantes de esta región para su subsistencia y el modo de construcción para sus viviendas y corrales. Está muy bien mantenido y se aprecia el esfuerzo de su atento guía que hace de esta una valiosa visita.
Unos kilómetros mas adelante paramos a por un rápido almuerzo en el Almacén de Doña Pirucha, donde nuestro querido Aldo Lombardi nos contaba la historia de valientes arrieros y antiguos nativos de la zona que estábamos por recorrer. Para mi era una verdadera incógnita. No había podido encontrar información alguna sobre los sitios que estábamos por recorrer.

Proseguimos nuestro camino. Era pasado el mediodía y todavía no habíamos salido fuera del camino, cosa que hicimos a la altura de Pasto Ventura saliendo a una gran pampa apuntando hacia el lado de la Cordillera de los Andes para dar inicio a una nueva jornada cargada de aventura
A la hora de andar acampo traviesa nos topamos con un tractor. Era casi una imagen surrealista en el "medio" de la Puna. No se que planes tenía para hacer aquí, pero quien lo manejaba tuvo que caminar un buen trecho después de romperle el tren delantero.
Pampas de Pasto Ventura
Por gigantes pampas de altura (las Pampas de Pasto Ventura), de esas que nos recuerdan por que nos gusta tanto andar por aquí, fuimos siempre circulando por alturas cercanas a los 4.000 m.s.n.m. acercándonos a nuestros objetivos del día.
Aldo se protege del fuerte viento
El viento soplaba tan fuerte allí arriba que si dejaba mi camioneta en punto muerto esta comenzaba a rodar hacia atrás. Una locura.
Como en otra media decena de oportunidades, aproveché el paráte para orinar. Me puse de espaldas al viento e intenté hacer que mi chorro llegáse lo mas lejos posible, cuando un repentino cambio de aire dirigió una ráfaga de meo hacia mi cara. Menos mal que era el mío.
Por suelos rocosos de lava volcánica filosa, y por cuestas de 30º de inclinación, que a 4.000 metros de altura resultan mas difíciles, fuimos trepando algún que otro volcán sin otro fin que conquistar su cima y gozar de las buenas vistas intentando no salir volando. Si pretendíamos bajar, a las puertas había que abrirlas de a una y en forma sincronizada para evitar que salgan volando. En todos los días siguientes el viento fuerte y ruidoso sería un compañero inseparable y a la postre insoportable.
La temperatura había bajado varios grados. Por laderas de ceniza volcánica y arena floja íbamos circulando por la ladera de una montaña tapizada de coirones y con cierta inclinación lateral.

- "Guarda con la piedra", me dice mi buen copiloto Gabriel.
- "Si, si. La veo".

Claro que no pude ascender unos metros pues la arena me empujaba hacia abajo. Hacia la piedra.
- " ¡La puta madre!"

Intento sin éxito y con lógico cuidado pasar por sobre la piedra pero quedo trabada en ella.

El viento áspero estrellaba arena gruesa contra nuestros rostros. En menos de 5 minutos comprendimos que íbamos a necesitar ayuda de alguno de nuestros amigos si pretendíamos mover esa piedra. Las otras dos camionetas se encontraban algunos centenares de metros mas arriba. Tras el aviso por radio, Denis y Andy bajaron con músculos y alguna pala mientras Diego, Aldo y Eduardo seguían buscando la recta final que nos llevase hacia nuestra morada.
Mina El Quirquincho
Con la última luz del día llegamos al refugio de lo que era la Mina El Quirquincho (a 3.800 msnm), en donde pasaríamos la noche resguardados.

Las instalaciones de esta cercana mina abandonada desde los años 80 fueron parte de un plan llevado a cabo por la Compañía Minera Gavenda en una época en la que el ónix de Catamarca gozaba de cierto renombre, y tenía sentido explorar por mas vetas.
Desde 1930, la empresa de Salta se había dedicado a explotar vetas de ónix, que aunque se considera un tipo de mármol, este en realidad no es un mineral. Lo hizo durante 50 años antes de que cayeran los precios y el interés. Habíamos pasado varios de nosotros en el mes de enero de 2015 por la mina "Casa de Zorro", la mas grande de esas explotaciones (ver De campos minados, estaciones y cornisas ) de ónix en la Puna.
Andy, Aldo, Eduardo y Diego. Gente de primera. Nótese la bolsa de pan en la pared
Sentado en un rincón del refugio de la mina experimento un "mareo de tierra". No me sorprendía tras pasar varias horas en el auto circulando por terrenos accidentados y de planos inclinados. Aldo venía sufriendo del "Soroche" o mal de altura desde hacia varias horas pero suelta el comentario del mareo de tierra. Andy menciona estar padeciendo el mismo sentimiento. No tardé en darme cuenta que era la misma sensación previa a un terremoto que había vivido por última vez en marzo de este mismo año en la ciudad de Cartagena de Indias, en Colombia.

