Simoca es una localidad de la llanura deprimida de Tucumán. Tiene menos de 10.000 habitantes y su nombre deriva del Quechua "Shim Mu kay", que significa algo así como lugar de paz, o tranquilo. Puede que esto sea cierto siempre y cuando no se pase por aquí un día sábado, y es que desde hace mas de 300 años funciona la tradicional Feria de Simoca, el mercado mas grande y famoso de la provincia. Tan famosa es su feria que es sede cada mes de julio de la "Fiesta Nacional de la Feria".
Tres o cuatro veces había pasado por la ciudad de Simoca, en el sudeste de la provincia, y a sólo 50 kilómetros de San Miguel de Tucumán, la capital provincial. Esta vez era sábado, y aunque volvía viajando a contrarreloj de una travesía de varios días por las montañas, no quise perder la oportunidad de echarle un vistazo a la que llaman la "cuna de la tradición y del folclore".
Simoca es conocida, además de por su feria, por ser la "Capital Nacional del Sulky", y eso tiene una razón de ser. En Simoca es completamente usual ver sulkys por sus calles cumpliendo tareas de transporte o de carga, pero no como sucede en ciudades sub desarrolladas, si no como símbolo de un pueblo que mantiene las centenarias tradiciones rurales. Los sulkys están adaptados a la geografía local, pues son livianos y pueden superar con sus grandes ruedas los humedales comunes de la zona.
Se fabrican en Simoca en al menos tres talleres. Están generalmente construidos de lapacho u otra madera dura. Se pueden desarmar para la exportación y llevan la marca "Sulkys de Simoca".
A finales de cada noviembre y desde 1980 se realiza la Fiesta Nacional del Sulky, otra fiesta tradicionalista de la ciudad, esta vez con desfile de carros, carrozas, carruajes y sulkys, en un marco multitudinario en donde pasarla bien parece ser la premisa.
En la Feria de Simoca hay decenas de parrillas o comederos en donde degustar la gastronomía local, que en Tucumán existe, y no sólo por sus empanadas. A este tipo de lugares aquí le dicen "Ranchos", y al menos durante las fiestas nacionales tienen precios idénticos para los platos típicos.
Desde tempranas horas de la mañana, el humo de las parrillas llama y abre el apetito de los visitantes y locales, mientras se cuecen a las brazas diferentes tipos de animales ¿Quien no se comería una porción de cabrito, aunque fuesen las 9 de la mañana?
En puestos muy bien organizados, y como sucede en este tipo de mercados utilizados por los locales, es posible acceder a una oferta muy completa de frutas (algunas pocas raras) y vegetales, aunque lo que mas abunda, como siempre en el NOA son las hortalizas.
No todo huele a humo en Simoca. El olor a carne asada se confunde en algunos pasillos con el de alguna garrapiñada de maní, o el aroma de las especias, que me recordaba a los mercados de Marrakesh pero sin el hastío constante de los vendedores.
Como en tantos mercados del mundo las baratijas fueron ganando su lugar. En Simoca se consigue de todo. Desde esas pomadas mágicas que curan los hemorroides, corrigen el pie plano y sacan el dolor de garganta hasta juegos completos de vajilla, pasando por películas truchas, artesanías en madera (bateas, cucharas y platos) y equipos de audio con calcomanías en sus parlantes alertando de su feroz potencia.
Algunas cosas se consiguen en pocos lugares del noroeste argentino o solamente en la Feria de Simoca, como los arropes de algarroba, chañar, misto o de tuna (dulce o jarabe sin agregado de azúcar) usados desde tiempos precolombinos, los rosquetes y también los cigarrillos de chala de maíz, tal como los fumaban en el siglo XIX, o sea hojas de maíz envueltas con hojas de tabaco a veces perfumada con cáscara de naranja o anís.
El siglo XXI le cambió la cara a la Feria de Simoca para bien y para mal. Antiguamente era una feria del campo para el campo, y mucho de eso se perdió, aunque en los pasillos centrales aún es posible encontrar lazos de cuero, rebenques, cinturones o algún par de botas. En este aspect esperaba mas de la Feria de Simoca.
Como contrapartida la Feria de Simoca ha recibido mejoras para albergar una mayor cantidad de puestos y recibir a las 20.000 personas que en promedio llegan aquí cada sábado, resultando en una importante fuente de ingresos para los habitantes de la comuna.
Apenas un sábado de primavera en la localidad de Simoca y el calor ya aprieta. Unos grados mas y derrite los "Pasteles de Novia", esas tortas con esos colores tan particulares también vistas en otros mercados de Bolivia y Perú.