Cuando miro la bolsa de pan que habíamos colgado de un clavo esta se tambaleaba de lado a lado. Lo supe. Estábamos viviendo un sismo. Lo que no me quedaba claro era si debíamos abandonar el refugio ante peligro de derrumbe, o no salir al exterior hasta que pase el temblor. Tampoco me quedaba claro en que nos cambiaba estar a 3.800 m.s.n.m. y a muchas horas de la huella mas cercana.

Marcamos la hora (minutos después de las 20 hs), y tras salir a la civilización algunos días mas tarde pudimos comprobar que se trataba del terremoto de 8.3 grados de magnitud en la Escala Richter que tuvo lugar unos 180 kilómetros al norte de Valparaíso, en Chile.

Un calórico Puchero se estaba gestando arriba de la Coleman a nafta de Andy, la envidia de todas las demás cocinas de camping. Lo repartimos en dos o tres boles y comimos hasta casi vaciar la Marmicoc, la fantástica olla a presión que nos permitió comer alimentos cocidos que si no tardarían una eternidad en cocinarse a 3.800 metros de altura o mas, como comprobaríamos días mas tarde.
Decidí pasar la noche sentado en la camioneta y para protegerme del frío la puse contra uno de los muros del refugio. Otra noche larga e incómoda en la montaña esperando que se haga de día. Si podía dormir alguna hora, tanto mejor.
El mecanismo de cierre del portón trasero de la camioneta se había trabado, de modo que la puerta quedaba solamente apoyada. Un continuo "taka-taka-taka"me acompañó durante toda la noche. El golpeteo metálico y el frío que por debajo se colaba.

Mas de uno escuchó algo parecido al ronroneo de un motor diesel, lo que sabíamos era imposible en ese lugar, y cuatro horas mas tarde, pasada la media noche veo que mi linterna de minero colgada del espejo retrovisor de la camioneta comienza a oscilar con cierta violencia de lado a lado. Estaba ocurriendo una nueva réplica del terremoto en el cercano país vecino.
Día 6:

Al día siguiente del sismo todo parecía estar en su lugar. En cuanto el sol asomó por tras las montañas, todos gozamos un rato de su necesario calor divino antes de emprender una nueva jornada. Levantar campamento y entrar en calor nos llevó casi tres horas.
Al rato de salir fuimos avanzando por inmensas pampas de altura de esas que están solo tapizadas por algún ocasional coirón. Mas tarde por arenales. Íbamos en busca de mas restos arqueológicos de los antiguos nativos y de algunas lagunas fuera del radar.
Rodeamos entonces el "joven"  Volcan Rojo. Ahora el suelo cambia. Circulamos por sobre la lava expulsada alguna vez por los cercanos volcanes. Estamos en los Andes Centrales en una zona que se conoce como la Zona Volcánica Central.
Grupo de vicuñas - Foto de Andrés Pino
A nuestro lado pudimos ver numerosos grupos de vicuñas camufladas entre los pastos duros, y notamos una vez mas cuan bien adaptadas están a las mil dificultades de los territorios de la Puna.
Proseguimos hasta dar con Laguna sin nombre, la primera de una serie de lagunas altiplánicas prácticamente desconocidas que visitaríamos a lo largo del día. El lujo de ver lo desconocido.
En este tipo de lagunas, la mayoría de las veces uno encuentra grupos de parinas o flamencos en sus aguas salobres o alcalinas. Es su hábitat natural.
Tras las fotos de rigor continuamos nuestro camino hasta una laguna que figura sin nombre en algunos mapas, pero que figura como "Aguada de las Barrancas" en los del Instituto Geográfico Militar (IGM).
Tormenta de arena
El viento no paraba de soplar. La arena golpeaba con fuerza contra nuestras camionetas acumulándose en los burletes de las ventanas y dificultando nuestra visión.
Hasta que vimos en las pantalla de nuestros GPS que tras una gentil loma se encontraba la próxima laguna que buscábamos.
Al observar desde la cima a la Aguada de las Barrancas,  comprendimos el por qué de su nombre.
Tirarse dentro para cruzar por su superficie seca nos podría haber dejado ahí abajo por mucho tiempo. Esta vez no tenía sentido acortar camino por lo que la bordeamos durante algunos kilómetros.
En el intento de ir buscando algunos antiguos restos arqueológicos que el ojo afilado de Aldo ya percibía a la distancia. No tardamos en encontrar nuevas trampas de arena u otras dificultades que retrasaban nuestro paso. Veníamos comiendo tan bien que no queríamos perder la oportunidad de detenernos para un rico almuerzo.
Lo creímos posible cuando llegamos a un lugar que (creo) se conoce como "Puesto de los Sosa", una serie de corrales que se mantienen en buen estado de conservación.
El viento era demasiado, incluso dentro de las paredes del puesto, por lo que ese día desistimos de almorzar. Nadie quería comer arena.
Seguimos hasta la Laguna Pairique y volvimos a disfrutar de los flamencos. Mas tarde cuando llegamos a el Salar de Pairique, Aldo nos cuenta que por aquí pasaba la antigua huella que utilizaban en caravana los antiguos nativos para llegar a las poblaciones "cercanas" de Fiambalá o Saujil llevando burros cargados de sal que volvían por ejemplo con frutos secos.