Se trata de una receta de origen sirio a base de pollo acompañado por huevo, una gran cantidad de azúcar, duraznos o damascos, cebolla, canela, vino blanco y clavo de olor. Se servía a temperatura ambiente (y sigue sirviéndose) como plato principal en los casamientos de los mas humildes.
Puede que Simoca base su economía en el cultivo de la caña de azúcar, como tantas otras localidades de la provincia, pero cuando alguien la recuerda es por su feria, sus gauchos o los sulkys.
Tres o cuatro veces había pasado por la ciudad de Simoca, en el sudeste de la provincia, y a sólo 50 kilómetros de San Miguel de Tucumán, la capital provincial. Esta vez era sábado, y aunque volvía viajando a contrarreloj de una travesía de varios días por las montañas, no quise perder la oportunidad de echarle un vistazo a la que llaman la "cuna de la tradición y del folclore".
Simoca es conocida, además de por su feria, por ser la "Capital Nacional del Sulky", y eso tiene una razón de ser. En Simoca es completamente usual ver sulkys por sus calles cumpliendo tareas de transporte o de carga, pero no como sucede en ciudades sub desarrolladas, si no como símbolo de un pueblo que mantiene las centenarias tradiciones rurales. Los sulkys están adaptados a la geografía local, pues son livianos y pueden superar con sus grandes ruedas los humedales comunes de la zona.
Se fabrican en Simoca en al menos tres talleres. Están generalmente construidos de lapacho u otra madera dura. Se pueden desarmar para la exportación y llevan la marca "Sulkys de Simoca".
A finales de cada noviembre y desde 1980 se realiza la Fiesta Nacional del Sulky, otra fiesta tradicionalista de la ciudad, esta vez con desfile de carros, carrozas, carruajes y sulkys, en un marco multitudinario en donde pasarla bien parece ser la premisa.
En la Feria de Simoca hay decenas de parrillas o comederos en donde degustar la gastronomía local, que en Tucumán existe, y no sólo por sus empanadas. A este tipo de lugares aquí le dicen "Ranchos", y al menos durante las fiestas nacionales tienen precios idénticos para los platos típicos.
Desde tempranas horas de la mañana, el humo de las parrillas llama y abre el apetito de los visitantes y locales, mientras se cuecen a las brazas diferentes tipos de animales ¿Quien no se comería una porción de cabrito, aunque fuesen las 9 de la mañana?
En puestos muy bien organizados, y como sucede en este tipo de mercados utilizados por los locales, es posible acceder a una oferta muy completa de frutas (algunas pocas raras) y vegetales, aunque lo que mas abunda, como siempre en el NOA son las hortalizas.
No todo huele a humo en Simoca. El olor a carne asada se confunde en algunos pasillos con el de alguna garrapiñada de maní, o el aroma de las especias, que me recordaba a los mercados de Marrakesh pero sin el hastío constante de los vendedores.
Como en tantos mercados del mundo las baratijas fueron ganando su lugar. En Simoca se consigue de todo. Desde esas pomadas mágicas que curan los hemorroides, corrigen el pie plano y sacan el dolor de garganta hasta juegos completos de vajilla, pasando por películas truchas, artesanías en madera (bateas, cucharas y platos) y equipos de audio con calcomanías en sus parlantes alertando de su feroz potencia.
Algunas cosas se consiguen en pocos lugares del noroeste argentino o solamente en la Feria de Simoca, como los arropes de algarroba, chañar, misto o de tuna (dulce o jarabe sin agregado de azúcar) usados desde tiempos precolombinos, los rosquetes y también los cigarrillos de chala de maíz, tal como los fumaban en el siglo XIX, o sea hojas de maíz envueltas con hojas de tabaco a veces perfumada con cáscara de naranja o anís.
El siglo XXI le cambió la cara a la Feria de Simoca para bien y para mal. Antiguamente era una feria del campo para el campo, y mucho de eso se perdió, aunque en los pasillos centrales aún es posible encontrar lazos de cuero, rebenques, cinturones o algún par de botas. En este aspect esperaba mas de la Feria de Simoca.
Como contrapartida la Feria de Simoca ha recibido mejoras para albergar una mayor cantidad de puestos y recibir a las 20.000 personas que en promedio llegan aquí cada sábado, resultando en una importante fuente de ingresos para los habitantes de la comuna.
Se trata de una receta de origen sirio a base de pollo acompañado por huevo, una gran cantidad de azúcar, duraznos o damascos, cebolla, canela, vino blanco y clavo de olor. Se servía a temperatura ambiente (y sigue sirviéndose) como plato principal en los casamientos de los mas humildes.
Puede que Simoca base su economía en el cultivo de la caña de azúcar, como tantas otras localidades de la provincia, pero cuando alguien la recuerda es por su feria, sus gauchos o los sulkys.
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