A un costado una solitaria tumba de alguien que perdió la vida en un ojo de agua del salar.
foto Andrés Pino
Ya veía en el GPS cargado con los indispensables mapas de Viajeros4x4 que había una huella cercana, pero no apuntaríamos hacia ahí, si no todo lo contrario. Dimos una enorme vuelta intentando llegar a lo que en antaño fuera un puesto de observación nativo del cual tenía conocimiento Aldo.

- "Muchachos. Miren que el puesto no es la gran cosa. Me van a querer matar después. Mejor volvamos" dice Aldo Lombardi por la radio.

No le hicimos caso y nos metimos por supuesto en quilombo. Aldo nos estaba haciendo disfrutar a lo grande mientras compartía con nosotros sus conocimientos.

Desde ahí habría que buscar algún abra en la montaña que nos permitiese pasar al próximo valle, para desde ahí comenzar a emprender nuestro regreso. Con tanto viento no queríamos pasar la noche en el lugar inadecuado.
Cuando el sol acariciaba los filos mas altos de las montañas nos encontrábamos en una olla.  Las dos Toyota Land Cruiser habían podido subir una pendiente de arena muy suelta no sin gran esfuerzo, pero mi Toyota no tenía la fuerza necesaria. Mas no quería soltar el preciado aire de mis neumáticos ya que después me esperaban suelos de filosas piedras.

Tuve que realizar siete intentos, cada vez tomando mayor carrera para encarar la pendiente a la mayor velocidad posible. No había caso.
Para peor la camioneta volvía a calentar su motor por la cantidad de pasto acumulado en mi radiador. Aprovechamos una de esas paradas para desinflar los neumáticos y jugarnos así nuestra última carta.

El viento soplaba fuerte, ya lo dije. Golpeaba con fuerza las partes desprotegidas de nuestros cuerpos. Con la arena entrando a raudales en las orejas no lográbamos escucharnos con Gabriel.

Una vez dentro lo volvimos a intentar. Fue un  milagro haber sorteado esa subida. Lo logramos a puro acelerador, saltando por la arena y con la camioneta calentando nuevamente.

- "Muchachos. Ya estamos arriba".

En esos momentos uno se pregunta ¿Que nos trae voluntariamente a desafiar (con respeto) a la naturaleza? ¿Cual es la fuerza que nos arrastra hasta estas latitudes en donde uno toma conciencia de lo pequeño que somos, o de la vida misma?
La capacidad física ya es un límite. Un error o la mala fortuna nos puede costar la vida o dañar seriamente nuestros vehículos. Es duro e incómodo. Se requiere de buen temple y paciencia. De coraje y de autosuficiencia.

Sabemos como hacerlo, donde y cuando. ¿El porqué? Eso es un misterio, pero volveremos una y otra vez hasta descubrirlo.

Nota de autor:
Pocos días mas tarde de concluir esta expedición por algunas de las zonas mas remotas de las provincias de La Rioja y de Catamarca, sus lugares preferidos, la noticia mas triste. Nuestro querido amigo Aldo Lombardi falleció de manera inesperada dejando un enorme vacío entre todos los que tuvimos el enorme placer de conocerlo. Q.E.P.D.
Buen viaje, Aldo. Se te va a extrañar.